Ni capitalismo ni
socialismo salvajes.
Lo
que el actual papa Francisco viene enseñando también en estos “detalles” de la doctrina
social de la Iglesia, es más de lo mismo con respecto a sus antecesores, sobre
todo los del siglo XX. No puede ser de otra manera pues los principios (sólo los
principios) son inalterables. Por eso no hay que extrañarse o sorprenderse por
lo que en la encíclica ecológica “Laudato
Si” (LS) de mayo de 2015 nos dice tanto de ecología como de economía. No
inventa; recuerda que es la actitud correcta de la pastoral.
En
esta Cuaresma Francisco pide en su mensaje meditar sobre el dinero y examinar
su uso y en LS recordaba al papa polaco: Hace
varias décadas que el papa hoy san Juan Pablo II enseñaba que “La Iglesia
reconoce la justa función de los beneficios, como índice de la buena marcha de
la empresa (...) sin embargo no son el único índice (...) Es posible que los
balances económicos sean correctos y que al mismo tiempo los hombres, que
constituyen el patrimonio más valioso de la empresa, sean humillados y
ofendidos en su dignidad. Queda mostrado cuán inaceptable es la afirmación de
que la derrota del socialismo deje al capitalismo como único modelo de
organización económica” (Centesimus annus, 35).
Benedicto XVI, en septiembre de 2007, glosando la parábola evangélica del administrador injusto (Lc 16,9), ya habló acerca del uso del dinero y de los bienes materiales. Recordó que el dinero no es en sí injusto y su uso correcto conlleva la mentalidad de no usar los bienes sólo para el propio interés sino también para atender a las necesidades de los pobres. El lucro en su justa medida es naturalmente lícito pues es causa de progreso pero no hay que olvidar la equitativa distribución de los bienes –solidaridad- que no se contraponen entre sí.
El capitalismo,
recordando la Centesimus annus de Juan Pablo II –sigue diciendo el papa
Ratzinger-, no es el único modelo válido del sistema económico.
Digo yo que la
equitativa distribución de la riqueza no puede ser monopolio del socialismo
que, al menos por ahora, parece que de verdad rompió con el comunismo y
defiende la economía de mercado (justa) y la propiedad privada porque “es de
cajón”.
Como
hay continuidad en el magisterio, la encíclica verde recuerda que ya san Juan
Pablo II había advertido que el ser humano parece «no percibir otros significados de su ambiente natural, sino solamente
aquellos que sirven a los fines de un uso inmediato y consumo» (Redemptor
hominis, 15) (…) Toda pretensión
de cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en «los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las
estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad» (Centesimus
annus, 58)” (LS, 5).
Mi
predecesor Benedicto XVI –sigue diciendo Francisco- renovó la invitación a «eliminar las causas estructurales de las
disfunciones de la economía mundial» (Discurso
al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, 8-I-2007) (LS, 6).
Conocemos bien la imposibilidad de sostener el actual nivel de consumo de los países más desarrollados y de los sectores más ricos de las sociedades, donde el hábito de gastar y tirar alcanza niveles inauditos (LS, 27).
No sé yo si esos malos hábitos son
monopolio de los capitalistas o también los tienen los socialistas.
Llama
la atención la debilidad de la reacción política internacional. El sometimiento
de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de
las Cumbres mundiales sobre medio ambiente (LS, 54).
Los
poderes económicos continúan justificando el actual sistema mundial, donde
priman una especulación y una búsqueda de la renta financiera que tienden a
ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad humana y el medio
ambiente (…) el poder conectado con las finanzas es el que más se resiste (…) y
los diseños políticos no suelen tener amplitud de miras (LS, 56 y 57).
No sé si la apatía o resistencia
(oídos sordos) de los gobernantes es solo de los capitalistas o también de los
socialistas ya una vez sentados en el sillón del poder.
El
principio de la subordinación de la propiedad privada al destino universal de
los bienes y, por tanto, el derecho universal a su uso –sigo con LS- es una
«regla de oro» del comportamiento social y el «primer principio de todo el
ordenamiento ético-social» (…) La tradición cristiana nunca reconoció como
absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función
social de cualquier forma de propiedad privada. San Juan Pablo II recordó con
mucho énfasis esta doctrina (LS, 93).
Aquí está, creo yo, la clave tanto
para el capitalismo como para el socialismo. Ni todo es propiedad privada, ni todo
ha de ser propiedad pública y por ello guerra a lo privado para negarle sus
derechos.
El
paradigma tecnocrático también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y
la política (…) Las finanzas ahogan a la economía real (LS, 109).
La
política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los
dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia (…) la economía real
(…) hace posible que se diversifique y mejore la producción, que las empresas
funcionen adecuadamente, que las pequeñas y medianas empresas se desarrollen y
creen empleo (LS, 189).
El
principio de maximización de la ganancia (…) es una distorsión conceptual de la
economía (LS, 195).
Entiendo
que las estructuras económicas pueden ser de rango internacional, nacional,
autonómico, local y personal. La verdad verdadera sirve para iluminar
cualquiera de ellos.
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