Un
barrio romano
Ayer 21 de enero se cumplían 510 años que fue fundada en 1506 la Guardia Suiza
por el papa Julio II, conocido como el papa guerrero. El
papa Pío VI en 1798 la deshizo aunque luego Pío VII la reconstituyó; era la
tercera vez en su historia.
El
papa Francisco tiene el encargo de los electores de hacer las reformas
necesarias en la Iglesia y, sobre todo, empezar ya las propuestas por el
Concilio Vaticano II pues tanta lentitud ya clama al cielo. Parece que el
Espíritu tenía pensado en 1978 que se encargara de ello el cardenal Luciani
(Juan Pablo I) pero se ve que no todos los eclesiásticos vaticanos estaban en
sintonía con el Espíritu Santo y Albino Luciani solo duró 33 días.
Supongo que el papa Francisco conoce lo del obispo de Reims, san Rigoberto (+740 con 80 años), cuya memoria es cada 4 de enero. Le tengo una particular devoción por aquella célebre y hermosa oración que rezaba: "Señor, dame valor para cambiar lo que puede cambiarse, serenidad para aceptar lo que no puede ser cambiado y sabiduría para distinguir lo uno de lo otro". La cita casi textual la dijo en la homilía en santa Marta el pasado lunes 18 glosando la actitud nada ejemplar de Samuel que dice: Siempre se ha hecho así". Hay que liberarse –enseñaba el Papa- de los “hábitos” para dejar espacio a las “sorpresas de Dios”. Y meditando en voz alta (que así parecen sus homilías) el pasaje del Evangelio del día (Mc 2, 18-22), consideraba que, cuando se quejaban los fariseos de que los discípulos de Jesús no ayunaban como ellos y los de Juan Bautista, es como si dijeran: "Pero siempre se hizo así, ¿por qué no hacen ayuno?"
Supongo que el papa Francisco conoce lo del obispo de Reims, san Rigoberto (+740 con 80 años), cuya memoria es cada 4 de enero. Le tengo una particular devoción por aquella célebre y hermosa oración que rezaba: "Señor, dame valor para cambiar lo que puede cambiarse, serenidad para aceptar lo que no puede ser cambiado y sabiduría para distinguir lo uno de lo otro". La cita casi textual la dijo en la homilía en santa Marta el pasado lunes 18 glosando la actitud nada ejemplar de Samuel que dice: Siempre se ha hecho así". Hay que liberarse –enseñaba el Papa- de los “hábitos” para dejar espacio a las “sorpresas de Dios”. Y meditando en voz alta (que así parecen sus homilías) el pasaje del Evangelio del día (Mc 2, 18-22), consideraba que, cuando se quejaban los fariseos de que los discípulos de Jesús no ayunaban como ellos y los de Juan Bautista, es como si dijeran: "Pero siempre se hizo así, ¿por qué no hacen ayuno?"
Entre
las reformas que supongo que el Espíritu sugerirá, está la supresión de la
condición actual del Vaticano como Estado y sus consecuencias, pues la Iglesia
es pueblo de Dios y Cristo total y no un montaje terrenal. Mi reino no es de este mundo
dijo Jesús claramente.
Ya en enero de 2010
colgué un post al respecto. Es escalofriante recordar el momento histórico en
que la curia vaticana la inventaron los cardenales al desengancharse del
Consistorio o especie de senado que el obispo de Roma tenía con sus párrocos y
diáconos.
Ese Consistorio romano venía existiendo algunos siglos antes y el papa Juan VIII en el siglo
IX lo reorganizó por primera vez. Luego no se han dejado de hacer cambios y
ajustes por parte de un montón de papas; yo he podido ver las de Pablo VI, Juan Pablo II y
Benedicto XVI.
Había sido el papa Fabián (+250), elegido Papa siendo laico, quien distribuyó la diócesis de Roma en siete zonas, encomendadas a diáconos y de ahí viene el que los cardenales, aún hoy día, sean de tres categorías según manda el protocolo: episcopos, sacerdotes y diáconos.
Con el desenganche, los
cardenales constituyeron las Congregaciones vaticanas (santa sede) y aprovecharon
para decretar que al Papa no le puede juzgar nadie y para incrustarse en el
organigrama, aislando al Papa en la cúpula y enviando al limbo de los justos al
colegio episcopal. Ellos, el colegio cardenalicio, serán desde entonces quienes
rompen y rasgan y los que tienen la sartén por el mango. Ya dijo Pablo VI que
el humo de Satanás se había infiltrado por las grietas del actual edificio
eclesiástico en ruinas; por algo lo diría. Y
Juan Pablo II también confesaba que el demonio no solo existe, sino que lo
tenía allí dentro de su casa.
Dejando
de ser un Estado, tendrán entonces que desaparecer los signos externos del
anterior poder temporal eclesiástico: palacios, mitras, báculos, anillos,
solideos, esclavinas, himnos, banderas, monedas, pasaportes, sellos,
matrículas de coches, etc. Son muy chocantes y extraños al evangelio.
Como
la Iglesia es Pueblo de Dios, propongo un logotipo para siempre y que no lo
vaya cambiando cada Papa: una corona de espinas y tres clavos que representaran
los tres “munera Christi”, o sea las tres dimensiones de la misión de Cristo,
de las que participa tod@ bautizad@: son miembros de un pueblo de reyes, son un
sacerdocio santo y también participan de la función profética de Cristo.
Es
triste que tan solo puedan hacerse algunos gestos sencillos que no enfade
demasiado al grupete de inmovilistas, atrapados en ese status nada evangélico. Así el gesto de Pablo VI de desprenderse de
la tiara y de Juan Pablo I de suprimir la silla gestatoria y sustituir la “Misa
de la coronación” por la de “Inauguración del pontificado”. El papa Francisco
se cambia los zapatos y deja de usar coches de lujo y los de siempre ponen el
grito en el cielo o, lo que es peor, maquinan en secreto, traman para evitarlo
de cualquier manera.
Por
fidelidad a Cristo, el Papa no debe ser Jefe de Estado ni Presidente de
Gobierno; es obispo de Roma y ninguno de los otros hermanos en el episcopado
(más de 4 mil) necesitan tal status. No
cuadra con Jesús el ser Capitán General de un ejército, aunque sea la Guardia
Suiza; yo la reconvertiría en una empresa privada de seguridad. Pablo VI no
pudo llegar hasta el final en la reforma y solamente suprimió tres ejércitos
vaticanos y dejó la Gendarmería vaticana y la Guardia Suiza para su custodia personal
como Romano Pontífice.
Una
solución "de cajón" (pensando en Belén, Nazaret, Cafarnaún), sería re-convertir
el Vaticano en un barrio romano como lo fue durante varias décadas del siglo
XIX y XX, desde la pérdida (gracias a Dios) de los Estados Pontificios con Pío
IX hasta que Benedicto XV preparó los pactos lateranenses para devolverle al
Romano Pontífice un trozo de terreno romano y Pío XI lo llevó a cabo con
Musolini el 11 de febrero de 1929.
Si
se dejara como Estado independiente, entonces tendría que ser (por fin) en
manos de laic@s evitando que esos eclesiásticos cayeran en la tentación clericalista
de exigirles la “missio canónica” para ejercer esos asuntos temporales. Ya que
no nos dejan mandar –dirían- por lo menos manejémoslos como marionetas.
La
polémica está siendo suscitada desde organismos de la misma ONU para que a la
Iglesia Católica, que se presenta como Estado aunque –como indicó Pablo VI-
sólo en calidad de “observador”, se le niegue su participación en tal Asamblea
política mundial.
Evidentemente
la santa Sede o el Vaticano sólo es un organismo eclesial y no “es” la Iglesia
Católica. Sí lo es una diócesis pero no una curia (vaticana o diocesana). El
Vaticano (o santa Sede) no es una Iglesia particular como no lo es una
parroquia, un Vicariato Castrense, una Prelatura u Ordinariato personal, una
Orden o Congregación religiosa o cualquier otra institución eclesiástica
administrativa, benéfica o pastoral.
Reservando
el término Curia Romana para la Curia de esa diócesis, no hace falta que a la
Curia Vaticana se la llame santa Sede pues ese calificativo (como se viene
haciendo con los Dicasterios) puede banalizar lo sacro. Son las personas las
que tienen que ser santas, no los instrumentos de trabajo o sedes materiales, despachos,
ordenadores, … sólo cabe llamar santo a lo destinado directamente al culto
divino.
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