Ni capitalismo ni
socialismo salvajes.

En
esta Cuaresma Francisco pide en su mensaje meditar sobre el dinero y examinar
su uso y en LS recordaba al papa polaco: Hace
varias décadas que el papa hoy san Juan Pablo II enseñaba que “La Iglesia
reconoce la justa función de los beneficios, como índice de la buena marcha de
la empresa (...) sin embargo no son el único índice (...) Es posible que los
balances económicos sean correctos y que al mismo tiempo los hombres, que
constituyen el patrimonio más valioso de la empresa, sean humillados y
ofendidos en su dignidad. Queda mostrado cuán inaceptable es la afirmación de
que la derrota del socialismo deje al capitalismo como único modelo de
organización económica” (Centesimus annus, 35).

Benedicto XVI, en septiembre de 2007, glosando la parábola evangélica del administrador injusto (Lc 16,9), ya habló acerca del uso del dinero y de los bienes materiales. Recordó que el dinero no es en sí injusto y su uso correcto conlleva la mentalidad de no usar los bienes sólo para el propio interés sino también para atender a las necesidades de los pobres. El lucro en su justa medida es naturalmente lícito pues es causa de progreso pero no hay que olvidar la equitativa distribución de los bienes –solidaridad- que no se contraponen entre sí.
El capitalismo,
recordando la Centesimus annus de Juan Pablo II –sigue diciendo el papa
Ratzinger-, no es el único modelo válido del sistema económico.
Digo yo que la
equitativa distribución de la riqueza no puede ser monopolio del socialismo
que, al menos por ahora, parece que de verdad rompió con el comunismo y
defiende la economía de mercado (justa) y la propiedad privada porque “es de
cajón”.

Mi
predecesor Benedicto XVI –sigue diciendo Francisco- renovó la invitación a «eliminar las causas estructurales de las
disfunciones de la economía mundial» (Discurso
al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, 8-I-2007) (LS, 6).
Conocemos bien la imposibilidad de sostener el actual nivel de consumo de los países más desarrollados y de los sectores más ricos de las sociedades, donde el hábito de gastar y tirar alcanza niveles inauditos (LS, 27).
No sé yo si esos malos hábitos son
monopolio de los capitalistas o también los tienen los socialistas.
Llama
la atención la debilidad de la reacción política internacional. El sometimiento
de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de
las Cumbres mundiales sobre medio ambiente (LS, 54).

No sé si la apatía o resistencia
(oídos sordos) de los gobernantes es solo de los capitalistas o también de los
socialistas ya una vez sentados en el sillón del poder.

Aquí está, creo yo, la clave tanto
para el capitalismo como para el socialismo. Ni todo es propiedad privada, ni todo
ha de ser propiedad pública y por ello guerra a lo privado para negarle sus
derechos.
El
paradigma tecnocrático también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y
la política (…) Las finanzas ahogan a la economía real (LS, 109).

El
principio de maximización de la ganancia (…) es una distorsión conceptual de la
economía (LS, 195).
Entiendo
que las estructuras económicas pueden ser de rango internacional, nacional,
autonómico, local y personal. La verdad verdadera sirve para iluminar
cualquiera de ellos.
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