El
estilo de Jesús de Nazaret
Contemplando
estas semanas los momentos de la vida de Jesús resucitado, me he quedado
“enganchado” con la tercera aparición, junto al lago, a 7 (Jn 21, 2) y no a los Doce. Con
lo importante y trascendental para la Historia que es la resurrección de Jesús,
resulta que se aparece junto a la orilla y les tiene preparadas unas brasas, un
pez, y les dice: ¡vamos, almorzad! (Jn 21, 12).
El mismo domingo de la resurrección, camina con los dos que se regresan a
Emaús, acepta la invitación de quedarse con ellos para pasar la noche, y se
sienta a la mesa donde parte el pan que sirve para que le reconozcan.
Cuando
han vuelto al Cenáculo corriendo para contar lo que les ha pasado, Jesús
resucitado entra en el aposento de la parte alta de la casa y se aparece a los
Once cuando estaban a la mesa. Bueno, los Once y más que habría pues han regresado los dos
de Emaús, están las mujeres con María, su madre, y estarían muchos más
discípulos (quizá no los otros 72), escondidos por miedo a los judíos.
Ni
incienso, ni catedrales, ni ceremonias ni bombos y platillos… todo normal como la vida misma.
Veo que es una actitud constante del Dios hecho hombre al rebobinar hacia atrás
en su vida y llegar a Belén, donde nació y a Nazaret donde fue concebido.
¿Hay en Jesús algo sagrado como dicen
los curas o es todo profano? Jesús echa por tierra las
barreras sagradas de Israel que levantaron los sumos sacerdotes, los ancianos
del templo, los fariseos…, la “crem” espiritual del pueblo de Israel.
Lo sagrado subordina y discrimina, en contra de
la voluntad de Jesús, que quiso para sus discípulos igualdad y fraternidad. Jesús
luchó, empleándose a fondo, con valentía, las muchas injusticias en el ámbito
religioso de su pueblo, el pueblo de Dios. Parece claro que lo que enseña Jesús
no es una religión más, sino un estilo nuevo de vida.
En las diversas religiones, también el
judaísmo del Antiguo Testamento, se ve que lo sagrado surge para aplacar al Ser supremo, desconocido y terrible, que vive en un mundo desconocido
e inalcanzable. El pueblo de Israel creía que penetrar en la esfera divina, acarreaba
la muerte. Parece evidente que lo sagrado es de creación humana y se ha ido
implantando en las diversas sociedades, a través de sistemas religiosos.
El Ángel del Señor anuncia a María, apareciéndose
en su casa de Nazaret. Una casa y no en un templo y Nazaret está en Galilea, lejos
(algo más de cien km) de los lugares y las instituciones sagradas de Israel. Es llamada tierra de los gentiles, o sea paganos.
Tampoco estamos en el ámbito de lo sagrado, sino
de lo profano, cuando contemplamos la escena del nacimiento
de Jesús: el decreto de César Augusto, el pesebre donde
nace Jesús, la aldea de Belén, los
pastores... (Lc 2, 1-20).
También en la
primera que se presenta Jesús en público, lo hace con sus primeros discípulos, 4 ó 5
buscados junto al lago de Tiberíades o de Genesaret, en la boda de Caná, que es
una boda cualquiera, de alegría y felicidad; no falta el vino (Jn 2, 1-11).
Nada sagrado en el ambiente.
Jesús denuncia
con fuerza el abuso y la corrupción de lo sagrado pues los instalados en el
templo comerciaban con todo lo sagrado, cometiendo auténtico fraude (Jn 2,
13-22). La novedad radical de Jesús está relacionada directamente con la
abolición de lo sagrado y se ha hecho hombre Redentor para restaurar la normalidad de lo profano, de la vida de
todo ser humano.
Jesús
se aplica el pasaje de Isaías (61, 1-2), indicando así que ha sido enviado para liberar,
que es uno de los principios fundamentales del reinado de Dios. Dios
hecho hombre y no ha venido a esclavizar, a pasar el rodillo, a condenar.
El leproso (Mc
1, 39-45) es prototipo de la marginación religiosa y civil y al acercarse a
Jesús está infringiendo la Ley de Moisés. Jesús al tocarlo y decirle, quiero,
queda limpio, ¿también peca? Jesús no realiza ningún rito de carácter
religioso como nunca lo hizo para curar a ninguno de los muchísimos enfermos
que curó; debieron ser muchos cientos, varios miles.
La
dicotomía sagrado-profano ha causado muchos sufrimientos, lo cual no tiene nada que ver con el reinado de Dios, inaugurado por Jesús. Decir "fuera
de la Iglesia no hay salvación" es una afirmación excluyente que ha
atentado contra el proyecto del Dios de Jesús. La inventó san Fulgencio (+532 con 65 años) obispo de Ruspe (Túnez). De laico fue recaudador
de impuestos para los vándalos en el norte de África; luego, con 22 años, se
hizo monje agustino. Era de carácter duro que hoy se diría fundamentalista y siempre llevaba un traje desteñido y
nunca comió carne.
La distinción
entre clérigos y laicos, establecida desde hace siglos se fundamenta en esta
misma dicotomía, lo sagrado -los clérigos-, y lo profano -los laicos-,
rechazada por Jesús como algo aberrante y pernicioso para la gente. Hoy la
Jerarquía sigue teniendo muy claro que es sagrada y que ostenta todo el poder
sagrado; el resto de los creyentes son laicos y deben sumisión total a la
Jerarquía. Reconozco que no pocas veces me viene la tentación, al leer los
evangelios, decirme: Reverendísimo, Eminentisímo y ilustrísimo señor Jesús de Nazaret… que
dijo a Don Pedro, Don Juan y Don Santiago…
El papa Francisco arremete contra el clericalismo que describe
como un cáncer en la Iglesia.
Todo ser humano
es "sagrado" por creación, está "hecho a imagen y semejanza de
Dios" (Génesis 1, 27). Lo sagrado no le sobreviene por un rito o ceremonia
religiosa. El mismo Jesús, como José y María, son personas normales, laicas, seculares,
no consagrados o sagrados y, como ellos, somos el resto de los mortales.
Jesús suele
predicar en ámbitos profanos, laicales, seculares como la casa de Cafarnaún, la
montaña, junto al lago de Galilea, sobre una barca, etc.
En la Iglesia se
ha tenido más en cuenta sus propias tradiciones, leyes y normas, que fueron
dando lugar al Código de Derecho Canónico, que el Evangelio para elaborar su teología. Como los fariseos, están enganchados a las tradiciones de sus
mayores, que, irónicamente, han elaborado ellos para sus intereses personales o
de cuerpo.
Otro ejemplo de algo alejado del estilo de Jesús es la
celebración de la Eucaristía que se ha ido desvirtuando, porque se ha ido
percibiendo como un rito sagrado de carácter hierático, muy lejos de celebrarse
en un cenáculo, muy lejos de estar recostados a la mesa cenando, etc. Tomad y
bebed, dice Jesús, y resulta que ha estado prohibido beber el cáliz durante
muchos siglos y quien proponía hacerlo, fue quemado en la hoguera checa. La discusión recientemente suscitada es si es “por muchos” o “por todos”.
En
las dos escenas de los panes (Mc 6, 34-44; 8, 1-10), que prefiguran la Eucaristía, todo
tiene lugar al aire libre, no en lugar sagrado. La bendición (Mc 6, 40) y la
acción de gracias (Mc 8, 6), que pronuncia Jesús, no constituyen consagración
alguna de los panes y rehúsa cualquier tipo de exaltación, rango o
dignidad especiales para su persona. Estos
episodios anticipan el significado de la Eucaristía, siempre en un ambiente
profano, al margen de lo sagrado.
El cristianismo
no debe funcionar como una religión más porque el Dios de los cristianos es el mismo
Dios de los demás pueblos de la tierra.
Dice san Pablo: “os exhorto, hermanos, a que ofrezcáis
vuestra propia existencia como sacrificio vivo, consagrado, agradable a Dios,
como vuestro culto auténtico" (Rom 12, 2).
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