Este domingo, este año 2017 el 18 de junio, el siguiente a
la Stma Trinidad, se celebra en casi
todo el mundo católico la solemnidad vulgarmente llamada “el corpus”. El
Vaticano este año empieza a celebrarlo también y no en jueves aunque aun quedan
por actualizarse algunas diócesis o ciudades, como Toledo.
Vulgarmente se llama “el
corpus” pero la reforma del Concilio Vaticano II ha querido indicar que es
mejor dejar de llamarse así pues es un reduccionismo que atenta al Evangelio
pues Jesús mismo nos dio a la vez su cuerpo y su sangre, sin hacer distingos.
Juan Pablo II, en su
encíclica Eucharistia de Ecclesia (EdeE) recordaba que “la Iglesia vive de la Eucaristía… La mirada de la Iglesia se dirige
continuamente a su Señor, presente en el sacramento del altar”.
Y Benedicto XVI en Sacramentum caritatis dijo que “en el Sacramento del altar (…) el Señor se
hace comida para el hombre hambriento de verdad y libertad” (SC, 2).
El mismo Cristo eligió el pan
que significa perfectamente lo que quiere decir y hacer Dios en quien comulga.
El pan es el alimento básico de cualquier civilización aunque no en todos los
rincones del planeta puede fabricarse, como en Israel, de trigo.
Es significativo que el mismo
Jesucristo, al enseñarnos a rezar, nos dijera y nos hiciera decirle: “Danos
hoy nuestro pan de cada día”. Aunque queda claro que no se trata
solamente del pan material para un bocata sino también el pan o alimento
espiritual para la inteligencia y la voluntad del hombre.
En 1124, en la belga Lieja
brotó un Movimiento Eucarístico y en una ocasión Benedicto XVI (Audiencia General
101117) recordó que entonces Lieja era un cenáculo eucarístico y había grupos
femeninos de mujeres que vivían juntas, dedicadas al culto eucarístico y a la
comunión frecuente. Desde entonces ha ido creciendo los actos eucarísticos
fuera de la Misa, que empezaron entonces a ser una novedad pues nunca a lo
largo del primer milenio, se había vivido.
Hay muchos -o al menos
bastantes- milagros eucarísticos que tienen relación con la carne y la sangre
del Señor, realmente presente bajo la apariencia del pan y del vino que dejan
de ser tales con la consagración que el sacerdote realiza dentro de la plegaria
eucarística. En Daroca en 1238, en Urbieto en 1262 y también en Lanciano donde
a día de hoy científicamente no hay explicación pues la carne es carne humana y
los análisis del tejido y los cortes histológicos son los de un corazón humano.
La sangre es humana, fresca, del tipo AB, característico de la población judía.
Ludbreg |
En la croata Ludbreg en Varazdin también ocurrió
este fenómeno extraordinario y Benedicto XVI participó con una carta
(4-IX-2011) a los celebrantes del 6º centenario del “milagro”. Hacía 600 años,
en 1411, un sacerdote vio el vino transformarse en sangre, mientras celebraba
la misa dudando de la verdad de la transubstanciación. También Benedicto XVI
hizo referencia a ese “milagro eucarístico” durante su visita a Croacia, al
celebrar la misa en Zagreb con motivo de la jornada nacional de familias
católicas.
El Concilio
Vaticano II ha recordado que la celebración eucarística es el centro del
proceso de crecimiento de la Iglesia y Juan Pablo II dejó escrito al final de
sus días: “Al unirse a Cristo, en vez de
encerrarse en sí mismo, el Pueblo de la nueva Alianza se convierte en
“sacramento para la humanidad” (LG, 1), en luz del mundo y sal de la tierra
para la redención de todos (cf ib, 9). La misión de la Iglesia continua la de
Cristo: “Como el Padre me envió, también yo os envío” (Jn
20,21). (Eucharistia de Ecclesia, 21-23). Lo cual cuadra perfectamente con
aquello otro que dijo Jesús a los suyos: Dadles vosotros de comer.
En una catequesis de los
miércoles (12-II-2014), en las que hablaba de los sacramentos, el papa Francisco
preguntaba: “¿qué relación tiene la
Eucaristía y nuestra vida? Me
pregunto. Y a la vez contestaba que daba unas pistas, haciendo referencia a
la Audiencia General del miércoles anterior que también versó sobre lo mismo.
Entre esas
pistas señaló que nos encontramos con hombres y mujeres de todas las clases: jóvenes,
ancianos, niños; pobres y acomodados; originarios del lugar y forasteros;
acompañados por sus familiares y solos... Pero la Eucaristía que celebro, ¿me
lleva a sentirlos a todos, realmente, como hermanos y hermanas? (…) ¿amamos
como Jesús quiere que amemos a aquellos hermanos y hermanas más necesitados?
Francisco
en 2016 glosó el milagro que Jesús hizo más de una vez con la multiplicación de
panes y peces, y comentaba el papa que no era solo para saciar el hambre de un
día, “sino que es un signo de lo que
Cristo está dispuesto a hacer para la salvación de toda la humanidad ofreciendo
su carne y su sangre”. “Sin embargo, hay que pasar siempre a través de esos dos
pequeños gestos: ofrecer los pocos panes y peces que tenemos; recibir de manos
de Jesús el pan partido y distribuirlo a todos”.
Anteriormente Benedicto XVI
había escrito en Sacramentum caritatis varias consideraciones al respecto: «La "mística'' del Sacramento tiene un
carácter social». En efecto, «la unión con Cristo es al mismo tiempo unión con
todos los demás a los que Él se entrega. No puedo tener a Cristo sólo para mí»
(SC 89).
«El
que me come vivirá por mí» (Jn
6,57). Estas palabras de Jesús nos permiten comprender cómo el misterio
«creído» y «celebrado» contiene en sí un dinamismo que lo convierte en
principio de vida nueva en nosotros (…) nos hace partícipes de la vida divina
de un modo cada vez más adulto y consciente (SC 70).
El
nuevo culto cristiano abarca todos los aspectos de la vida, transfigurándola: «Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier
otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios» (1Co 10,31) (SC 71).
El
culto a Dios en la vida humana no puede quedar relegado a un momento particular
y privado, sino que, por su naturaleza, tiende a impregnar todos los aspectos
de la realidad del individuo (SC 76).
Es
significativo que los Padres sinodales hayan afirmado que «los fieles
cristianos necesitan comprender más profundamente las relaciones entre la
Eucaristía y la vida cotidiana. La espiritualidad eucarística no es solamente
participación en la Misa y devoción al Santísimo Sacramento. Abarca la vida
entera» (SC 77).
Sigue glosando el papa
emérito: «El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo» (Jn
6,51). Con estas palabras el Señor revela
el verdadero sentido del don de su propia vida por todos los hombres y nos
muestran también la íntima compasión que Él tiene por cada persona (…) «en Dios
y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco (…)
aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos,
sino desde la perspectiva de Jesucristo» (SC 88).
Puede ser conocida la
anécdota que provocó en su día el entonces arzobispo de Cracovia, Karol, cardenal
Wojtyla, cuando en una procesión del Corpus en su diócesis. Aunque llevaba la
custodia, Le acercaron un niño, dejó la custodia, y siguió con el niño en
brazos.
María “mujer eucarística” la
llamaba el papa polaco, seguramente recogiendo ese cariñoso apodo que a algún
santo o santa se le habría ocurrido.
En la Liturgia de las Horas,
un himno sobre la visitación de María a Isabel, canta así: ¡qué procesión del Corpus aquel día de la visitación de María!
Secundando los deseos de la
Iglesia, manifestados por Benedicto XVI y los otros obispos de Roma, ojalá tú y
yo sepamos ir como ella por la calle, en el trabajo ya que desde el Bautismo
somos otro Cristo.
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