sábado, 17 de diciembre de 2016

HACIA BELÉN VA UNA BURRA...


Es letra de un conocido villancico y tiene mucho de real pues seguro que José tenía ese animal para su trabajo en Nazaret y lógicamente lo utilizó para que viajara sobre ella su esposa María, pues su embarazo estaba ya cerca del final. Dice Lucas queestando allí, le llegó la hora del parto, y dio a luz a su hijo” (Lc 2,20)

José con María tuvieron que ir desde Nazaret, en donde vivían, a Belén para cumplir la ley imperial, como cuenta el evangelista Lucas: “En aquellos días se promulgó un edicto de César Augusto, para que se empadronase todo el mundo (…) José, como era de la casa y familia de David, subió desde Nazaret, ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada Belén, en Judea, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta” (Lc 2, 1-20).

El viaje de Nazaret a Belén es de unos 100 km que no se haría en menos de una semana y lo más probable es que no lo harían ellos solos sino que –como solía entonces ser lo habitual-, se apuntarían a una caravana que viajara al sur.

Este acontecimiento que se celebra cada año el día 25, Navidad, o sea el nacimiento de Jesús transmite una alegría por dentro y por fuera pues también se acompaña –claro está- con algún detalle extra ornamental como el árbol, el belén y algo gastronómico como el cava, el turrón, los barquillos, etc. Pero sobre todo se vive la fiesta por dentro con la idea clara de que lo celebrado y recogido en los evangelios no es algo simplemente para admirar. Los cristianos sabemos que se trata de imitar lo que Jesús nos enseña con su vida terrenal. Fue en Antioquía de Siria donde se empezó a llamar cristianos a los discípulos de Cristo y san Pablo recordará a esos primeros cristianos que se trata de llegar a ser otros cristos, que en eso consiste imitarle, seguirle o como se exprese con otros términos.

El papa Francisco recordó esta idea en la última víspera de la Navidad del año pasado: “Hoy ha nacido el Hijo de Dios: todo cambia. La Virgen nos ofrece a su Hijo. Guardemos silencio y dejemos que ese Niño nos hable” (Homilía 24-XII-2015).

Lógicamente el niño recién nacido no puede físicamente hablar pero ya se entiende que para los que se aman, muchas veces no hacen falta palabras.

En su primera noche buena en Roma, en 2013, Francisco dijo: “No se trata sólo de algo emotivo, sentimental”. Viendo a Dios con los ojos de la cara y los del alma, comprendemos eso de que “todo cambia (…) no se trata sólo de algo emotivo o sentimental”. Hay que ponerle patas a la lección divina ya desde el portal de Belén. Un establo, una aldea desconocida para el 99,9% de la población mundial, etc.

El papa Francisco intenta lo que ya quiso hacer Juan Pablo I, el papa Luciani, para secundar las directrices del Espíritu Santo a través del Concilio Vaticano II y consolidar sus aplicaciones en la vida real.

Luciani declaró que prefería el calificativo de Pastor Espiritual antes que el de Sumo Pontífice. Sus aspiraciones pronto quedaron claras: humanizar el papado, clarificar las cuentas vaticanas, los cambios necesarios para devolver la Iglesia a sus orígenes: la simplicidad, la honestidad, los ideales, y las aspiraciones de Jesucristo. Otros antes que él acariciaron el mismo sueño, pero pronto se vieron aplastados por la realidad de sus consejeros y así murieron muchas ilusiones. Algunos del Vaticano decían que Luciani era un intelectual inconsciente de las grandes responsabilidades papales.

El 28 de agosto de 1978 se anunció que la "revolución" había empezado: no se procedería a la tradicional Misa de coronación. Tampoco utilizaría la sede gestatoria portada a hombros por 6 hombres, era ir simplificando como había iniciado su antecesor, el beato Pablo VI, que desechó la tiara con incrustaciones de esmeraldas, rubíes, zafiros, y diamantes y dejaron de flamear las plumas de pavo real traídas de Etiopía. Ninguna ceremonia duraría ya 6 horas para abolir la gran pompa y el ritualismo del esplendor del antiguo poder temporal.

Todo eso haría oler en la Iglesia como en el portal de Belén o en la casa de Jesús, María y José en Nazaret, o en la “vivienda” que utilizaran durante la estancia en Egipto.

Seguía diciendo el papa Luciani, según cuenta uno de sus dos colaborados teólogos con los que quería organizar las cosas: En mis viajes quisiera que todo sucediera con simplicidad (…) Jesucristo, Pedro, Pablo y Juan no fueron jefes de Estado. Conozco y comprendo todas las razones históricas de tradición (…) pero, ¿cómo se puede cambiar de piel de golpe…? Sé muy bien que no seré yo quien cambie las reglas cosificadas durante siglos (…) tengo la impresión de que la figura del papa es ensalzada en exceso. Se corre el riesgo de caer en el culto a la personalidad, algo que yo no deseo en absoluto…
         ¡Qué hermoso hubiera sido que el papa hubiera renunciado espontáneamente al poder temporal! Debería haberlo hecho antes. Demos gracias al Señor que así lo ha querido y lo ha hecho.

No olvidemos que Jesucristo no vino sólo en la primera Navidad, ni se presentará sólo otra vez al final de los tiempos. Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo, nos dijo. Y desea estar presente, no solo en nuestras almas, sino que cuenta con nosotros para, siendo otros cristos, ser Cristo que pasa y que le ayudemos a santificar todas las realidades humanas nobles mediante el ejemplo y la palabra. Santificar la vida es aprender a hacer cada cosa diaria como la haría Cristo en nuestro caso. Ser otros cristos a la vez que, como él mismo nos enseñó, está realmente presente a cada ser humano, especialmente en los pobres, los enfermos, los encarcelados, los hambrientos, los desnudos, etc…

Aparte de tener a Jesús ante nuestros ojos en el portal de Belén, le tenemos también a diario en cada sagrario donde está Reservado. En un Mensaje de Navidad, Su Beatitud Michel Sabbah, patriarca latino de Jerusalén (20-XII-2006), decía: “Cuando celebramos la Eucaristía nos encontramos en Belén, en la «casa del pan». Cristo se nos da, y así nos da su paz. Nos la da para que llevemos la luz de la paz en lo más hondo de nuestro ser y la comuniquemos a los demás; para que seamos artífices de paz y contribuyamos así a la paz en el mundo“.

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