La Encarnación – la libertad.
Cada año se celebra el 25 de
marzo el acontecimiento de la anunciación a María y la encarnación del Verbo.
Cuando ese día cae en Semana Santa, como en este 2016, la fiesta se traslada a
la primera ocasión posible de abril que en el mundo entero ha sido hoy, lunes 4
de abril pero en Valencia será mañana, martes 5 porque este lunes 4, al ser el
2º de Pascua, se conmemora la fiesta del Patrón sant Viçent Ferrer, el pare
Viçent.
El 25 de marzo son nueve
meses antes del 25 de diciembre, Navidad, y es ocasión para conmemorar este acontecimiento trascendental
en la historia de la humanidad. María de Nazaret, con 13 ó 15 años según la
tradición, recién desposada con José el carpintero, aunque la boda se celebraba
al cabo de un año y no vivían todavía juntos, recibe la visita del arcángel
Gabriel. Turbada, pero llena de humildad, acepta la misión que Dios le tiene
confiada de ser, si quiere, la Madre de Dios, la madre del Mesías prometido
para la redención universal de toda la humanidad, respetando su virginidad. Con
su “sí”, “hágase en mí según tu palabra”, en sus entrañas purísimas el Verbo se
hizo carne por obra del Espíritu Santo.
Una primera consideración la
ofreció el papa emérito Benedicto XVI un 1 de diciembre de 2010. Citando a la Madre
Juliana de Norwich y sus Revelaciones -no era la única vez-, afirma que el relato de la Anunciación
ilustra la extraordinaria cortesía de Dios. Él no impone su voluntad, no
predetermina el papel que María desempeñará en su plan para
nuestra salvación: Él busca primero su consentimiento. Obviamente, en la
creación original Dios no podía pedir el consentimiento de sus criaturas, pero
en esta nueva creación lo pide. María representa a toda la humanidad. Ella
habla por todos nosotros cuando responde a la invitación del ángel.
Puede decirse sin miedo que
cada 25 de marzo es la “fiesta de la libertad”. Dios pregunta a una doncella de
Nazaret, por medio del Ángel, si quiere ser la Madre del Redentor y espera
obtener su permiso. El poder y la grandeza de Dios no la coaccionan, ni tampoco
la manipulan.
Evidentemente que María podía
haberse negado en uso de su libertad. Hemos de meditar –decía el papa
Ratzinger- sobre la relación de Dios con el hombre que está basada en libertad.
Y que esa libertad –asunto difícil de entender—forma parte de la esencia de
Dios –como el amor—y que se lo ofrece a los hombres, como don principal; es una
semilla de nuestra divinidad. No todos lo entienden y algunos no quieren
entender. O la niegan por creer que es algo satánico y pecaminoso o se pasan al
otro extremo del péndulo y la manipulan como libertinaje mondo y lirondo.
El Dios que nos ha creado
libres se fía de tal modo de nuestra libertad que consulta con nosotros, nos
pide permiso para llevar adelante su plan. Dios no invade nuestro mundo ungido
con su fuerza todopoderosa y terrible. Dios se acerca sin hacer ruido, llama a
la puerta y hace depender todo de la respuesta y colaboración nuestra.
El Dios que nos ha creado
libres respeta de tal modo nuestra libertad, que no quiere salvarnos sin
nuestro consentimiento. Dios nos invita a
sentirnos libres y responsables. Llama a nuestra puerta y solamente entra si le
abrimos. San Pablo dirá que
"Para ser libres, Cristo nos liberó".
Una segunda consideración
ante este acontecimiento de la encarnación del Verbo es, obviamente, caer una
vez más en la cuenta de que Dios se ha hecho carne, o sea que le interesa todo
lo humano, tanto el alma como el cuerpo. El papa Francisco recientemente acaba
de recordar una idea entrañable del concilio Vaticano II que afirmaba –para que
no se nos vuelva a olvidar- que Jesús trabajó con manos de hombre, pensaba con
inteligencia de hombre, quería con corazón de hombre.
A Dios le interesa todo lo
humano, que Él lo ha creado y luego lo ha redimido o arreglado sanando lo
estropeado y volviendo a elevarlo a lo divino sin dejar de ser humano.
Dentro de todo lo humano, hay
que tener en cuenta que se incluye todo, incluso lo pagano o no cristiano. Si
no se entiende así, se cae y se vuelve a caer en los errores –algunos
monumentales- que se vienen dando siglo tras siglo en la tarea misionera o
evangelizadora de la Iglesia, cosa de todos y todas los/as bautizados/as.
Es
bueno recordar la carta del papa san Gregorio I (+604) al monje san Agustín, al
que envió para evangelizar a los británicos y lo nombró obispo de Canterbury. Es
una advertencia para recordarle que la evangelización intenta transformar y no destruir:
"que se derribe el menor número
posible de templos paganos... que se pongan reliquias en ellos para que se
cambie simplemente su objetivo... Que no se cambien en nada sus costumbres de
los días de fiesta... que en ellos se levanten ramas alrededor de la iglesia,
como hacían alrededor de los templos paganos, y que celebren la fiesta con
banquetes religiosos...".
Con Bendicto XVI se
celebraron varios acontecimientos en honor del misionero jesuita Padre Mateo Ricci
(+1610), cuyas propuestas en aquel entonces fueron fuertemente rechazadas por
algunos cardenales de la curia vaticana y tuvo que ser el papa Pío XII quien tres
siglos después zanjara la cuestión o la polémica, dando la razón a Ricci.
Benedicto
XVI, en una carta por el 4º centenario de su fallecimiento, dejaba escrito de
Ricci que su “ejemplo sigue siendo hoy
modelo de encuentro entre la civilización europea y la china. Su actitud
innovadora y peculiar, de acercarse con pleno respeto a las tradiciones
culturales y espirituales chinas caracterizó su misión encaminada a buscar una
armonía posible entre la noble y
milenaria civilización china y la novedad cristiana, que es fermento de
liberación y de renovación auténtica dentro de todas las sociedades, porque el
Evangelio es un mensaje universal de salvación, destinado a todos los seres
humanos, sea cual sea el contexto cultural o religioso al que pertenezcan”
Ricci
escribe desde China, a comienzos del XVII, que "los libros canónicos del confucionismo no quedan por debajo de ninguno
de nuestros filósofos naturales", hasta tal punto que "podemos esperar que muchos de estos
antiguos se han salvado observando la ley natural, con la ayuda que Dios en su
bondad les ha dado".
San
Francisco de Javier, también jesuita y misionero en el lejano Oriente, escribía
desde Japón y China con un tono distinto al que tenía antes, en la India. De
China escribe admirado que "es
tierra de más justicia que ninguna de toda la cristiandad".
Benedicto
XV, en 1919, en su encíclica Maximum illud hace un reconocimiento dolorido
y muy serio por la forma de evangelización que no es respetuosa y es uniformista
por lo que acaba convirtiendo la evangelización en una imposición de cosas poco
evangélicas. Tras un gran elogio de fray Bartolomé de Las Casas, "honra y
prez de la Orden dominicana", ese papa no teme decir que "es preciso reconocer que hay algo de falso y
defectuoso en la educación dada hasta hoy al clero de las misiones".
Y el Verbo se hizo carne y
habitó entre nosotros. Es el redentor universal, para todos. Cristianizar un
pueblo no significa hacerlo europeo. ¿Todavía queremos que los paganos para ser
cristianos se han de circuncidar?
Esta lección no es solamente
para l@s misioner@s sino que también puede servir para un cónyuge cristian@
bautizad@, casad@ con un pagan@. Sirve para unos padres con hijos que no creen
y no practican o para abuel@s cuyos niet@s son así. Sirve para todo cristian@
con yernos o nueras pagan@s. Sirve lógicamente para ciudadan@s cristian@s con
gobernantes pagan@s, y viceversa. Etc.
buen artículo con vocabulario accesible para cualquiera que se interesa por conocer al Logos encarnado. gracias
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