La misericordia, esencia
del Evangelio
Cada 2º domingo de Pascua

El 21-XI-2016 colgué un post
titulado “la misericordia siempre” con ocasión de la clausura del Año Jubilar
de la misericordia. El 30-III-2016 sobre “el domingo de la divina misericordia”
y cosas al respecto de Benedicto XVI. Y el 8-IV-2015 post titulado
“¿misericordia o justicia?” como la esencia del Evangelio y con motivo de
convocarse el Año Jubilar de la Misericordia decretado por Francisco.
Bienaventurados los
misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia (Mt 5,7) dijo Jesús. La Iglesia –dejó escrito Juan Pablo II en
su 2ª Encíclica dedicada a Dios Padre, “rico en misericordia” en 1980- vive una
vida auténtica cuando –como María- profesa y proclama la misericordia y cuando
acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia de las que es depositaria
y dispensadora sobre todo en la Eucaristía y en el sacramento de la penitencia
o reconciliación…

La Iglesia tiene el derecho y
el deber de recurrir a la misericordia “con poderosos clamores” cuando
el hombre contemporáneo no tiene la valentía de pronunciar siquiera la palabra
“misericordia”.
Por su parte
el papa Francisco, en la Bula con la que convocó el Año Jubilar de la
misericordia, nos recordaba que “Jesús de
Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la
misericordia de Dios". En la homilía del pasado 3 de abril dijo: "Ser apóstoles de misericordia significa tocar y acariciar las llagas de
Jesús, presentes también hoy en el cuerpo y en el alma de muchos hermanos y
hermanas suyos”.
“El
camino que el Señor resucitado nos indica –seguía diciendo en esa homilía- es de una sola vía, va en una única
dirección: salir de nosotros mismos, para dar testimonio de la fuerza sanadora
del amor que nos ha conquistado (…) quiere llegar a las heridas de cada uno,
para curarlas. Al curar estas
heridas, confesamos a Jesús, lo hacemos presente y vivo; permitimos a otros que
toquen su misericordia y que lo reconozcan como ‘Señor y Dios’ (cf. v. 28),
como hizo el apóstol Tomás”
Con ocasión del Año Jubilar
extraordinario de la misericordia, se editó un libro de José Antonio Martínez
Puche, OP, que recoge 100 textos, todo lo que ha dicho Bergoglio sobre la
misericordia. De entre ella, se pueden destacar:

La moral cristiana no es para caer en el pecado
jamás, sino levantarse siempre, gracias a la mano de Jesús que nos toma. La
misericordia divina no es en absoluto un signo de debilidad, sino más bien la
cualidad de la omnipotencia de Dios.
Jesucristo es el rostro de la misericordia del
Padre. Lo que movía siempre a Jesús era la misericordia. Sólo quien ha sido
acariciado por la ternura de la misericordia conoce verdaderamente al Señor.
La misericordia es la viga maestra que sostiene
la vida de la Iglesia. Su lenguaje y sus gestos deben transmitir misericordia
para penetrar en el corazón de las personas y motivarlas a reencontrar el
camino de vuelta al Padre. Donde haya cristianos, cualquiera debería poder
encontrar un oasis de misericordia.
Al
concluir el Jubileo de la misericordia, Francisco escribió una Carta apostólica titulada
“misericordia et misera” (MM), fechada en
noviembre de 2016, y donde dice al empezar que ésas son dos palabras que usa
san Agustín al comentar el diálogo de Jesús con la mujer adúltera que le ponen
delante, para tentarle.

Concluido
este Jubileo, es tiempo de mirar hacia adelante y de comprender cómo seguir
viviendo con fidelidad, alegría y entusiasmo la riqueza de la misericordia
divina (MM, 5).
Las
obras de misericordia corporales y espirituales –añade- constituyen hasta
nuestros días una prueba de la incidencia importante y positiva de la
misericordia como valor social.
Ella nos impulsa a ponernos manos a la obra para restituir la dignidad a
millones de personas que son nuestros hermanos y hermanas, llamados a construir
con nosotros una «ciudad fiable» (MM, 18).

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