miércoles, 8 de agosto de 2018

SOBRE LA PENA DE MUERTE

Francisco la da por abolida en la Iglesia universal


Juana de Arco ejecutada en la hoguera
El papa Francisco ha abolido la pena de muerte en la Iglesia y se cambia el texto del Catecismo de la Iglesia católica (CEC) que reza ahora así: Hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves  (…) la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que «la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona», y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo” (CEC 2267).

Hoy, 8 de agosto, se celebra a santo Domingo de Guzmán (†1221 con 51 años), fundador de los “dominicos". Era canónigo en Osma-Soria y acompañando a su obispo por Europa (para buscar novia a un príncipe hispano) se le ocurrió la idea de fundar lo que veía necesario pues a su paso por Languedoc “se deprimió” viendo la labor de los cátaros o albigenses, herejes cristianos, y que los misioneros iban en carruajes elegantes, con secretarios y ayudantes, se alojaban en los mejores hoteles, etc.

Al regreso del viaje, horrorizado, le contó a su obispo sus planes y de paso le comentó que “a éstos, o por las buenas o por las malas”. El pueblo a los dominicos los llamaron “los perros del Señor” (Domini canes) por su estilo predicador y además su emblema es una estrella y un perro con una antorcha en la boca.

Domingo no mató a nadie pero “facilitó” que sus discípulos, a lo largo de los siglos, hicieran con la Inquisición sus homicidios, genocidios y cosas así. La española fue creada por los “reyes católicos” en 1478, cuando ya existía por otros países de la Cristiandad desde 1184 con Lucio III a nivel diocesano pero con Gregorio IX en 1231 se centralizó y se constituyó la Inquisición pontificia, dependiente directamente del Papa y en manos de las nuevas Órdenes de los frailes mendicantes. En 1542 con Pablo III se inició la Inquisición romana con la llamada Congregación vaticana del Santo Oficio hasta que Pablo VI en 1965 la reformó pasando a ser la Congregación de la Doctrina de la Fe.

Pío XI
Se sabe que de 1796 con Pío VI hasta 1870 con Pío IX, el Vaticano logró el record de 527 ejecuciones, entre ahorcamientos y decapitaciones. En 1929 Pío XI, después de recuperar un reino temporal, el Estado - Ciudad del Vaticano, introdujo la pena de muerte para quien intentara el homicidio del Papa y que estuvo vigente hasta 1969. Juan Pablo II derogó la pena de muerte el 12-F-2001 para el Vaticano y en 2018 lo hace Francisco para la Iglesia universal.

Según el informe anual de ejecuciones judiciales de Amnistía Internacional, en 2017 la abolieron Guinea y Mongolia pero ese año se registraron 993 ejecuciones. Según AI, hay 56 países que todavía tienen la pena de muerte en su legislación. La cosa, en la Historia de la humanidad, viene de lejos pues ya Caín se sintió impulsado a matar a su hermano Abel para “hacer justicia” y “poner las cosas en sitio”. A parte de los datos civiles, no conviene olvidar o negar los hechos de la Historia del cristianismo que estuvo siglos justificando la pena de muerte aunque el 5º mandamiento de la Ley de Dios, los del Sinaí entregados a Moisés, dice: No matarás.

El Emperador Teodosio con san Ambrosio
que tenían sus más y sus menos.
En los comienzos de la Iglesia, la pena habitual por herejía era la excomunión pero cuando el cristiano Emperador romano Teodosio, a instancias del Papa de entonces, Dámaso (ambos hispanos) convirtió el cristianismo en religión estatal el 27 de febrero de 380, Eetonces los herejes empezaron a considerarse enemigos del Estado. En su momento San Agustín aprobó con reservas la acción del Estado contra los herejes que suponía muchas veces la pena de muerte (merecida, pensaban entonces).

Al empezar el segundo milenio, con las invasiones de los almorávides y almohades, en ciertos sectores cristianos se iba extendiendo el sentimiento anti-judío que fue creciendo desde la primera Cruzada (1095) donde una turba de 30.000 personas, en su marcha por Europa hacia Bizancio, arrasó las juderías de Spira, Worms, Maguncia, Tréveris, Colonia, Praga, Ratisbona, etc.

Otro botón de muestra es el que relata Menéndez-Pidal en “Historia de los heterodoxos españoles” (libro III, epílogo, CSIC, Madrid 1963, pp 467-469): Viçent (el dominico valenciano Ferrer) se convirtió en “escudo y defensa de los infelices hebreos valencianos”. En cambio el arcediano de Écija, Ferrán Martínez, provisor de la Iglesia de Sevilla, desde 1376 exaltaba los ánimos con sus incendiarias prédicas y logró que en 1391 el sentimiento popular antisemita explotara en la aljama de Sevilla, la segunda más grande del reino de Castilla, después de la de Toledo. El odio antisemita del pueblo la destruyó, asesinando a unas 4.000 personas.

De Sevilla saltó la violencia a Alcalá de Guadaira, Carmona, Écija Santa Olalla y Fregenal así como a Madrid y a ciudades de la Corona de Aragón (Barcelona y Valencia). La situación de los judíos en el resto de la  cristiana Europa no era más cómoda pues el rey Eduardo I los había expulsado de Inglaterra en 1290 y Francia hizo lo mismo en 1306 y 1394, excepto en Provenza, el Delfinado y Avignon. En Germania, entre 1347 y 1354, fueron exterminadas 350 comunidades judías con violentos ataques, conocidos con el nombre de “pogroms”. Muchos emigraron a Polonia en donde tenían un Estatuto favorable de acogida, y de ahí pasaron a Rusia, conservando en parte la lengua alemana.

Por el contrario, unas décadas después de atacar el antisemitismo que rebrotaba, el rabino de Bonn, Ephraim, dedicó un vibrante homenaje a Bernardo de Claraval (†1153 con 63 años), monje reformador del Císter, que fue glosado por Benedicto XVI (21-X-2009) y recordó este evento de su vida.

En octubre de 2017, con ocasión del XXV aniversario de la Promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica, el Papa argentino manifestaba que “sólo una mirada superficial puede ver el «depósito de la fe» como algo estático. La Palabra de Dios no puede ser conservada con naftalina (…) que proteger de la polilla (…) no se puede conservar la doctrina sin hacerla progresar, ni se la puede atar a una lectura rígida e inmutable sin humillar la acción del Espíritu Santo (…) Dios, que muchas veces y en diversos modos habló en otros tiempos a los padres (Hb 1, 1), «habla sin intermisión con la Esposa de su amado Hijo» (Dei Verbum, 8). Estamos llamados a hacer nuestra esta «voz» (…) para que nuestra vida eclesial progrese con el mismo entusiasmo de los comienzos, hacia esos horizontes nuevos a los que el Señor nos quiere llevar”.

En esa ocasión citó a san Juan XXIII quien, en el discurso de apertura del Concilio Vaticano II (11-X-1962), había dicho: "ante todo es necesario que la Iglesia no se aparte del sacro patrimonio de la verdad, recibido de los padres; pero, al mismo tiempo, debe mirar a lo presente, a las nuevas condiciones y formas de vida introducidas en el mundo actual, que han abierto nuevos caminos para el apostolado católico (...) Deber nuestro -continuaba el Papa Roncali- no es sólo estudiar ese precioso tesoro, como si únicamente nos preocupara su antigüedad, sino dedicarnos también, con diligencia y sin temor, a la labor que exige nuestro tiempo, prosiguiendo el camino que desde hace veinte siglos recorre la Iglesia".

También en este caso de abolir la pena de muerte se puede perfectamente decir lo que Rino Fisichella, Presidente del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, afirmaba con ocasión de celebrarse los 25 años de la Encíclica de san Juan Pablo II "Veritatis Splendor" del 6-VIII-1993, diciendo que "no existe ningún pretexto para desafiar el magisterio del papa Francisco a la luz del magisterio anterior" por eso añade que quien critica al Papa no es fiel a la Tradición católica".

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