sábado, 18 de marzo de 2017

LA CONVERSIÓN CUARESMAL


Para esta Cuaresma de 2017, el papa actual, Francisco, ha enviado a toda la Iglesia un mensaje cuaresmal, como vienen haciendo anualmente los papas anteriores, y que ayude a poner patitas al proyecto espiritual que se ofrece en estas semanas de preparación a celebrar la fiesta de las fiestas, la resurrección, e iniciadas el miércoles de ceniza.

Otra vez Francisco recuerda que “la Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión”.

Entiendo que la fuerte llamada a la conversión en para tod@s, sin excepción. Y entiendo que entender correctamente qué es la conversión, es algo no fácil ni evidente. Hay que tenerlo en cuenta aunque l@s hay que nunca jamás admitirán tener la menor duda.

Para ir intentando entender la verdad verdadera de qué “conversión” se trata, hay que partir de estar mirando y razonando sobre lo que los teólogos de verdad llaman “conversión segunda”. 

La “conversión primera” es aquella tumbativa, como a la samaritana, al “buen” ladrón, a Saulo o a Agustín o a tant@s otr@s conocid@s o desconocid@s, que se da una vez en la vida, quizá poniendo día y hora.

Sonada en su tiempo fue la conversión de Ángela de Foligno (+1.309 con 61 años). Es una de las místicas más famosas a pesar de que los primeros años de su vida fue una mujer frívola y vanidosa, viviendo en la opulencia con derroche de lujo. El tremendo golpe de la muerte de su marido, de sus hijos y de su madre la hizo recapacitar, convertirse totalmente a Dios y hacer confesión general y se hizo terciaria franciscana. La canonizó en 2.013 el papa Francisco eximiéndola del milagro previsto.

Andrés Corsini (+1.373 con 71 años) es otro que en su juventud se dedicaba al vicio y al pecado porque iba con malas compañías. Una vez convertido, ingresó en el Carmelo y fue obispo en Fiésoli, en la Toscana, prescindiendo de cualquier boato principesco siendo de la noble y riquísima familia florentina de los Corsini.

Jerónimo Emiliani (+1.537 con 56 años) también era un noble veneciano, militar, libertino y pendenciero, un día converso. Luego fue sacerdote, fundador de los somascos y apóstol de los niños pobres, huérfanos y abandonados.

La lista de convers@s es interminable.

De otros se cantan sus logros en eso de ayudar a la conversión de otr@s. 

José Vaz (+1.711 con 60 años), apóstol en Sri Lanka, sacerdote indio de Goa canonizado por Francisco en 2.015. Al final de su vida las conversiones en la isla se contaban como cien mil. Su cuerpo fue honrado por el rey budista.

Francisco de Sales (+1.622 con 56 años) fue obispo de Ginebra y cofundador de las salesas, llegó a convertir a unos 60.000 calvinistas.

Felipe de Jesús de las Casas (+1.597 con 25 años), el primer santo mexicano, trabajó arduamente en Japón, logrando muchas conversiones.

Este listado de l@s que han tenido mano para convertir a otros también sería interminable.

Pero la cosa no acaba ahí en la “primera conversión” pues nadie nace o empieza anclado en la perfección absoluta. Llegar a la perfección, a la plenitud, a la santidad, o como quiera llamarse, es un proceso que no termina nunca en esta vida terrenal y caduca.

De la conversión hablaba bastante el propio Cristo y daba a entender que la disposición correcta para estar continuamente convirtiéndose no es tener la tozudez bien plantada, no es ser un rigorista (soberbio o enferm@ psicópata) ni un/una timorat@ (también enferm@ psicópata) que siempre está sufriendo por su pesimismo y su visión negativa de la vida.

Antes de Jesús, su Precursor, Juan Bautista, ya preparaba al pueblo llamando a la conversión. La conversión primera para algún@s o la segunda para otr@s.
Cuenta Mateo que acudía a él de Jerusalén, de toda Judea y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Como viese que venían muchos de los fariseos y de los saduceos, les dijo: Raza de víboras, no os justifiquéis interiormente (cf Mt 3, 5-9). No lo decía para los ateos o los agnósticos, sino para los de la "crem" israelita.

Sobre la conversión segunda, Jesús mismo la pedía cuando nos advertía de que podemos desvirtuarnos, volvernos insípidos siendo sal, o pueden dejar de alumbrar a toda la casa los que han de ser luz del mundo (cf Mt 5, 13-15).
También señalaba que se puede quebrantar uno solo de los mandamientos, incluso de los más pequeños (cf Mt 5, 19).
También enseña Jesús a controlar cómo se vive de hecho la justicia en la vida cotidiana, y que ha de ser mayor que la de los escribas y fariseos (cf Mt 5, 20), lo cual no parece nada difícil. Y no basta vivirla sino que hay que guardarse “de hacer vuestra justicia delante de los hombres con el fin de que os vean” (Mt 6, 1).

Otro punto de examen y de posible conversión lo apunta Jesús al decirnos: si al llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve después para presentar tu ofrenda (Mt 5, 23-24).

Los capítulos 6 y 7 de Mateo son un listado en este sentido que sirve como el GPS espiritual para llegar a buen destino.

Cabe el peligro de hacerse un lío mental con algunas frases del Evangelio, como por ejemplo, al leer que Jesús dice: “cayó la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron contra aquella casa, pero no se cayó porque estaba cimentada sobre roca” (Mt 7, 25). Puede un@ enrocarse en la mala tozudez, en la dureza acerada o de cemento armado que es lo propio de los inmovilistas, que hacen tanto daño como los fariseos y aquellos otros dirigentes del pueblo de Dios en tiempos de Jesús.

Los de hoy se enfadan si Francisco recuerda estas cosas de convertirse, de cambiar para mejorar, etc., de las que ya hablaron los anteriores papas porque fielmente quisieron llevar a la práctica la conversión que el Espíritu pidió a las iglesias en el Concilio Vaticano II (1963-65). Piensan que la conversión o cambiar algo es propio de la flojera, la infidelidad; en fin, les parece un tic satánico.
En “Evangelii gaudium” deja escrito: “Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión (…) que no puede dejar las cosas como están” (EG 25). Abandonar el cómodo criterio (…) «siempre se ha hecho así». Invito a todos a ser audaces y creativos (…) repensar (cf EG 33).

No hace falta ser siempre y todos radicales como, por ejemplo, san Santiago, eremita de Palestina del siglo VI, del que se cuenta que cometió pecado de lujuria y de asesinato y, convertido, vivió el resto de su vida (15 años) en un sepulcro en lo que hoy es Haifa.

San Vital, eremita en Gaza, murió mártir en 625 a manos de un explotador de mujeres que se sentía perjudicado por su trabajo apostólico de regeneración de mujeres de vida pública. Dejó escrita una tablilla que decía: "Ciudadanos de Alejandría, no esperéis el mañana para convertiros, pero esperad, para juzgar, el día del juicio final".


Este consejo de san Vital vale para cada uno personalmente y para los colectivos (familias, parroquias, diócesis, instituciones de la Iglesia, curias diocesanas o vaticanas, etc.). Cuánto, ahora, el Espíritu está limpiando, purificando, re-convirtiendo… por eso el papa Francisco desea “que se renueve el rostro de la Iglesia en su acción perenne de conversión pastoral, para ser testimonio de la misericordia” (Misericordia et misera 21).

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