6
enero 2018
Normalmente
somos nosotros quienes escribimos la carta a los “reyes magos” pidiéndoles,
claro está, regalos. Pero este año ocurre lo nunca visto ni oído: ¡nos escriben
ellos a nosotros!
Queridos
ciudadanos occidentales:
somos los magos llegados a Belén desde Oriente, y vinimos siguiendo el rumbo que nos marcaba la estrella que vimos en el cielo de nuestro país. Sabíamos que era signo de que nacía el llamado “rey de los judíos” y viajamos a Jerusalén para preguntar dónde había nacido.
somos los magos llegados a Belén desde Oriente, y vinimos siguiendo el rumbo que nos marcaba la estrella que vimos en el cielo de nuestro país. Sabíamos que era signo de que nacía el llamado “rey de los judíos” y viajamos a Jerusalén para preguntar dónde había nacido.
Con
el tiempo nos hemos enterado que, de alguna manera, ya estábamos anunciados en
los libros que llamáis del Antiguo Testamento. Así el profeta Isaías había
escrito: “Levanta los ojos y mira a tu
alrededor: (…) vienen a ti; tus hijos llegan de lejos … Te inundará una
multitud de camellos y dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Sabá,
trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor” (Is 60,
1-6).
Por
varias razones se nos considera reyes aunque en realidad no lo somos.
En los salmos atribuidos al rey judío David se lee “que los reyes de Tarsis y de los pueblos lejanos le traigan regalos, y
que le paguen tributos los monarcas de Arabia y de Sabá; que se postren ante él
todos los reyes, y lo sirvan todas las naciones” (Ps 71). Fue Tertuliano
quien inventó eso de considerarnos “reyes”.
Cuenta
el Evangelio de san Mateo que “nacido
Jesús en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes, unos Magos llegaron de
Oriente a Jerusalén” (Mt 2,1) pero el Delegado Fraterno de su Santidad
Abuna Paulos, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Etíope, en el 2º Sínodo de
Obispos sobre África (octubre 2009) dijo que el rey negro, Baltasar, fue el rey
de reyes etíope, el emperador Bazen. Pero Etiopía no está al oriente de Israel
sino al sur.
Bueno,
no nos enfadamos por lo que venís diciendo sin interpretar
textualmente vuestros libros sagrados pues aunque Isaías habló de una multitud
de camellos y dromedarios, vosotros ahora tenéis la convicción de que éramos
tres. Decís que fue el papa León
I el Magno quien estableció oficialmente este número de 3. De todos
modos, vuestros hermanos cristianos ortodoxos dicen que fuimos doce y por eso
el tiempo litúrgico navideño es de doce días.
Y afirmáis que nuestros nombres son Melchor, Gaspar y Baltasar y ello se lo
atribuis al
santo historiador inglés y doctor de la Iglesia Beda el Venerable (+735 con 62
años). El número es bonito para vosotros porque decís que tres son las Personas
divinas de la Santísima Trinidad, que es como definís al Dios único y supremo.
Además decís que éramos tres porque para los tiempos de Beda se pensaba que tres eran las razas de toda la humanidad; no conocíais aún América ni Oceanía.
En vuestro Catecismo se lee que «en
estos "magos", representantes de religiones paganas de pueblos
vecinos, el Evangelio ve las primicias de las naciones que acogen, por la
Encarnación, la Buena Nueva de la salvación (CEC 528). También vuestro “apóstol de las gentes”, Pablo de
Tarso, escribió a los efesios: “Los gentiles también son coherederos,
miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa”. Tenéis la convicción
de que la “epifanía” o manifestación de Dios, nacido en Belén, era algo universal en el tiempo y en el espacio.
Además de
esa creencia en la universalidad de la acción de Dios con los hombres (todos),
también pensáis que de nosotros podéis “aprender” cosas concretas para vuestra
conducta diaria. O sea que Dios nos utilizó de instrumentos suyos.
Entre
otras muchas cosas a considerar, vuestro actual papa Francisco, en la homilía
del 6 de enero de 2015 os recordaba (recordaba a todos los hombres de buena
voluntad) que “precisamente hoy, la Iglesia nos invita a meditar y rezar
sobre los Magos y su camino en busca del Mesías”.
O sea que
nosotros, los Magos os indicamos el camino que todos, creyentes, cristianos o
no, debemos recorrer en nuestra vida. Nosotros buscábamos la Luz verdadera, íbamos
en busca de Dios cuando seguimos el signo de la estrella, lo interpretamos y nos
pusimos en camino, haciendo un largo viaje.
Vosotros
los cristianos sabéis que el Espíritu
Santo es el que nos llamó e
impulsó a ponernos en camino y que en nuestro camino, encontramos muchas dificultades. No fueron
solamente del frío y el calor, el hambre y la sed en algunos momentos porque el
viaje era de más de mil kilómetros, que no se hacen en tres días. No sabéis
cómo se pusieron en contra del viaje bastantes de nuestros familiares y amigos,
sobre todo alguna suegra que otra.
Vosotros
consideráis que los pastores fueron a Jesús por el camino de la fe, en cambio nosotros,
los magos de Oriente, por el de la razón y la ciencia. La mayoría sabéis que
son dos caminos distintos pero que conducen a la misma meta.
Dice un refrán oriental que "Cuando
un dedo señala una estrella, todos los tontos sólo miran al dedo".
Quizá la estrella fue visible en toda la región persa pero muchos no levantaron
la visita y no la vieron. Quizá muchos vieron la estrella, pero no la
siguieron. Quizá algunos la vieron y la siguieron, pero les faltó constancia y
desistieron. Nosotros, en cambio, vimos la estrella, nos pusimos en marcha, nos
enfrentamos también al simún del desierto, y llegamos hasta el final. Hoy,
al cabo de XXI siglos, sigue pasando lo mismo en la vida de cada hombre o mujer
del planeta, de cualquier raza o religión.
El papa Francisco recuerda en su primera encíclica que “La fe no le tiene miedo a la razón; al contrario, la busca y confía en ella, porque «la luz de la razón y la de la fe provienen ambas de Dios», y no pueden contradecirse entre sí (Evangeli gaudium, 242).
Ya antes que él, Juan Pablo II, en su encíclica sobre la Fe y la razón, también os recordó lo mismo, que “La fe y la razón son como dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad (…) Tanto en Oriente como en Occidente es posible distinguir un camino que, a lo largo de los siglos, ha llevado a la humanidad a encontrarse progresivamente con la verdad y a confrontarse con ella”.
Nos hemos enterado de que gran parte del método científico
fue innovado por académicos islámicos, y posteriormente por cristianos. El
hinduismo aceptó la razón y el empirismo, indicando que la ciencia ofrece un
legítimo pero incompleto conocimiento del mundo. El pensamiento confucionista
ha mantenido diferentes puntos sobre la ciencia a través de la historia. La
mayoría de los budistas actuales ven la ciencia como complementario a sus
creencias.
Un estudio de Edward Larson de la Universidad de Giorgia y de
Larry Witham del Instituto
Discovery de Seattle publicado en
Nature muestra que el problema no sería por causa de la fe ni de la
ciencia, sino de algunos científicos, que rechazan el dato revelado y se
declaran ateos. Dicen que sólo un 40% de científicos USA creen en un Ser
supremo y en la vida eterna. Nosotros añadimos que hay, ha habido y seguirá
habiendo creyentes que menosprecian la ciencia, como ocurre con los
fundamentalistas cristianos evangelistas norteamericanos.
A nosotros se nos considera “magos venidos de
Oriente” y decís que éramos una tribu de influencia política, especialistas en
prácticas mágicas, en la interpretación de sueños y en astrología que hubo por
toda Asia hasta el Mediterráneo. Teníamos una concepción dualista y un ritual artificial
que se abrió a corrientes exóticas y, aunque llegamos a aceptar el monoteísmo
zoroástrico del dios Ahura-Mazda.
En nuestra religión persa de Ahura-Mazda
(Señor-Sabiduría), sus fuentes literarias son un milenio después de su
asentamiento en aquella meseta del Irán. En contacto con los pueblos vencidos
(asirios), aceptamos muchas de esas creencias y prácticas que, en sincretismo
con las nuestras, originaron nuevas formaciones religiosas.
Con Zoroastro nuestra religión persa se reformó
hacia una moralidad más elevada. Zoroastro (palabra griega del castellano
Zaratustra), no fue un fundador sino un reformador, más ético que teológico.
Los griegos del s IV hablan de su “filosofía” y no de su “religión”. Nacido en
VII-VI aC, como Buda y Confucio, Zoroastro se retiró a una gruta, durante 6 años.
Tenía 30 años cuando en éxtasis, se le apareció Ahura-Mazda revelándole cosas
que, tras meditarlas diez años, las predicó. Entre ellas, la santidad de Ahura-Mazda,
su inmediata venida, la urgencia de ponerse de su parte y la necesidad de
innovar ciertas creencias religiosas y el ritual mazdeista.
Parece
que, aunque de un modo poco claro, esperábamos la venida de Dios, como también
esperaban los aztecas de América
central algo así, venido del este (para ellos).
¡Feliz
año nuevo 2018!
No hay comentarios:
Publicar un comentario