El amor conyugal algo divino

En el otro extremo están los que dicen que con solo pronunciar la
palabra sexo ya se ha pecado y ven maldad incluso intrínseca en el acto conyugal. La
cosa se remonta ya a los primeros tiempos del cristianismo y a lo largo de
(muchos) siglos, se ha marginado, desechado u olvidado el amor de uno con una.
El matrimonio no es solo un mecanismo para la reproducción, por eso esos errados dicen que
es válido aunque no haya amor y ni falta que hace, dirán . El propio Cristo utiliza la misma expresión bíblica de "serán una sola carne" (Génesis 2,
24).

En el Medievo, con Tomás de Aquino a la cabeza, la mayoría de teólogos
y de pastores decían que la santidad es solo cosa posible para l@s religios@s.
L@s casad@s que se olviden de serlo; pobrecit@s, que mal@s cristian@s
son.
Juan Damasceno (+749), insigne teólogo bizantino, considerado
el Tomás de Aquino de Oriente, era en su tiempo una excepción que
elogiaba las virtudes del matrimonio y los beneficios de la sexualidad marital
que puede sorprender por su claridad: “Que cada hombre disfrute de su mujer (…) no tendrá que ruborizarse sino que podrá llevarla al lecho día y noche. Que
hagan el amor, manteniéndose el uno al otro como hombre y mujer y exclamando:
«No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo» (1Cor 7, 5)" (De sacris parallelis, en
PG, vol 96, pg 258).

La castidad conyugal no es la continencia. Por eso el Damasceno llamaba la atención sobre todo a las esposas cristianas que querían negarse, ya entonces, por la deformación doctrinal y moral, pues el error en esta materia se venía infiltrando en el cristianismo desde el principio con las sectas de tinte maniqueo: "¿Os abstenéis de tener relaciones sexuales? ¿No deseáis dormir con vuestro marido? Entonces aquel a quien negáis vuestra plenitud saldrá y hará el mal y su perversión se deberá a vuestra abstinencia” (Ibid). La mayoría de intelectuales de la época del Damasceno no compartían su opinión. Así Isidoro de Sevilla (+636) que, como Agustín (+430) o Jerónimo (+420), opinaba que la sexualidad conyugal era intrínsecamente mala y debía limitarse al mínimo necesario para la procreación. El papa Gregorio I "magno" (+604) también manifestó que el acto conyugal es intrínsecamente malo.
Al cabo de un milenio este error era aún la opinión oficial de la
Iglesia, de la que se hizo eco un Concilio en tiempos de Inocencio XI
(1676-89). Dice el Decreto que “desearía
ciertamente el sacrosanto Concilio que los fieles asistentes a cada misa,
comulgaran, recibiendo sacramentalmente la Eucaristía (...) por tanto (…) los
confesores (...) (a) los casados (...) deben amonestarles seriamente cuánto más han
de darse a la continencia por reverencia a la sacratísima Eucaristía” (Dz
1147).


A la Madre del Amor Hermoso se le puede pedir
la virtud de la castidad que deben adquirir y practicar todas las hijas e hijos
de María, solteros o casados, jóvenes y menos jóvenes, clérigos y laicos,
religiosos y seglares. Y pedirle que interceda para que los matrimonios
conserven siempre la juventud del amor conyugal.
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