miércoles, 22 de febrero de 2017

LA TOLERANCIA DE LOS CRISTIANOS

Aniversarios en el 23F


Cada madrugada de un 23F es el aniversario del decreto de intolerancia en febrero del 303 con el que el pagano emperador romano Diocleciano decretaba otra tanda de persecuciones a l@s cristian@s, las últimas y las más crueles. Fueron cientos de miles ejecutad@s, crucificad@s o echad@s a los leones en las arenas de los circos… Sin embargo no faltaron algunas traiciones, como el papa Marcelino que ofreció incienso en honor de los dioses paganos, como consta en su biografía oficial: «ad sacrificium ductus est ut turificaret, quod et fecit» (Liber pontificalis I, 162).

El 27F es el aniversario del edicto en el 380, por el que el cristiano emperador Teodosio decide acabar con el paganismo y que endurecerá con los años. El 24F de 391 dictó la ley que remataba su empeño. Sin embargo anteriormente Galerio en 311 y Constantino en 313 fueron verdaderos tolerantes porque lo que decretaron fue dejar de perseguir al cristianismo, legalizándolo como las demás religiones (auténtica libertad religiosa).

Jesús enseña con hechos y palabras qué es la tolerancia, que Él es la tolerancia personificada y enseña a los suyos a intentar al menos serlo, contando con su ayuda divina que nunca faltará. En junio de 2010 ya colgué en post sobre la tolerancia del mismo Cristo.

En una ocasión dice: “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persigan (Mt 5,38-44). ¿Cómo se va a amar al enemigo si se tiene la espada en la mano, la metralleta calada, los tanques en la calle? No solamente el pagano Diocleciano y los anteriores emperadores romanos o chinos o japoneses o…

En Julio 2011 me refería a ¿tolerar al intolerante? Y en aquel agosto a ¿tolerar el mal?

Tolerar dentro de la Iglesia

En los mismos evangelios vemos muchas actitudes de intolerancia de la mala en algunos discípulos de Cristo: así, Juan y Santiago no toleran la falta de hospitalidad de los samaritanos (Jn 9,54). Juan no tolera que un exorcista haga el bien por no ser de los suyos (Mc 9,38). Marta no tolera que su hermana María no le ayude a preparar la cena (Lc 10,40). Los de Nazaret no toleran a Jesús (Lc 4,29). El hermano mayor del pródigo no tolera la fiesta que organiza su padre tras el regreso de su hermano menor (Lc 15,28-32). Herodías -la adúltera que convive con Herodes- no tolera a Juan Bautista (Mc 6,24). Etc.

San Pablo rompe con la intransigencia mala de aquellos judíos conversos y que mantienen con rigorismo las exigencias de los cientos mandatos religiosos que habían ido creando a lo largo de los siglos. Así, no tolera que algunos de Corinto no transijan en comer carnes sacrificadas a los ídolos (cf 1Cor 8,4-6) y les enseña a comer de todo si no es ocasión de escándalo o mal ejemplo (cf 1Cor 10 25-29).

Por otra parte, no tolera tampoco el abuso de la Eucaristía que hacen esos mismos cristianos corintios “pues cuando os reunís, no es ya para tomar la Cena del Señor, porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena, y mientras uno pasa hambre, otro está ebrio” (1Cor 11,20-22).

Tampoco tolera que se obligue a los cristianos de origen pagano, y que por tanto no provengan del judaísmo, a que se les circuncide y ello aún a costa de provocar el primer concilio realizado con los apóstoles y presbíteros que había en Jerusalén y un montón de asistentes más (cf Act 15,1-29) pues, entonces, lo democrático no daba asco o temor, ya que estaban dócilmente en manos del Espíritu.

Pablo en Filipos no toleró tampoco la “diplomacia” romana ya que dice él mismo: “Después de azotarnos públicamente sin previa condena siendo ciudadanos romanos, nos han metido en cárcel ¿y nos sueltan ahora a escondidas? Esto no va a ser así. Que vengan ellos a sacarnos (…) Vinieron entonces y les pidieron disculpas, los sacaron fuera y les rogaron que abandonaran la ciudad” (Act 16, 35-40). Etc.

En pleno siglo XX no es fácil oír hablar de la tolerancia, ni en catequesis, ni en clases de Religión, ni en homilías o conferencias aunque algo indirecto dijo el papa Francisco en un reciente Ángelus (12-02-17) pidiendo ser cristianos más acordes con el Evangelio y no ser cristianos de fachada que, entre otros “detalles” para la vida ordinaria, tradujo en no insultar al hermano. ¡A cuántos intolerantes les tiene que tolerar este papa! Ellos no le toleran que haga ningún cambio y tienen el corazón embotado y la mente anestesiada desde que no vive en los palacios vaticanos, que utiliza sus zapatos negros y no los rojos, que no utilice los coches de lujo y funciona con un "mondeo". Para qué seguir…

El C9, grupo de cardenales asesores del papa, en su décimo octava reunión desde que fue creado por Francisco un 13F, hizo una declaración para contrarrestar a las 4 voces disidentes, y expresaba su pleno apoyo a la obra de este papa, que solo quiere llevar a cabo los inicios de la reforma que le encomendó el colegio cardenalicio que lo eligió en aquel marzo de 2013.

El coordinador de C9, el cardenal centroamericano Óscar R. Maradiaga, en nombre de todos ellos, agradeció al papa su discurso a la curia en diciembre, como se acostumbra hacer cada año en los días navideños.

Tolerar en medio del mundo

No pocas veces se oyen también a diario fuera del Vaticano, voces de quienes no toleran que en diversos países se vayan cambiando ciertas leyes civiles o actitudes políticas, cuando lo que pretenden (los tienen por “malditos”), es no tanto descristianizar la sociedad, sino des-eclesiastizarla o des-clericalizarla. ¡Cuánta falta hace!

Al estreno del tercer milenio, Juan Pablo II recordaba que “Ha pasado ya, incluso en los países de antigua evangelización, la situación de una «sociedad cristiana» (...) Hoy se ha de afrontar con valentía una situación que cada vez es más variada y comprometida” (Novo millennio ineunte, 40). Aceptemos el reto. Pero los hay que no se han enterado o no quieren enterarse. No hay mejor sordo que el que no quiere oír.

El Evangelio implícitamente dice que nadie debe arrancar la cizaña, que es tarea de los ángeles al final de los tiempos, cuando Jesucristo vuelva por segunda vez y definitiva para juzgar a vivos y muertos.

Claramente lo recordaba Pío XII cuando escribía que “el error y el pecado (…) Dios los reprueba y, sin embargo, los deja existir. Por consiguiente, la afirmación de que el extravío religioso y moral debe ser siempre impedido, en cuanto es posible, porque su tolerancia es en sí misma inmoral, no puede valer en forma absoluta incondicionada”.

Por su parte, con anterioridad, a caballo entre el final del siglo XIX y el inicio del XX, León XIII se expresaba así: “no se opone la Iglesia a la tolerancia por parte de los poderes públicos de algunas situaciones contrarias a la verdad y a la justicia (…) Dios mismo, en su Providencia, aún siendo infinitamente bueno y todopoderoso, permite, sin embargo, la existencia de algunos males en el mundo.

Y añadía que “la ley humana debe proponerse la imitación de Dios que, al permitir la existencia del mal en el mundo, «ni quiere que se haga el mal ni quiere que no se haga; lo que quiere es permitir que se haga, y esto es bueno» (Sto. Tomás de A., S.Th., I q19, a9 ad3). Sentencia del Doctor Angélico que encierra en pocas palabras toda la doctrina sobre la tolerancia del mal”.

El tolerante no es un relativista ideológico que afirma que todos los sistemas políticos, filosóficos o religiosos son igualmente verdaderos. Tampoco es un escéptico para quien todo es igualmente falso. El tolerante no es un agnóstico para quien los principios supremos de la razón son incognoscibles para el hombre; el agnóstico no se fía de la razón.
Tampoco un tolerante es un indiferentista social que suele ser un perezoso, un “pasota” por su egoísmo.

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