LAS
REFORMAS SEGUIRÁN ADELANTE (1)
Descentralización
y colegialidad
Jesús,
cuando fue al Jordán para ser bautizado por Juan, lo hizo en un bautismo
general, sin excepciones, sin saltarse la cola. Como dirá san Pablo, a pesar de
su condición divina, no hizo alarde de categoría de Dios, pasó como uno de
tantos, vivió como un hombre cualquiera, sin parafernalia ni privilegio alguno.
Con motivo del llamado “Vatileaks-2”, el “1” hizo dimitir a Benedicto XVI, el papa Francisco ha manifestado que cuenta con obstáculos, inconvenientes o cortapisas que puedan darse promovidos por los inmovilistas de mente y corazón y cuya soberbia personal y colectiva puede empujarles a lo impensable.
Está anunciada para pronto otra reunión más del C-9, como se conoce al grupo de cardenales staff del papa y que se dice tienen ya perfilados algunos temas a reformar
Francisco sabe que no
tiene encomendada una perita en dulce y que la oposición no le permitirá otra
cosa que unos parches calientes, un lavado de cara, una reforma estética, como siempre, y así al
final todo sigue igual.
Todo
bautizado, como Cristo, tiene que vivir sin hacer alarde alguno, tampoco de ser
católico, obispo, cardenal o papa. Al recuperar la limpieza evangélica en la
Iglesia ocurrirá, entre otras muchas cosas, que su presencia en el mundo, en la
ONU o en cualquier otro organismo temporal, no se verá ni cuestionada ni
mermada cuando el Vaticano deje de ser un Estado. Será lo ajustado al
evangelio, lo prevista por su Fundador que contaba con sus discípul@s como sal
y como fermento. La misión evangelizadora está perfectamente garantizada por
Cristo con cristian@s creyentes y practicantes que, congruentes con su fe, dan
testimonio auténtico en el ejercicio de sus deberes ciudadanos y bautismales.
El
testimonio evangélico en los asuntos temporales (políticos, científicos,
deportivos, culturales,...) no necesita de ningún “permiso”, missio o venia
eclesiástica, ni es tarea de los clérigos como tales. Los laic@s desempeñando
sus deberes bautismales, no son la longa
manus ni de la Jerarquía ni del
párroco.
En
los asuntos temporales, el testimonio de un clérigo (sacerdote, obispo,
cardenal o papa) no lo será por tal condición, sino por la de cristiano y
ciudadano y por tanto no debe presentarse con distintivos ni privilegios. La
señal –dijo el propio Cristo, que entendía del tema- por la que reconocerán que
sois mis discípulos es en la caridad. Su condición clerical no le interesa a la
sociedad plural; es sólo dentro de la Iglesia. De puertas hacia fuera, cada
bautizado (laico o clérigo) es un ciudadano más. San Agustín, siendo ya obispo
de Hipona, decía a l@s cristian@s de su diócesis que yo soy sacerdote para
vosotros y cristiano con vosotros.
El
criterio canónico vigente prohíbe hacer política a los clérigos, entiéndase
papas, cardenales, obispos o curas. No cabe que la Jerarquía actúe en política
ni como tal se pronuncie diplomáticamente en el concierto mundial de las naciones,
ni se entreviste con jefes de gobierno o ministros en virtud de tener también
ese título terrenal, ni que hagan Concordatos, ni que se ofrezcan como
mediadores en los conflictos humanos, pues no es ésa una mediación sacerdotal
sino política.
Cristo
enseñó a vencer la tentación de ocuparse de los asuntos terrenos, negándose a
arreglar unos problemas familiares de herencia (cf Lc 12,14). Las conferencias
episcopales harán los convenios o concordatos que les parezca oportunos en su
territorio. La descentralización y la colegialidad eclesial es urgentísima,
evangélica, cristiana por ser el modo más humano de actuar.
Cristo
sufrió las tres tentaciones en el desierto que son las habituales que tendrán los hombres y mujeres de la
Iglesia en cada generación hasta la parusía. Pero, si se quiere, se pueden vencer: no
nos dejes caer en la tentación, rezamos en el Padrenuestro.
Pocos
quedaron indiferentes y no pocos sufrieron un escalofrío ante la foto del 3 de
mayo de 2002 en que aparecía el Cardenal Etchegaray, enviado para la ocasión
por el Papa Juan Pablo II, cogido de la mano de Yaser Arafat, y ambos con los
brazos levantados en señal de victoria, en el momento de la liberación en
Ramala del líder palestino, tras sus 150 días de “arresto domiciliario”
decretado por el gobierno israelí. Suma y sigue a lo largo del tiempo.
También da escalofríos y depres seguir
oyendo a algunos obispos que declaran sobre política y visceralmente defienden la derecha condenando a los que simpaticen o apoyen la llamada izquierda. Tanto es meterse en política al predicar sobre la independencia como sobre una unidad que atenta flagrantemente al pluralismo divino de las cosas, y exigen que nadie proteste, ni diga una palabra. ¿Esa esclavitud, como lleva
muchos siglos, es buena?
el santo cura de Ars, patrono del clero universal |
La
condición clerical es para el servicio de la comunidad eclesial y no para las
acciones temporales. El uso de tal condición eclesial para asuntos de este
mundo es un abuso. Alguien dijo que la verdad es verdad la diga yo o mi
cocinera. A alguna voz del disenso eclesial bien se le podría decir lo que
Cristo dijo a uno que no era de los suyos, un escriba, pero que había hablado
con sensatez: no estás lejos del
reino de Dios (Mc 12,34).
Una de las reformas que se vienen pidiendo desde hace 50 años, con el Concilio Vaticano II, es la descentralización. A lo largo de los siglos, los curas han ido acaparando todo, monopolizando. Sólo ellos son la Iglesia: ¡qué barbaridad! El signo del cristiano es la cruz que sigue teniendo dos brazos: uno vertical que representa la unión con Dios y otro brazo horizontal que es la unión entre los hombres, todos, de derechas e izquierdas, la descentralización por la participación de todos, sin monopolios ni reduccionismos que son injustos y agraviantes.
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