miércoles, 23 de marzo de 2016

SOBRE LA DIGNIDAD DE LAS PERSONAS (1)


Algo de Antropología
Diálogo, obediencia, autoritarismo.

Cada viernes santo, meditando, cavilando, dando vueltas a los acontecimientos relatados en los evangelios con la pasión y crucifixión de Jesús, uno puede quedarse “enganchado” en aquel momento en que Pilato, una vez flagelado y coronado de espinas a Jesús, lo sacó al público rugiente para ver si se calmaban y con eso ya tenían suficiente y exclamó: eh aquí el hombre (ecce homo).
        Jesús había enseñado que cada vez que lo hacéis con un ser humano, lo hacéis conmigo.

“En su constante discernimiento –ha escrito el papa Francisco para todos- , la Iglesia también puede llegar a reconocer costumbres propias no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la historia (…) Pueden ser bellas, pero ahora no prestan el mismo servicio (…) No tengamos miedo de revisarlas” (Evangelii gaudium 43).
Entre las cosas para revisión periódica están los reales y divinos derechos humanos de cada varón o mujer.
Hablar de verdaderos ataques a la libertad religiosa no es solo una referencia a lo grupal sino también a lo personal o individual (cf Evangelii gaudium 61).

La cultura es la condición que posibilita el diálogo, las relaciones entre personas que tienen algo en común y algo (o mucho) de distinto, de personal. La cultura (lo común) ha de ser lo penúltimo por ser la condición de posibilidad para algo que está más allá de ella misma. Cabe la pretensión de hacer de la cultura una instancia última, como una pantalla que intenta sustituir el diálogo.
Hay mundos culturales que tienden a diluir a la persona dándoles todas las respuestas, y todas las pautas de acción, de manera que la libertad y la conciencia quedan abolidas en esa cultura.

El papa emérito Ratzinger, hablando de san Clemente, obispo de Alejandría, en la catequesis del miércoles 18 de abril de 2007, recordó que aquella ciudad del norte egipcio era nudo de comunicación entre culturas. Un día se unieron la griega y la romana integrándose en ellas el cristianismo que tiene un mensaje de salvación; no es creador de una cultura, no crea civilizaciones; las salva; las asume, las modela: suprime o corrige lo que es inconciliable con el espíritu del Evangelio; incorpora y conserva lo que es bueno y potencia y eleva lo que aún no ha llegado a su acabamiento y perfección. ¡Qué difícil para más de uno querer reconocerlo!

Adolf Eichmann
En los diversos procesos judiciales a los nazis, no solo con Adolf Eichmann en Jerusalén en 1962, aquellos violadores de la dignidad humana se justificaron alegando que se limitaban a “cumplir órdenes”. Alemania no era un país sin cultura o una cultura subdesarrollada.

Casi todas las culturas inducen "costumbres aceptadas" y tienden más o menos a constituirse en fuentes de rectitud en la conducta. La referencia al "todos lo hacen" o "esto es lo que hemos hecho desde siempre", es con frecuencia para justificar cada conducta personal en cualquier ambiente, sea profesional, cultural, universitario, político o religioso.
Entonces la cultura se convierte en un absoluto, tentación, siempre presente en cualquier grupo, tribu o nación, de ir a la esencia del paganismo, que es precisamente dar carácter de absoluto, es decir, divinizar la propia cultura y la propia historia.
La tendencia a considerar la tradición, lo "ancestral", como referencia moral fundante, conduce lógicamente a dar un carácter divino a esa tradición. ¡Cuántas tradiciones multiseculares de los fariseos quedaron abolidas por Jesús! Y les llamaba hipócritas.

Sala clementina en el Vaticano
Las instituciones culturales religiosas no están exentas del riesgo de la absolutización y de la divinización, inclinadas a exigir a las personas un sometimiento absoluto en todos los ámbitos.
        La Iglesia de Jesucristo, que se reconoce como indispensable para la salvación, sin embargo rechaza decididamente la interpretación institucional-visible del dicho "extra Ecclesia nulla salus” (fuera de la Iglesia no hay salvación) que puso de moda san Fulgencio (+532 con 65 años), monje y obispo de Ruspe, de talante rigorista y que siempre llevaba un traje desteñido y nunca comió carne (¿?).

Un riesgo grave de deformación en la vida religiosa es sustituir la relación directa y personal con Dios por una relación institucional religiosa, y así no alcanza propiamente a Dios, sino a una institución absolutizada. Entonces la piedad ya no es medio para acercarse a Dios, la oración ya no es hablar con Dios, sino una práctica llena de determinaciones materiales (puntualidad, temas, duración, lugar, posturas).
Tiene escrito el papa Francisco que “las obras de amor al prójimo son la manifestación externa más perfecta de la gracia interior del Espíritu” (Evangelii gaudium 37). “La vida espiritual se confunde con algunos momentos religiosos que brindan cierto alivio pero que no alimentan el encuentro con los demás” (Evangelii gaudium 78). “Es cierto que a veces el acento, más que en el impulso de la piedad cristiana, se coloca en formas exteriores de tradiciones de ciertos grupos, o en supuestas revelaciones privadas que se absolutizan” (Evangelii gaudium 70).

Cuando la relación con el absoluto se sustituye por la relación con la institución, el examen de conciencia no versa sobre el doble precepto de la caridad, sino sobre el conjunto de normas que se refieren a la integración personal en la institución. Cuando las personas hablan de su vida interior se referirán principalmente al cumplimiento de las normas institucionales, dejando en un segundo plano el modo de vivir la caridad con el prójimo en la familia o en las relaciones sociales.

Otra cita de Francisco: “en el seno de la Iglesia hay innumerables cuestiones acerca de las cuales se investiga y se reflexiona con amplia libertad. Las distintas líneas de pensamiento filosófico, teológico y pastoral, si se dejan armonizar por el Espíritu en el respeto y el amor, también pueden hacer crecer a la Iglesia (…) A quienes sueñan con una doctrina monolítica defendida por todos sin matices, esto puede parecerles una imperfecta dispersión” (Evangelii gaudium 40).

Sin embargo hay instituciones religiosas donde cualquier diálogo libre resulta sospecho. La unidad de la institución se concibe como disciplina y sometimiento para hacer lo que indique la superioridad. Se afirma que la voluntad de Dios viene por los directivos.
Si alguno adopta una actitud distinta de la imperada desde el poder (que no autoridad), no se le pedirá que ofrezca las razones de ese comportamiento que quizá pueda ser una luz para los que dirigen. Se verá recriminada y sometida aunque pudiera ser un carisma profético que promueve el Espíritu Santo.

El hoy papa emérito Benedicto XVI, entre otros casos quizá menos conocidos o populares, intervino (no sin grandes dificultades) para reformar las Constituciones de la Congregación religiosa contemporánea, los Legionarios de Cristo y el Regnum Dei, fundados en México a primeros del siglo XX y que se garantice la libertad de conciencia y se modere el ejercicio de la autoridad. Lo anterior era escandaloso.


Sócrates
En el mundo actual se cumple lo que ya advirtió Platón ante la muerte de su maestro: "Sócrates fue acusado de hacer cosas injustas: impiedad, es decir, no creer en los dioses en los que creía la ciudad, y corromper a la juventud (…) Sócrates es injusto no solamente porque él quebranta las leyes de Atenas sino también porque él, al menos aparentemente, no acepta aquellas creencias fundamentales que hacen posible esa sociedad o cultura institucional en la que vive". No pocos Sócrates ha habido en cada generación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario