martes, 2 de enero de 2018

CARTA DE LOS REYES MAGOS

6 enero 2018


Normalmente somos nosotros quienes escribimos la carta a los “reyes magos” pidiéndoles, claro está, regalos. Pero este año ocurre lo nunca visto ni oído: ¡nos escriben ellos a nosotros!

Queridos ciudadanos occidentales: 
somos los magos llegados a Belén desde Oriente, y vinimos siguiendo el rumbo que nos marcaba la estrella que vimos en el cielo de nuestro país. Sabíamos que era signo de que nacía el llamado “rey de los judíos” y viajamos a Jerusalén para preguntar dónde había nacido.

Con el tiempo nos hemos enterado que, de alguna manera, ya estábamos anunciados en los libros que llamáis del Antiguo Testamento. Así el profeta Isaías había escrito: “Levanta los ojos y mira a tu alrededor: (…) vienen a ti; tus hijos llegan de lejos … Te inundará una multitud de camellos y dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Sabá, trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor” (Is 60, 1-6).

Por varias razones se nos considera reyes aunque en realidad no lo somos. En los salmos atribuidos al rey judío David se lee “que los reyes de Tarsis y de los pueblos lejanos le traigan regalos, y que le paguen tributos los monarcas de Arabia y de Sabá; que se postren ante él todos los reyes, y lo sirvan todas las naciones” (Ps 71). Fue Tertuliano quien inventó eso de considerarnos “reyes”.

Cuenta el Evangelio de san Mateo que “nacido Jesús en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes, unos Magos llegaron de Oriente a Jerusalén” (Mt 2,1) pero el Delegado Fraterno de su Santidad Abuna Paulos, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Etíope, en el 2º Sínodo de Obispos sobre África (octubre 2009) dijo que el rey negro, Baltasar, fue el rey de reyes etíope, el emperador Bazen. Pero Etiopía no está al oriente de Israel sino al sur.

Bueno, no nos enfadamos por lo que venís diciendo sin interpretar textualmente vuestros libros sagrados pues aunque Isaías habló de una multitud de camellos y dromedarios, vosotros ahora tenéis la convicción de que éramos tres. Decís que fue el papa León I el Magno quien estableció oficialmente este número de 3. De todos modos, vuestros hermanos cristianos ortodoxos dicen que fuimos doce y por eso el tiempo litúrgico navideño es de doce días.

Y afirmáis que nuestros nombres son Melchor, Gaspar y Baltasar y ello se lo atribuis al santo historiador inglés y doctor de la Iglesia Beda el Venerable (+735 con 62 años). El número es bonito para vosotros porque decís que tres son las Personas divinas de la Santísima Trinidad, que es como definís al Dios único y supremo. Además decís que éramos tres porque para los tiempos de Beda se pensaba que tres eran las razas de toda la humanidad; no conocíais aún América ni Oceanía.

En vuestro Catecismo se lee que «en estos "magos", representantes de religiones paganas de pueblos vecinos, el Evangelio ve las primicias de las naciones que acogen, por la Encarnación, la Buena Nueva de la salvación (CEC 528). También vuestro “apóstol de las gentes”, Pablo de Tarso, escribió a los efesios: “Los gentiles también son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa”. Tenéis la convicción de que la “epifanía” o manifestación de Dios, nacido en Belén, era algo universal en el tiempo y en el espacio.

Además de esa creencia en la universalidad de la acción de Dios con los hombres (todos), también pensáis que de nosotros podéis “aprender” cosas concretas para vuestra conducta diaria. O sea que Dios nos utilizó de instrumentos suyos.

Entre otras muchas cosas a considerar, vuestro actual papa Francisco, en la homilía del 6 de enero de 2015 os recordaba (recordaba a todos los hombres de buena voluntad) que “precisamente hoy, la Iglesia nos invita a meditar y rezar sobre los Magos y su camino en busca del Mesías”.

O sea que nosotros, los Magos os indicamos el camino que todos, creyentes, cristianos o no, debemos recorrer en nuestra vida. Nosotros buscábamos la Luz verdadera, íbamos en busca de Dios cuando seguimos el signo de la estrella, lo interpretamos y nos pusimos en camino, haciendo un largo viaje.

Vosotros los cristianos sabéis que el Espíritu Santo es el que nos llamó e impulsó a ponernos en camino y que en nuestro camino, encontramos muchas dificultades. No fueron solamente del frío y el calor, el hambre y la sed en algunos momentos porque el viaje era de más de mil kilómetros, que no se hacen en tres días. No sabéis cómo se pusieron en contra del viaje bastantes de nuestros familiares y amigos, sobre todo alguna suegra que otra.

Vosotros consideráis que los pastores fueron a Jesús por el camino de la fe, en cambio nosotros, los magos de Oriente, por el de la razón y la ciencia. La mayoría sabéis que son dos caminos distintos pero que conducen a la misma meta.

Dice un refrán oriental que "Cuando un dedo señala una estrella, todos los tontos sólo miran al dedo". Quizá la estrella fue visible en toda la región persa pero muchos no levantaron la visita y no la vieron. Quizá muchos vieron la estrella, pero no la siguieron. Quizá algunos la vieron y la siguieron, pero les faltó constancia y desistieron. Nosotros, en cambio, vimos la estrella, nos pusimos en marcha, nos enfrentamos también al simún del desierto, y llegamos hasta el final. Hoy, al cabo de XXI siglos, sigue pasando lo mismo en la vida de cada hombre o mujer del planeta, de cualquier raza o religión.

El papa Francisco recuerda en su primera encíclica que “La fe no le tiene miedo a la razón; al contrario, la busca y confía en ella, porque «la luz de la razón y la de la fe provienen ambas de Dios», y no pueden contradecirse entre sí (Evangeli gaudium, 242). 

Ya antes que él, Juan Pablo II, en su encíclica sobre la Fe y la razón, también os recordó lo mismo, que “La fe y la razón son como dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad (…) Tanto en Oriente como en Occidente es posible distinguir un camino que, a lo largo de los siglos, ha llevado a la humanidad a encontrarse progresivamente con la verdad y a confrontarse con ella”.

Nos hemos enterado de que gran parte del método científico fue innovado por académicos islámicos, y posteriormente por cristianos. El hinduismo aceptó la razón y el empirismo, indicando que la ciencia ofrece un legítimo pero incompleto conocimiento del mundo. El pensamiento confucionista ha mantenido diferentes puntos sobre la ciencia a través de la historia. La mayoría de los budistas actuales ven la ciencia como complementario a sus creencias.

Un estudio de Edward Larson de la Universidad de Giorgia y de Larry Witham del Instituto Discovery de Seattle publicado en Nature muestra que el problema no sería por causa de la fe ni de la ciencia, sino de algunos científicos, que rechazan el dato revelado y se declaran ateos. Dicen que sólo un 40% de científicos USA creen en un Ser supremo y en la vida eterna. Nosotros añadimos que hay, ha habido y seguirá habiendo creyentes que menosprecian la ciencia, como ocurre con los fundamentalistas cristianos evangelistas norteamericanos.

A nosotros se nos considera “magos venidos de Oriente” y decís que éramos una tribu de influencia política, especialistas en prácticas mágicas, en la interpretación de sueños y en astrología que hubo por toda Asia hasta el Mediterráneo. Teníamos una concepción dualista y un ritual artificial que se abrió a corrientes exóticas y, aunque llegamos a aceptar el monoteísmo zoroástrico del dios  Ahura-Mazda.

En nuestra religión persa de Ahura-Mazda (Señor-Sabiduría), sus fuentes literarias son un milenio después de su asentamiento en aquella meseta del Irán. En contacto con los pueblos vencidos (asirios), aceptamos muchas de esas creencias y prácticas que, en sincretismo con las nuestras, originaron nuevas formaciones religiosas.

Con Zoroastro nuestra religión persa se reformó hacia una moralidad más elevada. Zoroastro (palabra griega del castellano Zaratustra), no fue un fundador sino un reformador, más ético que teológico. Los griegos del s IV hablan de su “filosofía” y no de su “religión”. Nacido en VII-VI aC, como Buda y Confucio, Zoroastro se retiró a una gruta, durante 6 años. Tenía 30 años cuando en éxtasis, se le apareció Ahura-Mazda revelándole cosas que, tras meditarlas diez años, las predicó. Entre ellas, la santidad de Ahura-Mazda, su inmediata venida, la urgencia de ponerse de su parte y la necesidad de innovar ciertas creencias religiosas y el ritual mazdeista.

Parece que, aunque de un modo poco claro, esperábamos la venida de Dios, como también esperaban los aztecas de América central algo así, venido del este (para ellos).

¡Feliz   año nuevo   2018!

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