lunes, 27 de agosto de 2018

LA DIMENSIÓN SOCIAL DEL HOMBRE

Cristianizar es socializar 


Cada 28 de agosto se conmemora a Junípero Serra (†1784 con 71 años), canonizado en Washington en 2015 sin el milagro previsto. Fue un franciscano, misionero en la Baja California donde fundó nueve misiones durante 13 años, las cuales visitaba regularmente y a los indios les enseñaba albañilería, agricultura y ganadería. Esas gentes, al contrario que los mejicanos, tenían un atraso cultural total. Las mujeres recibían enseñanzas de cocina, costura y confección. En su canonización, Francisco dijo que Junípero fue “uno de esos testigos de Jesús, que supo testimoniar en estas tierras la alegría del Evangelio y buscó defender la dignidad de la comunidad nativa, protegiéndola de cuantos la habían abusado. Abusos que hoy nos siguen provocando desagrado, especialmente por el dolor que causan en la vida de tantos”. Fray Junípero supo vivir lo que es «la Iglesia en salida», de Mallorca al Far West.

Ahora Francisco tiene pendiente la fecha de la canonización de Vincenzo Romano (1831 con 70 años), sacerdote diocesano que se interesó activamente de la realidad social de su tiempo. En 2014 canonizó a Kuriakose Elías Chavara de la Sagrada Familia (†1871 con 65 años), sacerdote, cofundador de los Carmelitas de María Inmaculada de rito siro-malabar y que fue un reformador social logrando un éxito en la educación gratuita. En el 2000 Juan Pablo II canonizó a Katharine Drexel (†1955 con 97 años) de Philadelfia, Pensilvania, que fundó las HH del Santísimo Sacramento para compartir el mensaje del Evangelio con los indios norteamericanos y afro-americanos. Luchó por erradicar el racismo y facilitar el avance de la justicia social. En 2005 Benedicto XVI canonizó a Józef Bilczewski, (†1923 con 63 años), obispo de Lvov (Polonia) que se dedicó a impulsar la dimensión social de la fe.

Bonifacia en el taller
En 2011 canonizó a Bonifacia Rodríguez de Castro (†1905 con 68 años), fundadora de las Siervas de San José, para la promoción social y cristiana de las mujeres obreras.

Ejemplos se pueden citar muchos ya que nunca ha dejado de estar de moda entre los cristianos al ser algo esencial por eso el capítulo cuarto de Evangelii gaudium (EvG) del papa Francisco, de 24-XI-2013, donde trata de “La dimensión social de la evangelización que desarrolla con 4 apartados:
I. Las repercusiones comunitarias y sociales del kerygma [177-185]
II. La inclusión social de los pobres [186-216]
III. El bien común y la paz social [217-237]
IV. El diálogo social como contribución a la paz [238-258]

No se puede perder de vista la dimensión social del cristianismo, por eso dice, “se corre el riesgo de desfigurar el sentido auténtico e integral que tiene la misión evangelizadora” (EvG, 176) porque “en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros” (EvG, 177). Dios mismo es trino o sea comunidad de Personas (divinas) y los humanos estamos creados a imagen y semejanza de Dios (cf EvG, 178). Leyendo las Escrituras queda por demás claro que la propuesta del Evangelio no es sólo la de una relación personal con Dios” (EvG, 180). “Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto, y amamos a la humanidad que lo habita (…) La tierra es nuestra casa común y todos somos hermanos” (EvG, 183). No necesitamos un proyecto de unos pocos para unos pocos, o una minoría ilustrada o testimonial que se apropie de un sentimiento colectivo. Se trata de un acuerdo para vivir juntos, de un pacto social y cultural” (EvG, 239).

La dimensión del hombre es social por eso no es individualista pero la socialidad suya no se agota en el Estado que además –como enseña la Historia- puede caer en el totalitarismo, lo cual recordaba Juan Pablo II en Centesimus annus- que procede de su ateísmo (cf CA, 13). Ya León XIII en Rerum Novarum se oponía a la estatalización de los medios de producción aunque reconoció lógicamente que al “Estado le corresponde determinar el marco jurídico en el que han de desarrollarse las actividades económicas y salvar las condiciones fundamentales de la economía libre, que presupone una cierta igualdad entre las partes”. Esto parece que se va entendiendo pero no en todos los líderes.

Si el socialismo renunciara a su inmanencia (ateísmo o agnosticismo) –pues la trascendencia no destruye sus planteamientos-, se puede ser socialista capitalizado o capitalista social. Esta posibilidad ya la barajó Juan XXIII sabiendo que se deben vivir muchos aspectos del programa socialista pero se deben corregir los errores que por su afán igualitarista no respetan las diferencias entre los individuos y los grupos y se reconozca no sólo la propiedad privada sino la iniciativa, la libertad y la responsabilidad correspondiente de las personas.

Si el capitalismo salvaje se corrigiera asumiendo las cosas verdaderas y justas que predica el socialismo, sabrá también comprender la verdad fundamental sobre el hombre, sobre su dignidad y su igualdad y aceptará la hipoteca social (como la ha llamado Juan Pablo II) de la propiedad privada y de la libertad personal.

Benedicto XVI pide por escrito: “Es necesario que en la autocrítica de la edad moderna confluya también una autocrítica del cristianismo moderno, que debe aprender siempre a comprenderse a sí mismo a partir de sus propias raíces” (Spe salvi, 22). El cristianismo no traía un mensaje socio-revolucionario como el de Espartaco que, con luchas cruentas, fracasó. Jesús no era Espartaco, no era un combatiente por una liberación política como Barrabás. Lo que Jesús había traído, habiendo muerto Él mismo en la cruz, era algo totalmente diverso” (Spe salvi, 4).

En esa Enc- el papa Ratzinger dedica unos párrafos (13-15) a contestarse si la esperanza cristiana es individualista y luego (n. 16) hace una pregunta clave: “¿Cómo ha podido desarrollarse la idea de que el mensaje de Jesús es estrictamente individualista y dirigido sólo al individuo? ¿Cómo se ha llegado a interpretar la «salvación del alma» como huida de la responsabilidad respecto a las cosas en su conjunto y, por consiguiente, a considerar el programa del cristianismo como búsqueda egoísta de la salvación que se niega a servir a los demás?”

En la Ex Ap postsinodal “Sacramentum caritatis" (SC) dice con claridad meridiana que “«la mística'' del Sacramento tiene un carácter social». En efecto, «la unión con Cristo es al mismo tiempo unión con todos los demás (…) No puedo tener a Cristo sólo para mí» (SC, 89). Nadie sospecha el menor asomo socialista o comunista del papa Ratzinger.

La dimensión social del hombre no es algo accidental, coyuntural, ornamental, prescindible y siendo la dimensión vital de su existencia, es de agradecer, y mucho, a esa muchedumbre de cristian@s que, sabiéndose levadura para que fermente la masa, sabiéndose luz del mundo, y sabiéndose sal de la Tierra que evita su corrupción, cristianicen o evangelicen desde dentro del socialismo y del capitalismo y no desde fuera, pontificando; esos únicamente saben criticar, condenar e insultar.

La continuidad del magisterio de los papas es evidente, también en este aspecto y por eso Francisco no puede dejar de recordar la dimensión social del ser humano, que es un invento divino.  Deja escrito que “Dios ha gestado un camino para unirse a cada uno de los seres humanos de todos los tiempos. Ha elegido convocarlos como pueblo y no como seres aislados. Nadie se salva solo” (EvG, 113).

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