martes, 18 de julio de 2017

ALIANZA TRONO - ALTAR



Cada 17 julio en el santoral romano está (san) León IV, (+855), papa romano, benedictino. Al frente del ejército romano, frenó en Ostia a los sarracenos que querían invadir Roma en 849. Reparó las devastaciones de los sarracenos, fortificó Ostia, Porto y san Pedro creando la ciudad leonina y extendiendo los muros del Trastevere hasta el castillo de sant'Angelo. Toda una crónica que no tiene nada de espiritual, religiosa, evangélica… podrían ponerse muchos ejemplos más (¿cientos?).

Jesús dijo claramente que su reino (el reino de Dios o reino de los cielos) no es de este mundo y los evangelios cuentan que en más de una ocasión no se dejó aclamar rey de Israel como pretendían aquellos judíos entusiasmados con sus obras y su conducta.
Y además dejó claramente explicado que lo político y lo religioso no pueden confundirse ni olvidarse: dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. A cada uno lo suyo, quedando claro que ninguno es más que el otro pero el césar quiere ser Dios y el de Dios quiere ser césar, tentación que acechó tras terminar las persecuciones habidas en el Imperio romano y el papa y el rey se convirtieron en una pareja de hecho. El papa se constituyó en rey y algunos reyes han sido apodados “sacristanes”.

Es una constante en la historia de la humanidad el que la política ha estado siempre mezclada con la religión en una simbiosis favorable para ambas. Así en el Egipto faraónico, en el Imperio Inca, en el Imperio romano, donde el Emperador Julio César decretó ser considerado dios en la tierra y obligando a los ciudadanos a tributarle culto, incensando sus estatuas esparcidas por todo el imperio.

El lamaísmo, rama del budismo que creó una teocracia o como quiera que se llame, el estado del Tibet. También el Vaticano los es así como y un montón de naciones musulmanas. El actual Dalai Lama que ha vivido exiliado casi toda su vida, manifestó su propósito de renunciar a la jefatura de Estado y a la presidencia de gobierno de su nación. Ojalá sirva de modelo y anime a los demás.

Confucio es el nombre de K'ung Fu Tse (el Maestro K'ung) latinizado por los jesuitas misioneros chinos del siglo XVIII. Nacido en 552 aC, su prestigio le llevó a tener plenos poderes en toda la región; llegó a ministro de Justicia y con 56 años, se le concedió gobernar su Estado natal y que sirvió de modelo para aplicar sus teorías. Su obsesión era educar a los jóvenes para la vida y para la política.

Chan Tao-ling
Lao-Tsé (604-531 aC) fundó el taoísmo después de contemplar tanta corrupción en la corte imperial en la que trabajaba. Siglos después, en el 1 y 2 dC, Chang Tao-ling fue el primero de los llamados “Preceptores celestes” y se le premió con unas tierras que convirtió en Estado taoísta que en 1927 fue suprimido por el gobierno. El que mandaba en aquel Estado se llamaba “Maestro del cielo”.

También el cristiano emperador Teodosio, impulsado por el papa de entonces, (san) Dámaso, fue más allá de los límites correctos que habían implantado Galerio y Constantino cuando en 311 y 313 decretaron la legalidad de la religión cristiana; ya era tan legal como cualquier otra religión imperial. Teodosio concedió a la Iglesia (o sea al papa) un poder enorme, ofreciéndole la estructura del Estado a su servicio, a cambio de lograr el poder que le daba esta religión sobre su gente. El entonces obispo de Roma se frotó las manos y cayó en la tentación.

Una de las costumbres que marcaron la importancia de la Iglesia cristiana en el Imperio fue la coronación del Emperador por parte del Patriarca, lo que le daba la tan buscada legitimidad, aunque el Emperador fuera un usurpador. Pero el mismo papa se constituyó rey o emperador (pontifex maximus como el emperador romano) y el primero en recibir la coronación fue el papa (san) León I "magno"de manos del Patriarca de Constantinopla en 457. La coronación del papa duró hasta el siglo XX, cuando Juan Pablo I la suprimió (¿para siempre?).

El papa Símaco (†514) había consolidado los bienes eclesiásticos, llamándolos beneficios estables y se le atribuye la primera construcción del Palacio Vaticano. Constantino había regalado al papa los palacios lateranenses que eran propiedad de su esposa.

Carlomagno (+814 con 72 años), siendo rey de los francos, de los lombardos y emperador de Occidente fue coronado por el papa León III como "imperator augustus" en Navidad de 800 y tomó el relevo a Oriente como protector de Roma. Ya antes (751) su padre Pipino "el breve", tras deponer a Childerico III (que fue el último merovingio), fue ungido rey por el papa Zacarías. Tres años después, el papa Esteban III lo volvería a ungir con sus hijos. El ritual utilizado en Europa era el de la Hispania mozárabe que se venía usando hacía siglos.

San Edmund (+870 con 29 años), fue rey inglés que, según la costumbre de la época, fue coronado por Humberto, el obispo de Elma, en Navidad de 855. Edmund acabó como san Esteban, martirizado, asaetado y azotado.

La sede en la Basílica vaticana de san Pedro, llamada la cátedra de san Pedro, la regaló el rey Carlos “el calvo” (nieto de Carlomagno) al papa Juan VIII y fue en ella donde fue coronado el día de Navidad de 875. La silla, sede o trono fue usado por los papas en las ceremonias litúrgicas hasta que en 1666 se integró en un nicho del altar de Bernini.

Santa Adelaida (Adela o Alicia) (+999 con 68 años), borgoñesa que llegó a emperatriz de Occidente estuvo 3 años casada con Lotario, el rey de Italia y luego con el emperador Otón I de Alemania quienes en Roma fueron coronados por el papa Juan XII.

Por la ley del péndulo, el papa buscó la ayuda en los germanos cuando dejó en la estacada a los francos, y entonces el papa Benedicto VIII coronó al emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (san) Enrique II de Babiera y a su esposa, la reina (santa) Cunegunda de Bamberg (+1040 con 62 años) el 14 de febrero de 1014. Anteriormente lo había coronado en Maguncia en 1007 por medio del obispo de allí, Willigis (+1011).

Mientras tanto (san) Esteban, el primer rey de Hungría (+1038 con 63 años) fundó el santuario de Ntra Sra Alba Real, donde colocó su corona real a los pies de la imagen de la Virgen al proclamarla Soberana de su reino: Magna Domina Hungarorum.

San Astrico (+1039), también llamado Anastasio, era un monje de Roma a quien el papa Gregorio V envió a Hungría donde se hizo amigo de san Esteban cuando era aún duque. Esteban quería ser rey y le mandó a Roma a obtener el permiso del papa. Silvestre II le concedió cuanto pedía y le regaló una corona rica en piedras preciosas. Esteban le nombró obispo de Estrigonia, en Hungría.

En el antiguo Israel se incoó la monarquía al coronar rey al juez Gedeón (s XIII aC) aunque él la rechazó bruscamente, en gesto típicamente profético y figura de Cristo que también rechazó todo conato de ser proclamado rey; sólo se dejó poner una corona de espinas.

No solamente en la Edad Media, sino hasta las puertas del tercer milenio se siguen dando hechos incorrectos, con el Evangelio en la mano. San Lorenzo de Brindisi (+1619 con 60 años), fue un capuchino predicador por toda Europa y en la batalla de 1601 de la guerra entre Hungría y los turcos (16 mil católicos frente a 60 mil mahometanos), arengó a los militares, aconsejó a los generales y condujo el ejército cristiano aunque él sin más armas que el crucifijo. En Madrid fundó un convento capuchino mientras persuadía a Felipe III que se apuntase a la Santa Alianza o Liga Católica.

En Europa, tras la derrota del Imperio napoleónico, desde 1814, en el Congreso de Viena, resuena la frase “alianza trono y altar” formulada por los contra-revolucionarios de la llamada “Restauración” que pretendían recuperar el “Antiguo Régimen” medieval de las monarquías católicas tradicionales que la Revolución francesa (gracias a Dios) había empezado a desmantelar. La revolución de 1848 quiso acabar con las monarquías absolutas o por lo menos lograr que fueran “aguadas” haciéndolas parlamentarias o constitucionales.

Hay un buen puñado de cristianos que desgraciadamente creen que si no hay alianza del trono y del altar, la Iglesia fundada por Cristo se va al garete. A pesar de que el mismo Jesús dijo que las puertas del infierno no podrán contra ella. Esos monárquicos faltan gravemente a la caridad y a la justicia pues desechan a los republicanos y los envían directamente al infierno. Increíblemente tocan el himno nacional en actos religiosos dedicados a la Virgen o al Santísimo Sacramento (en Corpus) ¡Cuándo caerán en la cuenta del tremendo error!

El grito “Dios, patria y rey” seguro que, por lo menos, hace fruncir el ceño a Jesucristo y quizá llorar a su Madre bendita.

A veces a favor pero otras en contra para culpar a los cristianos de todo lo malo.  Por cierto, cada 18 de julio, es también aniversario del incendio de Roma en el año 64, atribuido a Nerón, pero que hoy se demuestra que no fue provocado por él sino por la corrupción de los gobernantes urbanos. Echar la culpa a los cristianos fue una jugada política para desviar la atención del pueblo, muy enfadado por la ineptitud de los servicios sociales.

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