La venida del Espíritu
Santo fue,
había sido y sigue siendo habitual
Normalmente al hablar de la
venida del Espíritu Santo se suele un@ quedar atrapado en el día de
Pentecostés, cuando descendió llamativamente sobre los discípulos que estaban
reunidos en el cenáculo en Jerusalén. Pero me resulta interesante re-descubrir
algunas referencias en otros momentos de la historia de la humanidad.
Esta vez ojeo en el Antiguo
Testamento donde con cierta frecuencia se presenta como un viento, ya desde el
principio, en la creación. Al principio
creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad
por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas
(Gen 1, 1-2).
En otro momento se lee: Se acordó Dios de Noé y de todos los
animales y de los ganados que con él estaban en el arca. Dios hizo pasar un
viento sobre la tierra y las aguas decrecieron (Gen 8, 1). Al Espíritu
Santo le llamamos en el credo “Señor y Dador de vida”.
Cuando el
Resucitado se aparece en el cenáculo ante los discípulos allí encerrados,
ya atardecido hacía algunas horas, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid
el Espíritu Santo.
Otro símbolo del Espíritu
Santo era y es la unción con aceite: Tomó
Samuel el cuerno de aceite y le ungió en medio de sus hermanos. Y a partir de
entonces, vino sobre David el Espíritu de Iahveh (1Sam 16, 13-14). Jesús también fue ungido por el Espíritu
Santo, aunque no materialmente, cuando se posó sobre él en forma de paloma,
después de ser bautizado por Juan en el Jordán. Ahora la unción con óleo es en el Bautismo y en la Confirmación.
La acción del Espíritu era y es sobre
personas concretas, sean o no judí@s (hoy se diría sean o no cristian@s). Así
con José, Besalel, Eldad y Medad, Caleb, Balaam, Otniel, Gedeón, Jefté, Sansón,
Saúl, David, Sedecías, Elías, Eliseo, Amasay, Azarías, Yajaziel, Zacarías,
Ezequiel, Daniel, el copero mayor de Senaquerib, rey de Asur, Zorobabel, Job,
etc.
Hasta los no judíos sabían
del Espíritu Santo: “Pareció bien el discurso (de José) al Faraón y a todos sus
servidores, y dijo el Faraón a sus servidores:¿Acaso se encontrará otro como
éste que tenga el Espíritu de Dios?” (Gn 41:37-39).
Y al alzar los ojos, vio Balaam a Israel acampado por
tribus. Y le invadió el Espíritu de Dios
(Num 24, 2). Balaam no era del
pueblo israelita sino hijo de Beor y vivía con su familia en Petor, ciudad que
estaba junto al río Éufrates.
He oído decir
–dice Nabucodonosor- que en ti (se
refiere a Daniel) reside el Espíritu de
los dioses y que hay en ti luz, inteligencia y sabiduría extraordinarias
(Dan 5, 14).
¿A quién, dice
Job a Bildad de Sujad, has dirigido tus
discursos, y de quién es el Espíritu que ha salido de ti? (Job 26, 4). Pero en verdad, es un soplo en el hombre, es
el Espíritu de Sadday lo que hace inteligente (Job 32, 8 y 34, 14-15).
Cuenta el profeta Ezequiel que cada uno marchaba de frente; donde el Espíritu les
hacía ir, allí iban, y no se volvían en su marcha (Ez 1, 12).
Eliseo “tomó el manto de Elías y
golpeó las aguas (…) Habiéndole visto la comunidad de los profetas que estaban
enfrente, dijeron: El Espíritu de Elías
reposa sobre Eliseo” (2Reyes 2, 14-16).
Entonces el Espíritu revistió a Amasay, jefe de los
Treinta (1Cr 12, 19). Vino entonces el Espíritu de Dios sobre
Azarías, hijo de Oded (1Cr 15, 1-2). Vino
el Espíritu de Iahveh sobre Yajaziel, hijo de Zacarías (1Cr 20:14). Entonces el Espíritu de Dios revistió a
Zacarías, hijo del sacerdote Yehoyadá (1Cr 24:20).
Se pueden sacar algunos
cientos más de citas bíblicas del AT sobre el Espíritu Santo pero seguir sería
agotador para mí y para el lector.
Juan Pablo II en 1986 (Enc Dominum et
vivificantem) se refería a un documento del Vaticano II en el que se lee: “El
Espíritu Santo obraba ya sin duda en el mundo antes de que Cristo fuera glorificado”.
Por su parte Francisco desea evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo
(…) para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente (EvG,
259). Una mirada de fe sobre la realidad no puede dejar de
reconocer lo que siembra el Espíritu Santo (…) Allí hay que reconocer mucho más
que unas «semillas del Verbo» (EvG, 68).
En una homilía matutina en la Misa en santa Marta en mayo de 2016 dijo: El Espíritu Santo es el que mueve a la Iglesia, aunque para muchos cristianos de hoy es un desconocido (…) el Espíritu Santo nos hace cristianos reales, no virtuales, y exhortaba a dejarnos impulsar por Él, que nos enseña el camino de la libertad.
En otra ocasión, en abril de este 2017, con los 9
cardenales consejeros, los pasajes de la Liturgia de la Palabra de aquel día con
el encuentro de
Nicodemo con Jesús y el testimonio de Pedro y Juan, después de la curación del
tullido, Francisco enseñaba a
considerar que el Espíritu Santo nos da
la libertad que hace que el anuncio del Evangelio se produzca sin compromisos
ni rigideces. Dijo que Jesús explica a Nicodemo con amor y paciencia que es
necesario “nacer del Espíritu” y, por tanto, pasar “de una mentalidad a otra”.
En la Pentecostés de 2015 dijo:
El
mundo tiene necesidad de hombres y mujeres no cerrados, sino llenos de Espíritu
Santo” que luchen contra el pecado y la corrupción. Y habló
sobre los dones, cómo ponerlos en práctica y la importancia de hacerlo en medio
del mundo sin cerrarse a su acción.
Hay testimonios ya del siglo
IV de que en las grandes Iglesias de Constantinopla, Roma y Milán, así como en
la Península Ibérica, se festejaba Pentecostés el último día de la cincuentena
pascual. La secuencia "Veni, Sancte Spiritus" que puede leerse,
cantarse o rezarse en la Liturgia de la Palabra, se atribuye a Roberto II “el
piadoso”, rey de Francia, que tuvo por consejero a san Fulberto, obispo de Chartres (+1029 con 69 años) y eligió para obispo de
Orleans a san Teodorico (Thierry) (+1022), monje en la abadía de St.
Pierre-le-Vif en Sens.
El
famoso himno del “Veni Creator Spíritus” fue compuesto probablemente por san Rábano
Mauro (+856 con 76 años), benedictino, abad de Fulda durante 20 años y luego
obispo de Colonia que dimitió para llevar vida eremítica. Benedicto XVI glosó
su figura (Aud Gral miércoles 03-06-2009), y –entre otras cosas- recordó que se
le tiene como “praeceptor Germaniae” (maestro de Alemania) y que en su biografía
sobre María Magdalena (pp 26, 27) opina que Jesús la nombró apóstol y ejerció
esa tarea.
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