Del 13 al 18 de febrero de este 2017 está teniendo lugar en Roma un congreso
internacional que lleva por título “Laicado y Misión” para profundizar el papel
del laicado en la evangelización y buscar sugerencias y propuestas concretas para
que las diócesis orienten y acompañen a los laicos que se sientan llamados a la
misión.
No dudo que cada día haya más laic@s llamados a la misión, llamados en
sentido jurídico, con el derecho canónico en la mano. Pero me interesan
también, y mucho más, el otro 98% que no serán nunca llamados jurídicamente.
El congreso lo organiza la entidad vaticana de las Obras Misionales
Pontificias (OMP) en el Centro Internacional de Animación Misionera (CIAM).
Los expertos constatan hoy día que
se está registrando una nueva realidad en la vida misionera de la Iglesia pues
la misión ad gentes no es algo
exclusivo de los sacerdotes y consagrados, sino que cada vez más laicos están
siendo llamados a evangelizar por todo el mundo. ¡qué pensarán los primeros
cristianos que evangelizaron en todos los territorios del Imperio romano sin
ser llamados, ni esperando ser legalizados por la autoridad competente que en aquel tiempo no existía como ahora, y viéndonos con un rigorismo y apego enfermizo a la ley
canónica.
También
evangelizan aquellos cristian@s que llevan el Evangelio en su trabajo, en sus
hogares, en sus lugares de descanso y diversión, en la política y en el arte, en el deporte, etc. Y esa tarea es un deber bautismal, no un mandato jerárquico.
Cardenal Ouellet |
Ese
derecho – deber (como le gustaría decir a Juan Pablo II) a trabajar es en la
Iglesia y a favor de ella, tanto para actuar a nivel misionero o
evangelizador, como para formar parte de las estructuras eclesiales vaticanas,
diocesanas y parroquiales.
No
es verdader@ cristian@ solamente quien tiene concedido un “ministerio laical” perpetuo
concedido por el obispado correspondiente, o temporal concedido por un sacerdote
para un caso concreto. Y así hace las lecturas en Misa, o es el salmista o es miembro
del coro parroquial, o es del equipo de labor social para atender cáritas (parroquial o diocesana), o para
formar parte del equipo de catequistas o de los que visitan enfermos, etc.
Pensar únicamente en cosas "dentro de la Iglesia o en la parroquia" es mantener la actitud reduccionista que
–desgraciadamente- se implantó hace muchos siglos y por la
que el 98% de los bautizados están marginados, desechados, olvidados,
arrinconados... claro que la mayoría de éstos (en el paro) están sin chistar
porque es más cómodo proclamar que la santidad y el apostolado es cosa de un
élite, de escogidos, de superdotados. La llamada universal a la santidad que
proclamó el Vaticano II (1963-65) es la esencia de ese último Concilio y recupera algo del Evangelio que estaba en el baúl de los recuerdos.
En
abril de 2016 colgué un post titulado “El Pueblo de Dios, los laicos y el
clericalismo” donde recordaba que en Evangelii gaudium del 24-XI-2013, el papa Francisco escribía para toda la Iglesia: la evangelización es tarea de todo el pueblo de Dios
(cfr EG 11 - 134), y que “los laicos son simplemente la inmensa mayoría del
Pueblo de Dios” (EG 102).
Y en aquel momento comenté el encuentro en aquel
abril de la Comisión para América Latina y el Caribe, asamblea
donde se debatió sobre "la participación pública del laicado
en la vida de nuestros pueblos". En
América latina también se tiene que pelear duro contra el defecto fosilizado
del clericalismo, al que tanto se refiere el papa Francisco quien no esconde
que es cáncer en la Iglesia con metástasis incluida, digo yo. Habrá algun@s laic@s que participen activamente en la política local, estatal o internacional, pero -otra vez lo mismo- ¿qué pasa con ese 98% restante?
En
diciembre de 2009 me referí a “La hora de los laicos” que es como se define el momento
actual a la luz de lo que el Espíritu Santo pidió a las Iglesias en el Concilio
Vaticano II. Su luz incluye el proceso de la descentralización de la Iglesia
que no es simple noción geográfica.
Que cada discípulo de
Cristo es Iglesia, esté donde esté, aunque esté él o ella sol@, lo recordada el
papa Wojtyla también al subrayar la primacía del “perfil mariano” de la Iglesia
frente al “perfil petrino”, pues es prioritaria la condición de discípulo -que
es la de la Virgen Santísima- sobre la
del poder y de la autoridad jerárquica del Papa y de los obispos. La Iglesia no
es sino la comunidad de discípulos y a posteriori surge la estructura para servir a sus
miembros. El Catecismo de la Iglesia católica lo recoge en el n. 737: “María nos
precede a todos en la santidad... Por eso la dimensión mariana de la Iglesia
precede a su dimensión petrina” (Mulieris dignitatem, 27).
El Código de Derecho Canónico regula
la función de los laicos dentro de la Iglesia, reconociendo su capacidad para
formar parte de consejos (c 228), para cooperar en la potestad de régimen (c
129), para enseñar ciencias sagradas (cc 230-231), para ser catequistas (cc 776
y 1064), para ser ecónomos de diócesis y para administrar bienes eclesiales (cc
494 y 1282), para colaborar en el poder judicial como jueces diocesanos,
auditores de causas, defensores del vínculo (cc 1421, 1424, 1428 y 1434), etc.
Dios quiera que no sea letra muerta.
Pero... siempre pero, ¿cuándo el Código reconocerá el derecho - deber de cada bautizado sin olvidarse de ese "resto" del 98%?
Pero... siempre pero, ¿cuándo el Código reconocerá el derecho - deber de cada bautizado sin olvidarse de ese "resto" del 98%?
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