martes, 11 de abril de 2017

JUEVES SANTO. INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA

¿Fue una cena pascual?
La sangre derramada ¿por cuántos?


La llamada “última cena” que Jesús tiene en el Cenáculo de Jerusalén con sus discípulos para celebrar la Pascua de aquel año en curso, es la última porque Él sabe lo que pasará en pocas horas con su detención, flagelación, coronación de espinas, crucifixión y muerte en la cruz. Varias veces ya lo había dicho a los suyos sin dejar de anunciar también que resucitaría al tercer día.

Aunque parece ser que era una cena ritual que los judíos venían celebrando cada año por mandato divino y en recuerdo de la liberación de la esclavitud en Egipto, sin embargo algo diferente ocurrió pues Jesús tomó el pan y luego la copa del vino y sorprendió a los concurrentes.

Ratzinger, en su libro Jesús de Nazaret, que dice escribir como teólogo y no como papa (Benedicto XVI), comenta que las narraciones sobre la Última Cena de Jesús y la institución de la Eucaristía están cubiertas por una maraña de hipótesis discrepantes entre sí, y esto parece impedir el acceso a lo realmente acontecido, haciendo inútil cualquier esfuerzo (tomo II, pp 42 y ss).

Marcos dice que «Faltaban dos días para la Pascua de los Ácimos» (Mc 14, 1); y continúa: «El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua"» (Mc 14, 12).

Juan, en cambio, dice simplemente: «Antes de la fiesta de Pascua... estaban cenando» (Jn 13, 1 y ss).

Con todo, hoy se ve cada vez más claramente –apunta Ratzinger- que la cronología de Juan es históricamente más probable que la de los Sinópticos, porque el proceso y la ejecución en el día de la fiesta parecen difícilmente imaginables. Por otra parte, la Última Cena de Jesús está tan estrechamente vinculada a la tradición de la Pascua que negar su carácter pascual resulta problemático.

Jesús habría celebrado una verdadera cena pascual, como dicen los Sinópticos; por otro lado, Juan tendría razón en que las autoridades judías, que se atenían a su propio calendario, habrían celebrado la Pascua sólo después del proceso de Jesús, quien, por tanto, habría sido ejecutado la víspera de la verdadera Pascua y no en la fiesta misma. De este modo, la tradición sinóptica y la joánica aparecen igualmente correctas, basadas en la diferencia entre dos calendarios diferentes.

«He deseado ardientemente comer esta comida pascual con vosotros antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el Reino de Dios» (Lc 22, 15 s). Estas palabras siguen siendo equívocas: pueden significar que Jesús, por una última vez, come la Pascua acostumbrada con sus discípulos. Pero pueden significar también que ya no la come más, sino que se encamina hacia la nueva Pascua. En toda la tradición: la esencia de esta cena de despedida no era la antigua Pascua, sino la novedad que Jesús ha realizado en este contexto. Aunque este convite de Jesús con los Doce no haya sido una cena de Pascua según las prescripciones rituales del judaísmo, se ha puesto de relieve claramente su conexión interna con la muerte y resurrección de Jesús: era la Pascua de Jesús.

También se entretiene Ratzinger en explicar las palabras de la conversión del vino en el cáliz en su sangre pues han suscitado recientemente muchas discusiones al cambiarse “derramada por vosotros y por todos” que se venía diciendo en algunas naciones en vez de la traducción literal del “pro multis” del rito romano (cf pp 54 y ss).

Joachim Jeremías
Según Marcos y Mateo, Jesús dice que su sangre fue derramada «por muchos». En su obra fundamental, Die Abendmahlsworte Jesu (1935), Joachim Jeremías ha tratado de probar que la palabra «muchos» significa en el Antiguo Testamento «la totalidad» y, por tanto, se debería traducir por «todos».

Pero la opinión predominante hoy tiende a explicar el «muchos» de Isaías 53, y también de otros lugares, en el sentido de que, si bien significa una totalidad, no puede simplemente equipararse al «todos». Pero teniendo en cuenta el lenguaje de Qumrán, se supone que «muchos», en Isaías y en Jesús, se refiere a la «totalidad de Israel» (cf. Pesch, Abendmahl, p. 99s; Wilckens, I, 2, p. 84).

Algunos opinan que solo con la llegada del Evangelio a los paganos se habría puesto de manifiesto el horizonte universal de la muerte de Jesús y su expiación, que abarca tanto a los judíos como a los paganos: por «todos».

Norbert Baumert
Últimamente, el jesuita vienés Norbert Baumert, junto con María Irma Seewann, ha presentado una interpretación del «por muchos» que en líneas generales había desarrollado ya Joseph Pascher en su libro Eucharistia de 1947. La tesis es afirmar que ese "derramar" la sangre del cáliz es un gesto que no aludiría a la muerte en la cruz y sus consecuencias, sino a la acción sacramental. Mientras que la muerte de Jesús vale «para todos», el alcance del Sacramento es más limitado. Llega a muchos pero no a todos (cf. p. 511).

El énfasis en la distinción entre el ámbito de la Eucaristía y el alcance universal de la muerte de Jesús en la cruz es válido en cualquier caso, y permite proseguir la investigación. Pero con ello el problema de la palabra «muchos» queda explicado sólo en parte.

Jesús habla de su misión en Marcos 10,45 usando la palabra «muchos». «El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos».

Aquí se habla claramente de la entrega de la vida en cuanto tal, y queda claro con ello que Jesús retoma la profecía sobre el siervo de Dios de Isaías 53, y la pone en relación con la misión del Hijo del hombre que, consiguientemente, adquiere así un nuevo significado.

Jesús sabía que en su persona se cumplía la misión del siervo de Dios y la del Hijo del hombre, por lo que la conexión entre los dos motivos comporta al mismo tiempo la superación de la limitación de la misión del siervo de Dios, una universalización que indica una nueva amplitud y profundidad.

Kattenbusch
El teólogo protestante Ferdinand Kattenbusch trató de demostrar en 1921 que las palabras de Jesús en la Última Cena serían el acto fundacional propiamente dicho de la Iglesia. Jesús habría dado con ello a sus discípulos la novedad que los unía y hacía de ellos una comunidad. Kattenbusch tenía razón, afirma Ratzinger: con la Eucaristía quedó instituida la Iglesia misma.

Pablo y Lucas, a las palabras «Esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros» sigue el mandato de repetir el gesto: «Haced esto en conmemoración mía». ¿Qué es exactamente lo que el Señor ha mandado repetir? Ciertamente no la cena pascual (en el caso de que la Última Cena de Jesús fuera una cena pascual). La Pascua era una fiesta anual, y, aunque en aquella noche no se hubiera tratado de una verdadera cena pascual según la ley judía, sino de una última comida en la tierra antes de su muerte, éste no es el propósito del mandato de repetir.

El mandato se refiere sólo a aquello que constituía una novedad en los gestos de Jesús de aquella noche: la fracción del pan, la oración de bendición y de acción de gracias y, con ella, las palabras de la transubstanciación del pan y del vino (Ratzinger, p. 56).

Jungmann
Josef Andreas Jungmann, el gran estudioso de la historia de la celebración eucarística y uno de los arquitectos de la reforma litúrgica, dice: «La forma fundamental es la oración de acción de gracias sobre el pan y sobre el vino. Lo que la Iglesia celebra en la Misa no es la Última Cena, sino lo que el Señor ha instituido durante la Última Cena, confiándolo a la Iglesia: el memorial de su muerte sacrificial» (Messe im Gottesvolk, p. 24).

No hay comentarios:

Publicar un comentario