miércoles, 17 de enero de 2018

TOD@S A PARTICIPAR

Otra vez Francisco se refiere a la democracia en Chile.


3 generaciones: madre, hijo y nieto.
Todos soplando
“Tienen ustedes un reto grande y apasionante: seguir trabajando para que la democracia y el sueño de sus mayores, más allá de sus aspectos formales, sea de verdad lugar de encuentro para todos”, ha exhortado el Papa Francisco el 16 de enero de este nuevo año 2018 a los autoridades chilenas en su visita apostólica a Chile y Perú. 

Es otra referencia más suya, como vienen haciendo sus antecesores de este siglo XXI y del pasado XX. A los chilenos les ha felicitado por ser un país que ha destacado en las últimas décadas “por el desarrollo de una democracia que le ha permitido un sostenido progreso”.

Lo que han creído todos, en todas partes y siempre es el criterio que tenía para decir lo que era de fe (intocable), el santo monje Vicente del monasterio de Lerins (+455). Todos; no uno o unos pocos.

Mientras los 200 obispos del Concilio de Éfeso (año 431) estaban reunidos, estudiando si María era madre de Dios, como se había creído siempre, o tenía razón el nuevo hereje Nestorio que lo negaba, el pueblo entero se puso ante el edificio para controlarles. Si se les ocurría decir que María no era madre de Dios y que la Iglesia estaba equivocada, tenían intención de lincharlos. Como anunciaron que nada cambiaba, hicieron un atronador aplauso (que todavía puede oírse) y, como era ya de noche, organizaron una procesión con antorchas, cantando una antífona a la Virgen. Todos los laicos participaron y no solo los obispos.

En el año 50 dC, tuvo lugar en Jerusalén el primer concilio provocado por la novedosa actividad de san Pablo que tenía la osadía de llevar el Evangelio a los gentiles y no exigirles ser judíos, circuncidarse y someterse a la ley de Moisés. En el concilio, como se lee en los Hechos de los apóstoles, participaron todos, toda la multitud (Act 15, 12), hombres y mujeres, no solo los apóstoles e incluso estuvo presente el grupo de fariseos (Act 15, 5), se supone que los convertidos al nuevo camino. Después de hablar Santiago en nombre de todos, como si fuera el secretario conciliar, expuso la resolución tomada por toda la Iglesia junto con los apóstoles y los presbíteros (Act 5, 22) que no eran curas.

Durante los cuatro primeros siglos, los fieles cristianos de una ciudad solían elegir a su obispo. Esta praxis apostólica y evangélica de la participación de tod@s, se fue anulando y solo de vez en cuando algún santo la quería desenterrar, pero lo hacía con la boca pequeña o no fue posible. Tuvo el Espíritu Santo que promoverlo, y no para unos pocos, sino para todos y para siempre a través del Concilio Vaticano II, a las puertas del tercer milenio.

La participación de tod@s es algo clave y esencial de la comunidad de cristianos, o sea la Iglesia. Viene bien repasar lo que dice el Catecismo de la Iglesia católica, nn 1213-1284. Dice el 1213: Por el Bautismo llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión. Todos a participar; ni verse relegados ni escurrir el bulto.

Todos los varones y mujeres bautizados son otro Cristo, que dijo san Pablo, que eso es ser cristian@. Tod@s l@s bautizad@s han de participar activamente en la misión de la Iglesia, tod@s son del mismo rango, de la misma categoría, de la misma dignidad pues en la Iglesia no hay (en teoría) distinción de judíos y gentiles, de varones y mujeres, de pobres y ricos, de sabios y analfabetos, etc.

Que todos participen de hecho es lo que se llama la democracia que es la verdadera actitud de los seres humanos pero con facilidad algunos equivocadamente creen que es la panacea que resuelve todos los problemas. Para otros la democracia es demoníaca (hasta las palabras empiezan con las mismas letras) y para un tercer grupo, la actual democracia que se vive en Occidente no es real pues la que se ha vivido en el siglo XX y ahora en el XXI es una pantomima. Hay países occidentales que alardean de ser demócratas y tienen presos políticos porque no soportan que alguien piense de otra manera y con la ley en la mano tienen el problema resuelto aunque sea una injusticia monumental.

La democracia no es panacea de nada pues las cosas funcionan bien o mal dependiendo de los hombres que las realizan, pero sí es algo sagrado pues es la esencia de Dios Trino y los hombres estamos hechos a su imagen y semejanza. Conociendo de Dios lo que Él mismo nos ha revelado, se ve claramente que no solo es Amor sino que es Demócrata. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son uno menos que otro y los tres participan en su actuar hacia fuera de Él mismo.

Conviene no confundir los defectos prácticos de los demócratas con los defectos teóricos de la democracia. Las deficiencias democráticas pueden no ser culpa de una deficiente “teoría” (aunque todas son mejorables y mucho en bastantes casos) sino de una deficiente “praxis” de los demócratas.

En la doctrina social de la Iglesia, la democracia se considera la forma responsable de la participación de todos los miembros de cualquier sociedad, sin discriminación alguna, individualmente o asociados libremente, en la gestión de la cosa “pública” (cf Catecismo Iglesia Católica 1882, 1913 y 1914).

Y también recuerda a todos los católicos la verdad -no siempre recordada o vivida- de que Dios no ha querido retener para él solo el ejercicio de todos los poderes. Entrega a cada criatura las funciones que es capaz de ejercer, según las capacidades de su naturaleza (CEC 1884).

Juan XXIII dejó claro que puede valer “cualquier clase de régimen auténticamente democrático” porque se entiende la democracia verdadera como algo genérico (cf Cc. Vaticano II, Gaudium et spes, 75. Juan XXIII, Enc. Pacem in terris, 52).

El fugaz Juan Pablo I la aplaudió en el actuar del Colegio cardenalicio que le había elegido Sucesor de Pedro, hablando del consenso habido en su elección.

Juan Pablo II la daba por supuesto (cfr Veritatis splendor y Evangelium vitae, 70) y la calificaba de positivo signo de los tiempos. También dejó escrito que “La salud de una comunidad política existe cuando se expresa mediante la libre participación y responsabilidad de todos los ciudadanos en la gestión pública, la seguridad del derecho, el respeto y la promoción de los derechos humanos” (Sollicitudo res socialis, 44).

Ya en la Edad Media abundaron “profetas” filósofos y teólogos que proponían teorías democratizantes que sostuvieran el origen popular del poder, sin perjuicio de la última ratio divina y la idea del pacto social. Así Savonarola, Suárez y Belarmino aunque lamentablemente sólo influyeron en las universidades protestantes y en la misma Constitución de USA, pues las condiciones socio-económicas e ideológicas europeas no permitieron el establecimiento de regímenes democráticos (cf Martí, Francisco. Historia de la Iglesia (II) Palabra (2ª ed) 2000, pp 22-23).

Benedicto XIV (1740-58), antes de ser papa, cuando era obispo de Imola, declaraba en Navidad de 1797: "La forma democrática no repugna al Evangelio (...) la democracia exige virtudes sublimes que sólo se aprenden en la escuela de Jesucristo”.

Ya en 25-XI-2014, el papa Francisco en Estrasburgo, ante el Parlamento Europeo, volvió a hablar clarito (como suele) ante los eurodiputados y les recordó que “mantener viva la realidad de las democracias es un reto de este momento histórico, evitando que su fuerza real – fuerza política expresiva de los pueblos – sea desplazada ante las presiones de intereses multinacionales no universales (…) y las trasforman en sistemas uniformadores de poder financiero al servicio de imperios desconocidos”.
Y alertó sobre “una concepción uniformadora de la globalidad” que “daña la vitalidad del sistema democrático”.

Como la Iglesia es una sociedad, los bautizados sueñan en que algún día, lo más pronto posible, toda esta doctrina social se viva también dentro de la Iglesia y no sea solo para los de fuera del mundo eclesiástico. Lo dejó por escrito clarito Juan Pablo II en su primera encíclica “el Redentor del hombre”: La Iglesia, como sociedad humana, puede sin duda ser examinada según las categorías de las que se sirven las ciencias sociales.

De esa participación de tod@s en la Iglesia, Francisco ha recordado a los obispos chilenos en su viaje de estos 16-18 enero que los laicos no son nuestros peones, digámoslo claro, ni nuestros empleados. ¿Del dicho al hecho habrá un trecho?

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