En
la semana de oración por la unidad de los cristianos
Cada
año, del 18 al 25 de enero que es la fiesta de la conversión de Saulo –cuando pasó
a ser san Pablo-, se puede vivir la devoción universal del octavario de oración
por la unidad de los cristianos. Esto en el hemisferio norte pues en el sur
suelen celebrarlo en torno a Pentecostés desde
la propuesta en 1908 del reverendo Paul Watson.
Rvdo James Haldane Stewart |
Ya en 1740
los recién nacidos pentecostales propusieron esta iniciativa para rezar por
todas las iglesias y con ellas. En 1820
el reverendo James Haldane Stewart publicó «Consejos para la unión
general de los cristianos con vistas a una efusión del Espíritu». En 1894 León
XIII animó a vivir el octavario en el contexto de Pentecostés. En 1966 La
Comisión «Fe y Constitución» del Consejo Mundial de las Iglesias y el
Secretariado para la Unidad de los Cristianos (actualmente Pontificio Consejo
para la Promoción de la Unidad de los Cristianos) de la Iglesia católica decidieron
preparar un texto para la Semana de oración de cada año.
Rezar por la unidad de los cristianos que estamos tan divididos como los
del Islam, pues no solo hay chiís y sufíes que hoy se arrean de lo lindo.
¡Cuánta falta hace! También dentro de la misma Iglesia que se define católica
pues las peleas, los celos, las envidias, etc., son el pan nuestro de cada día.
Y no solo se atenta a la unidad cuando, como en la Edad Media, los dominicos y
los franciscanos discutían sobre la doctrina de la gracia divina y la libertad
humana llegando (según cuentan los historiadores) a las manos: los dominicos
estiraban las barbas de los franciscanos. Y entonces el papa de turno se limitó
a prohibirles que volvieran otra vez a “dialogar” sobre el tema.
Ya desde el principio del cristianismo, como se lee en los Hechos de los
apóstoles, aparecen las divisiones que no dejarán de florecer en cada
generación. Pablo de Tarso las pasó canutas pues los de Santiago (el menor, el
obispo de Jerusalén, el primo del Señor), le estuvieron persiguiendo, tramando,
por todas las ciudades que fue pasando. A parte de los judaizantes de Santiago
ya aparecieron entonces las sectas de los ebionitas y los encratitas. Nada
nuevo bajo el sol, diría alguno.
Pero al dividirse el Imperio romano en dos, el de Oriente con capital en
Constantinopla y el de Occidente con capital en Roma, la división es ya incluso
institucional; es un hecho que se van enturbiando los ánimos tanto que, al
comenzar el segundo milenio, en la década de los 50 del año mil, la rotura se
consuma y dura hasta hoy.
Unos siglos después, a mitad del segundo milenio, con la Reforma de Lutero en el siglo XVI, también se rompe el cristianismo. Anteriormente fue una división vertical que separaba este de oeste; ahora es horizontal y separa los del norte de los del sur.
Cuando unos y otros empiezan a secundar las mociones del Espíritu Santo a
finales del siglo XIX, es cuando aparece en el mundo cristiano no católico la
iniciativa de buscar la unidad pues lo contrario escandaliza también a los
paganos, como atestiguan los misioneros cristianos de aquella hora histórica.
Pero la actitud oficial de Roma es pobretona y nada evangélica pues el buen
pastor ha de salir en busca de la oveja perdida y, en cambio, la jerarquía de
entonces tenía decidido quedarse sentada en casa diciendo: ¡si quieren volver,
que llamen al timbre!
El vuelco en la postura oficial del Vaticano se dio con san Juan XXIII –el
papa bueno- que soñaba con la preocupación de Cristo, manifestada en la última
cena, ut omnes unum sint, que todos sean uno (Jn 17, 21): ¡que estéis
unidos!
A partir de entonces se empiezan a dar pasos tímidos y pequeños aunque,
lógicamente, en estas cosas no hay que tener muchas prisas pues las heridas llevan
muchos siglos de existencia para unos y para los otros y no se curan en dos días.
Pablo VI, aplicando las directrices ecuménicas del Concilio Vaticano II,
logró entrevistarse dos veces (1964 y 1967) con el Patriarca Atenágoras de
Jerusalén, porque para estar unidos hay que conocerse, y para conocerse, hay
que tratarse. Fue la primera vez que el papa salía como buen pastor…
Juan Pablo II, en su Encíclica sobre el ecumenismo de mayo de 1995 escribió
su mirada de fe ante el estado de esta cuestión dibujando sus luces y sus sombras tanto en la Iglesia Católica como en las
iglesias o comunidades separadas. A lo largo de sus casi 27 años de
pontificado, realizó más de 100 viajes apostólicos y siempre con ese toque
ecuménico allí donde fuera posible.
De entre las luces, cabe recordar que la iglesia luterana de Finlandia en
1998 amplió a tres sus fiestas marianas en su reforma litúrgica. Ya se ve que
no es la devoción mariana de los católicos romanos el obstáculo, como algunos
piensan.
Juan Pablo II también impulsó los contactos entre el Consejo Pontificio
para la Unidad de los Cristianos y la Federación Luterana mundial que en otoño
de 1999 concluyeron con una Declaración conjunta sobre la justificación,
que es el tema que la teología considera clave en la doctrina de Lutero.
El papa Francisco no solo reza por ellos y con ellos sino que vive los detalles humanos que haría Jesús |
En
el actual octavario, el papa
Francisco, entre otros muchos actos ecuménicos que ha realizado en sus 3 años
de pontificado, acaba de recibir a los luteranos
de Finlandia el mismo día 18, el primero del octavario. En diciembre de 2014 había
recibido a la Delegación luterana alemana y a la Comisión ecuménica de la
Conferencia Episcopal alemana. En aquella ocasión dijo: «En el 2017 los cristianos luteranos y los católicos conmemoraremos
conjuntamente el quinto centenario de la Reforma. En esta ocasión, luteranos y
católicos tendrán la posibilidad por primera vez de compartir la misma
celebración ecuménica en todo el mundo, no en la forma de una celebración
triunfalista, sino como profesión de nuestra fe común en Dios Uno y Trino».
En el pasado noviembre de 2015,
visitó la comunidad luterana en Roma y recordó entonces (como decía muchas
veces san Juan Pablo II) que la división es un escándalo y las dos iglesias
deben pedir perdón.
En el encuentro de ayer, 18 de enero,
primer día del octavario, ha animado a superar reticencias y viejos prejuicios,
repitiendo también palabras de san Juan Pablo II. Añadió que las discrepancias
no deben descorazonar a nadie e hizo una referencia a la declaración conjunta
de 1999 sobre la justificación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario