¿Porque condena el neoliberalismo capitalista?
Haciendo balance de los 5 años cumplidos ayer por el papa
Francisco como obispo de Roma, se han oído muchos comentarios que destacan que
hoy día sea la única voz que “canta las cuarenta” al liberalismo actual o
neoliberalismo que destruye vidas y descarta personas.
Francisco
viene diciendo –por activa y por pasiva- desde el principio de su servicio
petrino que le preocupa la desproporción económica ya que un pequeño grupo de
la humanidad tiene el 80% de la fortuna. En el centro del sistema económico está el dios
dinero y no el hombre y la mujer como señalaba en Laudato Si (la encíclica verde). El sistema liberalista mata. Por eso otros dicen que es un papa comunista.
Francisco es tan "comunista" como los anteriores sucesores de Pedro.
Es evidente la continuidad magisterial de los papas pero no son “ovejas doly” y
por eso Francisco repite la verdad que ya hayan expuesto los anteriores aunque a su estilo que quizá es más entendible por todos y no solo por especialistas.
Ya decía Juan Pablo II que “El
capitalismo, con la revolución industrial, al margen de la ética, produjo unas
injusticias clamorosas y evidentes que la sociedad misma quiso corregir. Las
reformas necesarias empezaron (…) sobre todo con los Movimientos obreros como
reacción justa de la conciencia moral contra situaciones de injusticia y de
daño, desarrollando una vasta actividad sindical, reformista, lejos de las
nieblas de la ideología” (Centessimus Annus, 16).
En la misma encíclica sigue
diciendo: León XIII defendía los derechos
fundamentales de los trabajadores (…) Afirmaba otros derechos de la persona: el
natural de asociación, v.gr. los sindicatos que frenan los abusos capitalistas.
(…) Su rica enseñanza abarcaba las
relaciones entre el Estado y los ciudadanos criticando los dos sistemas: el
“socialismo”, que niega la propiedad privada, y el “liberalismo” que favorece a
unos pocos, la parte rica y próspera.
(…)
Caído el socialismo, el vencedor (el capitalismo) no tiene vía libre. Del
capitalismo es absolutamente negativa su postura con la libertad.
A su vez Pablo VI en Populorum progressio recordaba que “Con las nuevas condiciones creadas en la
sociedad, en mala hora se ha estructurado un sistema en el que el provecho se
consideraba como el motor esencial del progreso económico, la concurrencia como
ley suprema en la economía, la propiedad privada de los medios de producción
como un derecho absoluto, sin límites y obligaciones sociales que le correspondieran.
Este liberalismo sin freno conducía a la dictadura, denunciada justamente por
Pío XI como generadora del imperialismo internacional del dinero. Nunca se
condenarán bastante semejantes abusos, recordando una vez más solemnemente que
la economía se halla al servicio del hombre”.
Ciertamente el dogma liberal y la dinámica del mercado son la base
y el fin de un orden social cuya consecuencia es el consumismo y, en último
término, lo que algunos llaman “totalitarismo liberal” que garantiza que los de
la minoría de ricos sean cada vez más ricos y los pobres cada vez más y más
pobres respecto a ellos.
Puede parece una ironía de la Historia el que los liberales hayan
fabricado las mayores cadenas políticas nunca vistas al dar la plenitud de
poder al Estado. Es una tiranía de varios, una dictadura en equipo.
El papa Wojtyla en Centessimus
annus recuerda tanto al liberalismo como a la pretensión socialista, que la
obra de Dios -el individuo, la familia y la sociedad-, son previos al Estado
(n. 11) y éste existe sólo para servir y proteger a los individuos y a las
instituciones que lo constituyen.
Quizá ni siquiera los bárbaros que invadieron Europa por el este
desde el siglo V atropellaron los derechos humanos y religiosos tan brutalmente
como ahora puede hacerse con la ley en la mano.
El mensaje de la Iglesia tiene la verdad sobre la libertad y por
eso proporciona un fundamento seguro al liberalismo aunque eso no es el
contenido del Evangelio. La propuesta de la Iglesia es mucho más profunda y
rica que la ideología liberalista y que cualquier otra diseñada por el hombre.
No es una “tercera vía” porque la Iglesia ni tiene ni puede dar soluciones
concretas técnicas para el ordenamiento de la sociedad, pero efectivamente
recuerda un fundamento político: la libertad del hombre.
En otra
de sus encíclicas sociales, Laborem exercens,
el papa polaco escribía: “La doctrina de
la Iglesia se aparta radicalmente del programa del colectivismo y se diferencia
al mismo tiempo del programa del capitalismo practicado por el liberalismo. La
tradición cristiana no ha sostenido nunca el derecho a la propiedad privada
como absoluto e intocable. Los medios de producción no pueden ser poseídos
contra el trabajo, no pueden ser ni siquiera poseídos para poseer.
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