Aniversarios en el 23F
Cada madrugada de un 23F es el
aniversario del decreto de intolerancia en febrero del 303 con el que el pagano
emperador romano Diocleciano decretaba otra tanda de persecuciones a l@s
cristian@s, las últimas y las más crueles. Fueron cientos de miles ejecutad@s,
crucificad@s o echad@s a los leones en las arenas de los circos… Sin embargo no
faltaron algunas traiciones, como el papa Marcelino que ofreció incienso en
honor de los dioses paganos, como consta en su biografía oficial: «ad
sacrificium ductus est ut turificaret, quod et fecit» (Liber pontificalis I,
162).
El
27F es el aniversario del edicto en el 380, por el que el cristiano emperador
Teodosio decide acabar con el paganismo y que endurecerá con los años. El 24F
de 391 dictó la ley que remataba su empeño. Sin embargo anteriormente Galerio
en 311 y Constantino en 313 fueron verdaderos tolerantes porque lo que decretaron
fue dejar de perseguir al cristianismo, legalizándolo como las demás religiones
(auténtica libertad religiosa).
Jesús enseña con hechos
y palabras qué es la tolerancia, que Él es la tolerancia personificada y enseña
a los suyos a intentar al menos serlo, contando con su ayuda divina que nunca
faltará. En junio de 2010 ya colgué en post sobre la tolerancia del mismo
Cristo.
En una ocasión dice: “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persigan (Mt 5,38-44). ¿Cómo se va a amar al enemigo si se tiene la espada en la
mano, la metralleta calada, los tanques en la calle? No solamente el pagano
Diocleciano y los anteriores emperadores romanos o chinos o japoneses o…
En Julio
2011 me refería a ¿tolerar al intolerante? Y en aquel agosto a ¿tolerar el mal?
Tolerar dentro de la Iglesia
En los mismos
evangelios vemos muchas actitudes de intolerancia de la mala en algunos
discípulos de Cristo: así, Juan y Santiago no toleran la falta de hospitalidad
de los samaritanos (Jn 9,54). Juan no tolera que un exorcista haga el bien por
no ser de los suyos (Mc 9,38). Marta no tolera que su hermana María no le ayude
a preparar la cena (Lc 10,40). Los de Nazaret no toleran a Jesús (Lc 4,29). El
hermano mayor del pródigo no tolera la fiesta que organiza su padre tras el
regreso de su hermano menor (Lc 15,28-32). Herodías -la adúltera que convive
con Herodes- no tolera a Juan Bautista (Mc 6,24). Etc.
San Pablo rompe con la
intransigencia mala de aquellos judíos conversos y que mantienen con rigorismo
las exigencias de los cientos mandatos religiosos que habían ido creando a lo
largo de los siglos. Así, no tolera que algunos de Corinto no transijan en
comer carnes sacrificadas a los ídolos (cf 1Cor 8,4-6) y les enseña a comer de
todo si no es ocasión de escándalo o mal ejemplo (cf 1Cor 10 25-29).
Por otra parte, no
tolera tampoco el abuso de la Eucaristía que hacen esos mismos cristianos
corintios “pues cuando os reunís, no es ya para tomar la Cena del Señor,
porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena, y mientras uno
pasa hambre, otro está ebrio” (1Cor 11,20-22).
Tampoco tolera que se
obligue a los cristianos de origen pagano, y que por tanto no provengan del
judaísmo, a que se les circuncide y ello aún a costa de provocar el primer concilio realizado con los apóstoles y presbíteros que había en Jerusalén y un montón de asistentes más (cf
Act 15,1-29) pues, entonces, lo democrático no daba asco o temor, ya que estaban
dócilmente en manos del Espíritu.
Pablo en Filipos no
toleró tampoco la “diplomacia” romana ya que dice él mismo: “Después de
azotarnos públicamente sin previa condena siendo ciudadanos romanos, nos han
metido en cárcel ¿y nos sueltan ahora a escondidas? Esto no va a ser así. Que
vengan ellos a sacarnos (…) Vinieron entonces y les pidieron disculpas, los
sacaron fuera y les rogaron que abandonaran la ciudad” (Act 16, 35-40).
Etc.
En pleno siglo XX no es
fácil oír hablar de la tolerancia, ni en catequesis, ni en clases de Religión,
ni en homilías o conferencias aunque algo indirecto dijo el papa Francisco en un reciente Ángelus (12-02-17) pidiendo ser cristianos más
acordes con el Evangelio y no ser cristianos de fachada que, entre otros
“detalles” para la vida ordinaria, tradujo en no insultar al hermano. ¡A cuántos intolerantes les tiene que
tolerar este papa! Ellos no le toleran que haga ningún cambio y tienen el
corazón embotado y la mente anestesiada desde que no vive en los palacios
vaticanos, que utiliza sus zapatos negros y no los rojos, que no utilice los coches de lujo y funciona con un "mondeo". Para qué seguir…
El C9, grupo de
cardenales asesores del papa, en su décimo octava reunión desde que fue creado por Francisco un 13F, hizo una declaración para
contrarrestar a las 4 voces disidentes, y expresaba su pleno apoyo a la obra de
este papa, que solo quiere llevar a cabo los inicios de la reforma que le
encomendó el colegio cardenalicio que lo eligió en aquel marzo de 2013.
El coordinador de C9,
el cardenal centroamericano Óscar R. Maradiaga, en nombre de todos ellos,
agradeció al papa su discurso a la curia en diciembre, como se acostumbra hacer
cada año en los días navideños.
Tolerar en medio del mundo
No pocas veces se oyen también
a diario fuera del Vaticano, voces de quienes no toleran que en diversos países se vayan cambiando ciertas
leyes civiles o actitudes políticas, cuando lo que pretenden (los tienen por
“malditos”), es no tanto descristianizar la sociedad, sino des-eclesiastizarla
o des-clericalizarla. ¡Cuánta falta hace!
Al estreno del tercer
milenio, Juan Pablo II recordaba que “Ha pasado ya, incluso en los países de
antigua evangelización, la situación de una «sociedad cristiana» (...) Hoy se
ha de afrontar con valentía una situación que cada vez es más variada y
comprometida” (Novo millennio ineunte, 40). Aceptemos el reto. Pero los hay
que no se han enterado o no quieren enterarse. No hay mejor sordo que el que no
quiere oír.
El Evangelio implícitamente dice que nadie debe arrancar la cizaña, que es tarea de los ángeles al final de los tiempos, cuando Jesucristo vuelva por segunda vez y
definitiva para juzgar a vivos y muertos.
Claramente lo recordaba
Pío XII cuando escribía que “el error y el pecado (…) Dios los reprueba y,
sin embargo, los deja existir. Por consiguiente, la afirmación de que el
extravío religioso y moral debe ser siempre impedido, en cuanto es posible,
porque su tolerancia es en sí misma inmoral, no puede valer en forma absoluta
incondicionada”.
Por su parte, con
anterioridad, a caballo entre el final del siglo XIX y el inicio del XX, León
XIII se expresaba así: “no se opone la Iglesia a la tolerancia por parte de
los poderes públicos de algunas situaciones contrarias a la verdad y a la
justicia (…) Dios mismo, en su Providencia, aún siendo infinitamente bueno y
todopoderoso, permite, sin embargo, la existencia de algunos males en el mundo.
Y añadía que “la ley
humana debe proponerse la imitación de Dios que, al permitir la existencia del
mal en el mundo, «ni quiere que se haga el mal ni quiere que no se haga; lo que
quiere es permitir que se haga, y esto es bueno» (Sto. Tomás de A., S.Th., I
q19, a9 ad3). Sentencia del Doctor Angélico que encierra en pocas palabras toda
la doctrina sobre la tolerancia del mal”.
El tolerante no es un
relativista ideológico que afirma que todos los sistemas políticos, filosóficos
o religiosos son igualmente verdaderos. Tampoco es un escéptico para quien
todo es igualmente falso. El tolerante no es un agnóstico para quien los
principios supremos de la razón son incognoscibles para el hombre; el agnóstico
no se fía de la razón.
Tampoco
un tolerante es un indiferentista social que suele ser un perezoso,
un “pasota” por su egoísmo.
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