Un
solo Dios pero tres Personas divinas.
Unidad y pluralidad.
Esta
fiesta se celebra anualmente el domingo siguiente a Pentecostés que en este
2017 cae el 11 de junio. La fecha es móvil pues depende de la de la Pascua de
la Resurrección.
En
cambio en este domingo posterior a Pentecostés, los ortodoxos celebran la
solemnidad de todos los santos que para los católicos se celebra siempre el 1
de noviembre.
¿Qué
no tiene importancia práctica? ¿Qué más da que sean 3 ó 5? Con este título
colgué un post en 2012.
La
importancia del misterio trinitario está reflejada en la Eucaristía, de la que
vive la Iglesia, la que es –como dijo el Concilio- la fuente y la cumbre de la
vida cristiana. Fuente que es de donde mana lo necesario para vida. La cumbre
es la meta de llegada. Por eso la Eucaristía empieza invocando a la Trinidad
con el saludo de Pablo: La gracia del
Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre
con todos vosotros (2Cor 13, 11-13). Y termina con la invocación a la
Trinidad con la bendición final con la que se despide a la asamblea.
Cabe
pensar que lo más probable es que los hombres y mujeres que vivieron antes de
Cristo, los del Antiguo Testamento (AT), no conocieran esta verdad sobre la
esencia trinitaria del único Dios verdadero. Ni se les pudo pasar por la
imaginación una ocurrencia así aunque ciertos expertos dicen que para Abraham
fue algo evidente cuando a su tienda (era nómada) llegaron tres “hombres”
caminantes que eran tres ángeles (Gn 18, 1 ss)
En
el libro del Éxodo se lee que “en
aquellos días, Moisés subió de madrugada al monte Sinaí, como le había mandado
el Señor (…) El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí” (Ex 34, 4b-6.
8-9). Ese “se quedó con él allí” se entiende que es Moisés con Iahveh pero
¿vería a Dios Trino? En otro versículo posterior se dice que veía a Dios cara a
cara cuando Yahveh bajaba a la tienda del tabernáculo que contenía el arca de
la alianza (la que buscaba Indiana Jones).
Como
Dios se ha ido revelando poco a poco a lo largo de los siglos, cabe acertar al
afirmar lo anterior, de que en el AT no conocían tal misterio del ser de Dios
pero a partir de la encarnación del Verbo, el Hijo, Cristo Jesús, este misterio
es el principal o central de la fe cristiana. Y aunque no se entienda, conviene
llevar a la práctica sus consecuencias. Ya con el tiempo, a lo mejor, iremos
entendiendo algo.
El papa Francisco dijo en un ángelus, como hace
todos los domingos del año: Es Jesús
quien nos ha revelado al Padre y quien nos ha prometido el Espíritu Santo. La
Trinidad no es el producto de razonamientos humanos, es el rostro con el que
Dios se ha revelado a sí mismo, no desde lo alto de un trono, sino caminando
con la humanidad (Ángelus 2014).
Para
el Consejo Mundial de las Iglesias, que tiene su sede central en Ginebra, es la
pregunta clave para reconocer todo grupo o comunidad que quiera federarse para
lograr la deseada unidad de los cristianos. Si no creen en la Trinidad, no los
consideran cristianos y se les niega su petición.
Me
acuerdo que en el examen de Religión en la reválida de 4º de bachillerato (de
aquellos tiempos) que los colegios “privados” debían hacer en un Instituto al
que estaban adscritos, la pregunta fue citar los tres momentos que en los
evangelios se revela directamente la Trinidad.
A
lo largo de los siglos de cristianismo no han faltado sant@s que directamente
se refiriesen a la Trinidad Beatísima de una manera u otra.
Bárbara, virgen de
Nicomedia, mártir en el 313, se la representa con un castillo con tres
ventanas pues en el que fue encerrada por su padre antes de ejecutarla, ella
abrió un tercer ventanal para recordatorio de la Stma. Trinidad.
Patricio, conocido monje, patrono de Hibernia (Irlanda) (+461 con 76
años), usaba la hoja de trébol para explicar la Stma Trinidad.
Bladulfo (+630) es otro monje, discípulo de san Columbano y que, por discutir al
rey arriano Ariovaldo sobre la Stma Trinidad, lo quiso matar a bastonazos.
Sobrevivió a ello y años después murió tranquilamente en el monasterio de Bobbio
en Emilia-Romaña.
Bonifacio VIII |
Juan de Mata (+1213 con 53
años) fue el sacerdote co-fundador de los Trinitarios con
Félix de Valois que llevan en su hábito una cruz tricolor, en honor de la
Santísima Trinidad y porque opinaba que la Trinidad es el dogma fundamental del
cristianismo y el que más ofende a los musulmanes (¡??!).
La regla primitiva de esa Orden monacal,
en honor de la Trinidad, dispone también que en cada convento haya tres sacerdotes
y tres legos, más el superior o ministro y que las rentas se dividieran en tres
partes: dos para el sustento y actividades hospitalarias y la tercera para el
rescate. Un monje trinitario, el padre Juan Gil, liberó a Cervantes en 1580 en
Argel.
Sergio de Radonez (+1392
con 78 años), el padre del monacato en Rusia, construyó la iglesia de la Stma
Trinidad. Es allí lo que Francisco de Asís para Occidente.
Josafat (+1623 con 43
años) fue obispo
de Lituania y antes era monje en el monasterio de la Stma Trinidad de
los “basilios” en Vilna.
El
misterio trinitario es no solo útil sino necesario para esta vida pues sirve
conscientemente para tod@ bautizad@ e inconscientemente para los demás hombres
y mujeres de la humanidad. Por eso Dios se nos ha revelado para la vida
cotidiana y no tanto al modo de Juan de Mata u otros para dar nombre a
monasterios, iglesias, vestimentas, etc.
Algo
evidente y directamente relacionado con la Trinidad y la vida cotidiana de todo
ser humano es entender que, ya que somos imagen y semejanza de Dios, hemos de
aplicar a la vida diaria el cultivar y defender la unidad en la pluralidad. Las
otras actitudes que se han dado (¿se siguen dando?) son nefastas, inhumanas,
deplorables.
Francisco, en este reciente Pentecostés del
domingo pasado, dijo en la homilía: El
Espíritu Santo es garante, también, de la verdadera "unidad en la
diferencia" -no la
diversidad no reconciliada o la uniformidad sin más- que ha de vivir la
Iglesia, cuyo "cumpleaños" se celebra hoy. La unidad verdadera, aquella según Dios,
que no es uniformidad, sino unidad en la diferencia (…) no se alcanza buscando
ni la diversidad sin unidad ni la unidad sin diversidad (…) La unidad en la
diferencia no es la de "bandos y partidos" ni la de
"planteamientos excluyentes" o "particularismos". Sus defensores no son los
"guardianes inflexibles del pasado" ni los "vanguardistas del
futuro”.
Ya en su primera encíclica “la alegría del evangelio”
escribió: El Espíritu Santo también
enriquece a toda la Iglesia evangelizadora con distintos carismas. Son dones
para renovar y edificar la Iglesia. No son un patrimonio cerrado, entregado a
un grupo para que lo custodie (EvG, 130).
Sólo Él puede suscitar la diversidad, la pluralidad, la
multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la unidad. En cambio, cuando (…) nos
encerramos en nuestros particularismos, en nuestros exclusivismos, provocamos
la división y, por otra parte, cuando somos nosotros quienes queremos construir
la unidad con nuestros planes humanos, terminamos por imponer la uniformidad,
la homologación (EvG, 131).
Evidentemente, así las cosas, no es correcto, no es cristiano,
lamentarse de la actual situación sociológica de Occidente que, gracias a Dios
y a un buen puñado de hombres y mujeres, se está saneando para que deje de ser
esa estructura anti evangélica de la uniformidad católica y las persecuciones,
expulsiones y genocidios perpetrados en nombre de Dios y de la verdad (que solo
tienen ellos).
Juan
Pablo II, entre otros miles de referencias, escribía en la Ex Ap Ecclesia in Africa tras el Sínodo de
obispos sobre ese maravilloso continente que es muy distinto a Europa, a Asia y
a las dos Américas, y que presentó en Camerún en 1995: En nuestros días, en el marco de una sociedad pluralista, es sobre todo …
Insistía años después, en 2001, en la carta apostólica sobre el
nuevo milenio estrenado (el tercero): En
la situación de un marcado pluralismo
cultural y religioso, tal como se va presentando en la sociedad del nuevo
milenio, este diálogo es también importante... (NMI, n. 55)
El
Himno de vísperas de esta fiesta de la Trinidad reza (canta) así: “¡Dios mío,
Trinidad a quien adoro! (…) te confesamos y te bendecimos (…) ¡Dios mío,
Trinidad a quien adoro! Haced de nuestras almas vuestro cielo, llevadnos al
hogar donde tú habitas, Señor, Dios nuestro”.
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