¿Fue
una cena pascual?
La
sangre derramada ¿por cuántos?
La
llamada “última cena” que Jesús tiene en el Cenáculo de Jerusalén con sus
discípulos para celebrar la Pascua de aquel año en curso, es la última porque
Él sabe lo que pasará en pocas horas con su detención, flagelación, coronación
de espinas, crucifixión y muerte en la cruz. Varias veces ya lo había dicho a
los suyos sin dejar de anunciar también que resucitaría al tercer día.
Aunque
parece ser que era una cena ritual que los judíos venían celebrando cada año
por mandato divino y en recuerdo de la liberación de la esclavitud en Egipto,
sin embargo algo diferente ocurrió pues Jesús tomó el pan y luego la copa del
vino y sorprendió a los concurrentes.
Ratzinger,
en su libro Jesús de Nazaret, que
dice escribir como teólogo y no como papa (Benedicto XVI), comenta que las narraciones sobre la Última Cena de Jesús y la institución de
la Eucaristía están cubiertas por una maraña de hipótesis
discrepantes entre sí, y esto parece impedir el acceso a lo realmente
acontecido, haciendo inútil cualquier esfuerzo (tomo II, pp 42 y ss).
Marcos dice que «Faltaban dos días
para la Pascua de los Ácimos» (Mc 14, 1); y continúa: «El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual,
le dijeron a Jesús sus discípulos: "¿Dónde quieres que vayamos a
prepararte la cena de Pascua"» (Mc 14, 12).
Juan, en cambio, dice simplemente: «Antes
de la fiesta de Pascua... estaban cenando» (Jn 13, 1 y ss).
Con todo, hoy se ve cada vez más claramente –apunta Ratzinger- que la cronología
de Juan es históricamente más probable que la de los Sinópticos, porque el
proceso y la ejecución en el día de la fiesta parecen difícilmente imaginables.
Por otra parte, la Última Cena de Jesús está tan estrechamente vinculada a la
tradición de la Pascua que negar su carácter pascual resulta problemático.
Jesús habría celebrado una verdadera cena pascual, como dicen los
Sinópticos; por otro lado, Juan tendría razón en que las autoridades judías,
que se atenían a su propio calendario, habrían celebrado la Pascua sólo después
del proceso de Jesús, quien, por tanto, habría sido ejecutado la víspera de la verdadera
Pascua y no en la fiesta misma. De este modo, la tradición sinóptica y la
joánica aparecen igualmente correctas, basadas en la diferencia entre dos
calendarios diferentes.
«He
deseado ardientemente comer esta comida pascual con vosotros antes de padecer,
porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el Reino de
Dios» (Lc 22, 15 s). Estas palabras siguen siendo equívocas: pueden
significar que Jesús, por una última vez, come la Pascua acostumbrada con sus
discípulos. Pero pueden significar también que ya no la come más, sino que se encamina
hacia la nueva Pascua. En toda la tradición: la esencia de esta cena de
despedida no era la antigua Pascua, sino la novedad que Jesús ha realizado en
este contexto. Aunque este convite de Jesús con los Doce no haya sido una cena
de Pascua según las prescripciones rituales del judaísmo, se ha puesto de
relieve claramente su conexión interna con la muerte y resurrección de Jesús:
era la Pascua de Jesús.
También
se entretiene Ratzinger en explicar las palabras de la conversión del vino en
el cáliz en su sangre pues han suscitado recientemente muchas discusiones al
cambiarse “derramada por vosotros y por todos” que se venía diciendo en
algunas naciones en vez de la traducción literal del “pro multis” del rito
romano (cf pp 54 y ss).
Joachim Jeremías |
Según
Marcos y Mateo, Jesús dice que su sangre fue derramada «por muchos». En su obra fundamental,
Die Abendmahlsworte Jesu (1935), Joachim Jeremías ha tratado de probar que la
palabra «muchos» significa en el Antiguo Testamento «la totalidad» y, por
tanto, se debería traducir por «todos».
Pero
la opinión predominante hoy tiende a explicar el «muchos» de Isaías 53, y
también de otros lugares, en el sentido de que, si bien significa una
totalidad, no puede simplemente equipararse al «todos». Pero teniendo en cuenta
el lenguaje de Qumrán, se supone que «muchos», en Isaías y en Jesús, se refiere
a la «totalidad de Israel» (cf. Pesch, Abendmahl, p. 99s; Wilckens, I, 2, p.
84).
Algunos
opinan que solo con la llegada del Evangelio a los paganos se habría puesto de manifiesto
el horizonte universal de la muerte de Jesús y su expiación, que abarca tanto a
los judíos como a los paganos: por «todos».
Norbert Baumert |
Últimamente, el jesuita vienés Norbert Baumert, junto con María Irma
Seewann, ha presentado una interpretación del «por muchos» que en líneas
generales había desarrollado ya Joseph Pascher en su libro Eucharistia de 1947. La tesis es afirmar que ese "derramar"
la sangre del cáliz es un gesto que no aludiría a la muerte en la cruz y sus
consecuencias, sino a la acción sacramental. Mientras que la muerte de Jesús
vale «para todos», el alcance del Sacramento es más limitado. Llega a muchos
pero no a todos (cf. p. 511).
El énfasis
en la distinción entre el ámbito de la Eucaristía y el alcance universal de la
muerte de Jesús en la cruz es válido en cualquier caso, y permite proseguir la
investigación. Pero con ello el problema de la palabra «muchos» queda explicado
sólo en parte.
Jesús habla
de su misión en Marcos 10,45 usando la palabra «muchos». «El Hijo del Hombre no ha venido
para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos».
Aquí se
habla claramente de la entrega de la vida en cuanto tal, y queda claro con ello
que Jesús retoma la profecía sobre el siervo de Dios de Isaías 53, y la pone en
relación con la misión del Hijo del hombre que, consiguientemente, adquiere así
un nuevo significado.
Jesús sabía
que en su persona se cumplía la misión del siervo de Dios y la del Hijo del
hombre, por lo que la conexión entre los dos motivos comporta al mismo tiempo
la superación de la limitación de la misión del siervo de Dios, una universalización
que indica una nueva amplitud y profundidad.
Kattenbusch |
El teólogo protestante Ferdinand Kattenbusch trató de demostrar en 1921 que
las palabras de Jesús en la Última Cena serían el acto fundacional propiamente
dicho de la Iglesia. Jesús habría dado con ello a sus discípulos la novedad que
los unía y hacía de ellos una comunidad. Kattenbusch tenía razón, afirma
Ratzinger: con la Eucaristía quedó instituida la Iglesia misma.
Pablo y Lucas, a las palabras «Esto es mi cuerpo, que será entregado por
vosotros» sigue el mandato de repetir el gesto: «Haced esto en conmemoración mía».
¿Qué es exactamente lo que el Señor ha mandado repetir? Ciertamente no la cena
pascual (en el caso de que la Última Cena de Jesús fuera una cena pascual). La
Pascua era una fiesta anual, y, aunque en aquella noche no se hubiera tratado
de una verdadera cena pascual según la ley judía, sino de una última comida en
la tierra antes de su muerte, éste no es el propósito del mandato de repetir.
El mandato se refiere sólo a aquello que constituía una novedad en los
gestos de Jesús de aquella noche: la fracción del pan, la oración de bendición
y de acción de gracias y, con ella, las palabras de la transubstanciación del
pan y del vino (Ratzinger, p. 56).
Jungmann |
Josef Andreas Jungmann, el gran estudioso de la historia de la celebración
eucarística y uno de los arquitectos de la reforma litúrgica, dice: «La forma
fundamental es la oración de acción de gracias sobre el pan y sobre el vino. Lo
que la Iglesia celebra en la Misa no es la Última Cena, sino lo que el Señor ha
instituido durante la Última Cena, confiándolo a la Iglesia: el memorial de su
muerte sacrificial» (Messe im Gottesvolk, p. 24).
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