El amor conyugal algo divino
No es nada fácil entender y admitir que san José de Nazaret fuera
esposo virginal de la Virgen María de Nazaret. El sexo es algo divino en el cuerpo humano
pero los hay errados en un extremo que afirman sin rubor ¿viva
la pepa! ¡Ancha es Castilla!
En el otro extremo están los que dicen que con solo pronunciar la
palabra sexo ya se ha pecado y ven maldad incluso intrínseca en el acto conyugal. La
cosa se remonta ya a los primeros tiempos del cristianismo y a lo largo de
(muchos) siglos, se ha marginado, desechado u olvidado el amor de uno con una.
El matrimonio no es solo un mecanismo para la reproducción, por eso esos errados dicen que
es válido aunque no haya amor y ni falta que hace, dirán .
El propio Cristo utiliza la misma expresión bíblica de "serán una sola carne" (Génesis 2,
24).
Juan Pablo II, promoviendo
las reformas señalas por el Concilio Vaticano II, escribió en su momento la
Carta apostólica Tertio millenio
adveniente (TMA) en la que se lee que “Será
tarea de la Sede Apostólica (…) trabajar por el reconocimiento de la heroicidad
de las virtudes de los hombres y las mujeres que han realizado su vocación
cristiana en el Matrimonio: convencidos
como estamos de que no faltan frutos de santidad en tal estado” (TMA, 37).
En el Medievo, con santo Tomás de Aquino a la cabeza, la mayoría de teólogos
y de pastores decían que la santidad es solo cosa posible para l@s religios@s.
L@s casad@s, decían, que se olviden de serlo; pobrecit@s, que mal@s cristian@s
son.
San Juan Damasceno (+749) insigne teólogo bizantino, considerado
el santo Tomás de Aquino de Oriente, era en su tiempo una excepción que
elogiaba las virtudes del matrimonio y los beneficios de la sexualidad marital
que puede sorprender por su claridad: “Que cada hombre disfrute de su mujer
… no tendrá que ruborizarse sino que podrá llevarla al lecho día y noche. Que
hagan el amor, manteniéndose el uno al otro como hombre y mujer y exclamando:
«No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo» (1Cor 7,5)" (De sacris parallelis, en
PG, vol 96, pg 258).
El mutuo acuerdo para la continencia debe estar fijado por
motivos “graves” y se concreta en el no pedir pues negarse cuando el
otro cónyuge pide, es una falta grave de justicia; en faltar a la justicia consisten los pecados. Los pecados de sexo no lo son por el sexo en sí, como robar no es pecado por el dinero en sí.
La castidad conyugal no es la continencia. Por eso el Damasceno llamaba la atención sobre todo a las esposas cristianas que querían negarse, también y ya entonces, por la deformación doctrinal y moral, pues el error en esta materia se venía infiltrando en el cristianismo desde el principio con las sectas de tinte maniqueo: "¿Os abstenéis de tener relaciones sexuales? ¿No deseáis dormir con vuestro marido? Entonces aquel a quien negáis vuestra plenitud saldrá y hará el mal y su perversión se deberá a vuestra abstinencia” (Ibid).
La castidad conyugal no es la continencia. Por eso el Damasceno llamaba la atención sobre todo a las esposas cristianas que querían negarse, también y ya entonces, por la deformación doctrinal y moral, pues el error en esta materia se venía infiltrando en el cristianismo desde el principio con las sectas de tinte maniqueo: "¿Os abstenéis de tener relaciones sexuales? ¿No deseáis dormir con vuestro marido? Entonces aquel a quien negáis vuestra plenitud saldrá y hará el mal y su perversión se deberá a vuestra abstinencia” (Ibid).
La mayoría de intelectuales de la época del Damasceno no
compartían su opinión. Así san Isidoro de Sevilla (+636) que, como san Agustín
(+430) o san Jerónimo (+420), opinaba que la sexualidad conyugal era
intrínsecamente mala y debía limitarse al mínimo necesario para la procreación.
El papa san Gregorio I magno (+604) también manifestó que el acto conyugal es intrínsecamente malo.
Al cabo de un milenio, el tal error era aún la opinión oficial de la
Iglesia, de la que se hizo eco el Concilio en tiempos de Inocencio XI
(1676-89). Dice el Decreto sobre la comunión frecuente y diaria: “Desearía
ciertamente el sacrosanto Concilio que los fieles asistentes a cada misa,
comulgaran, recibiendo sacramentalmente la Eucaristía... por tanto… los
confesores... (a) los casados... deben amonestarles seriamente cuánto más han
de darse a la continencia por reverencia a la sacratísima Eucaristía” (Dz
1147).
Si el sexo que ha puesto el Creador en la realidad del hombre
(varón y mujer) es considerado una cochinada, se concluye que Dios es un
cochino, lo cual es una blasfemia.
Dice la Escritura que, a medida que Dios iba creando, miraba lo hecho y veía que era bueno; el 6º día, tras crear al hombre (varón y mujer), vio que era muy bueno. Benedicto XVI –con su talante diplomático habitual- recordaba la teoría de que “el cristianismo no es enemigo de la corporeidad aunque de hecho se han dado tendencias de este tipo” (Deus caritas est, n. 5). Pero "del dicho al hecho hay un trecho", dice la sabiduría popular.
Dice la Escritura que, a medida que Dios iba creando, miraba lo hecho y veía que era bueno; el 6º día, tras crear al hombre (varón y mujer), vio que era muy bueno. Benedicto XVI –con su talante diplomático habitual- recordaba la teoría de que “el cristianismo no es enemigo de la corporeidad aunque de hecho se han dado tendencias de este tipo” (Deus caritas est, n. 5). Pero "del dicho al hecho hay un trecho", dice la sabiduría popular.
La castidad no es una virtud
de frailes y monjas y cuando se habla de la castidad conyugal, en absoluto se
está afirmando que los esposos vivan como monjas o frailes, sibilinamente se
dice “como hermanos”. Pío XI en 1930 escribió una encíclica titulada “la
castidad conyugal” (casti connubii)
celebrando los 50 años de la de su predecesor León XIII pero no poc@s
bautizad@s pensaron que era reafirmar y machacar el “no usar del matrimonio” pues no entendían ni se les explicaba la verdad de la castidad conyugal.
Pío XI escribía entonces que “aunque
el matrimonio sea de institución divina por su misma naturaleza, con todo, la
voluntad humana tiene también en él su parte, y por cierto nobilísima”. Qué bueno será que en materia del
matrimonio puedan hablar, decir, opinar l@s cristian@s casad@s.
En la Ex ap. postsinodal “La alegría del amor” (Amoris laetitia, AL), el papa
Francisco escribía que “tenemos que ser
humildes y realistas, para reconocer que (…) nos corresponde una saludable
reacción de autocrítica (…) con frecuencia presentamos el matrimonio de tal
manera que su fin unitivo, el llamado a crecer en el amor y el ideal de ayuda
mutua, quedó opacado por un acento casi excluyente en el deber de la
procreación” (AL 36).
En la vida matrimonial la sexualidad es una participación en
la vida plena de su Resurrección (cf AL, 317).
La Virgen del Amor Hermoso es el título que la Iglesia aplica
a la Virgen María, tomado de Eccli 24,26, pues toda Ella es la réplica viviente
de la Sabiduría Eterna que culmina en el Amor.
A la Madre del Amor Hermoso (Mater Pulchrae Dilectionis) se le puede pedir
la virtud de la castidad que deben adquirir y practicar todas las hijas e hijos
de María, solteros o casados, jóvenes y menos jóvenes, clérigos y laicos,
religiosos y seglares. Y pedirle que interceda para que los matrimonios
conserven siempre la juventud del amor conyugal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario