Una
plaga de abusos
La homosexualidad o
la pedofilia no explican los
escándalos de abusos sexuales, asegura Karlijn Demasure, que apunta –como
también el papa Francisco- al clericalismo y al déficit de formación
afectivo-sexual en los seminarios. Karlijn
es experta especializada en abusos y doctorada con una tesis sobre
incesto en la familia.
Según la Organización Mundial de la Salud, una de cada cinco mujeres ha sido abusada o
agredida sexualmente, frente a uno de cada 13 varones. La
proporción se invierte en la Iglesia, donde dos terceras partes de las
víctimas son chicos, la mayoría adolescentes. Lo que no cambia es el género del
agresor, en un 90 % masculino. También hay depredadoras, pero la violencia de
las mujeres suele ser de tipo más psicológico y menos de carácter sexual.
Karlijn Demasure
advierte que estos datos pueden
inducir conclusiones precipitadas y erróneas, como la que identifica al
sacerdote agresor con un pedófilo. Para ella, las investigaciones no prueban
esto y añade que los homosexuales no
abusan más que los heterosexuales.
Algunos han apuntado «erróneamente»
al celibato obligatorio pero ella pone el foco en la
inmadurez psicológica de los seminaristas que unida a lo que el Papa ha denominado una «cultura
clericalista», sitúa al sacerdote en una especie de casta superior.
Demasure constata una importante evolución en la
percepción de los abusos sexuales en la Iglesia. «En los años 80, como
todavía ocurre hoy en algunos países de África, se pensaba en un
pecado, que por tanto puede ser perdonado, igual que el adulterio. Por eso era frecuente
trasladar al agresor a otra diócesis». Un error habitual en los obispos fue
intentar resolver el problema hablando con los agresores, que «pueden resultar
muy convincentes» y fingir un arrepentimiento que no es real. Desde Benedicto XVI, se entiende que se trata
de crimen que, por tanto, «debe ser comunicado a las
autoridades civiles».
Sobre las indicaciones actuales de Francisco y la
obligatoriedad en los seminarios de la prevención, advierte Demasure, que «aunque
todas las conferencias episcopales tuvieron que elaborar unas directrices y
enviarlas a Roma, muchas las han dejado olvidadas después en estanterías».
Después de los clamorosos casos epidémicos de abusos por
parte de clérigos, en Chile, USA, Irlanda, Alemania…, ahora salta la acusación
de abusados que han perdido el miedo a denunciar a los abusadores, esta vez en
Polonia. Esas víctimas han elaborado un mapa con 250 casos y afirman que es solamente
la punta del iceberg. La
Fundación polaca “No tengas miedo” informa que ya hay 50 sacerdotes católicos
condenados por abusos sexuales a menores.
De todos modos, los abusos criminales sexuales dentro de la
Iglesia católica no son algo extraño a otras iglesias o comunidades cristianas,
ni a los monasterios budistas, ni dentro de cualquier actividad humana:
familia, club deportivo, centro educativo o cultural, etc.
En la antigua Atenas, el sexo con sujetos
prepúberes, denominado pedofilia,
era castigado con condenas que podían llegar a la pena de muerte. En cambio la
relación sexual entre un adulto y un joven púber se denominaba pederastia, y se consideraba como un
elemento más en la relación entre un docente y su discípulo: el amor entre
ambos favorecía la transmisión del saber y de las leyes ciudadanas.
En la Roma antigua,
por su parte, la pederastia estaba muy difundida, pero sin las
justificaciones de los griegos, y la pedofilia
era también condenada.
La Comunitat Valenciana en 2017
registró 681 querellas, el 16,1 % de todas las presentadas en España - El 75 %
de los procedimientos terminan archivándose por falta de pruebas, según la ONG Save the Children. El director
territorial de esta ONG, Rodrigo Hernández, manifiesta que estos datos «podrían
ser sólo la punta del iceberg, ya que lamentablemente se trata de una situación
muy normalizada, en la que la culpa o la vergüenza hacen muy difícil que los
niños y niñas se atrevan a denunciar». Pueden o no denunciar, pero cuando se
deciden y lo hacen encuentran más sufrimiento y escasas consecuencias para los
agresores.
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