Mi
reino no es de este mundo
Cristo Rey del universo es la solemnidad del último domingo del año
litúrgico que suele caer cinco domingos antes de Navidad pues hay cuatro de
Adviento.
En
este 2016 será este próximo domingo 20 de noviembre.
¿Tú eres rey? es la pregunta que Pilato le hace a Jesús porque es de lo que le acusan las autoridades religiosas de su pueblo: los fariseos y los sacerdotes judíos. Jesús lo confirma pero deja claro que “mi reino no es de este mundo”.
Jesús de Nazaret, Cristo, y tantas otras maneras certeras de llamarle, es rey porque, como recuerda san Pablo, “por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles (…) todo se mantiene en él (…) en él quiso Dios que residiera toda la plenitud” (Col, 1,12-20).
El
Reino, recordaba san Juan Pablo II, está destinado a todos los hombres,
tratándoles como a iguales y amigos (cfr Lc 7, 34), haciéndolos sentirse amados
por Dios (Redemptoris Missio, 14). El reino es la humanidad entera que Él ha
redimido.
Esta
expresión de “Cristo rey”, lógicamente, ofrece ciertas dudas en su oportunidad
pues no puede ofender a los republicanos porque es discriminatorio, algo
contrario al talante de Dios, visto y oído en Cristo Jesús.
La
Iglesia tiene como fin supremo instaurar el Reino de Dios, del que constituye
en la tierra el germen e inicio. Hay hoy muchas voces de confianza que siguen
apoyando las reformas de la Iglesia (no solo de sus miembros) pues todavía algunos
siguen creyendo que el Reino se identifica con la Iglesia o que la Iglesia
(aunque es solo el Vaticano) ha de ser un reino de este mundo.
También
recordaba el papa polaco que “es verdad
que la realidad incipiente del Reino puede hallarse también fuera de los confines
de la Iglesia, en la humanidad entera, siempre que (…) esté abierta a la acción
del Espíritu que sopla donde y como quiere (cfr Jn 3, 8)” (Redemptoris Missio,
20).
Seguía
diciendo Wojtyla en la encíclica de 1990, que escribió sobre la misión del Redentor
que “después de su venida, una mirada
global a la humanidad demuestra que esta misión se halla todavía en los
comienzos” (RMi, 1).
“El Reino (…) se realiza progresivamente a
medida que los hombres aprenden a amarse, a perdonarse y a servirse mutuamente.
El Reino interesa a todos: a las personas, a la sociedad, al mundo entero.
Construir el Reino significa trabajar por la liberación del mal en todas sus
formas”
(RMi, 15).
A su vez, el papa emérito Benedicto XVI, hablando de san Agustín en
una de las catequesis de los miércoles (febrero 2008) recordó lo que decía el
de Hipona: «Ante la caída de Roma, algunos paganos ponían en duda la grandeza
del Dios cristiano, que parecía incapaz de defender la ciudad.
A esta objeción, que también tocaba profundamente el corazón de los cristianos, responde san Agustín aclarando qué es lo que debían esperar de Dios y qué es lo que no podían esperar de Él, cuál es la relación entre la esfera política y la esfera de la fe, de la Iglesia».
A esta objeción, que también tocaba profundamente el corazón de los cristianos, responde san Agustín aclarando qué es lo que debían esperar de Dios y qué es lo que no podían esperar de Él, cuál es la relación entre la esfera política y la esfera de la fe, de la Iglesia».
Cristo
no ofrece un programa político y el cristianismo o la Iglesia no es una
corriente político-religiosa. No pocos siguen en el error de estar super
convencidos de que la Iglesia existe con la monarquía y el nacional –
catolicismo. Sería una locura, ni
siquiera –predicaba san Josemaría- aunque
tenga el buen propósito de infundir el espíritu de Cristo en todas las
actividades de los hombres.
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