¿un
cisma ante el Sínodo sobre la familia?
Algunos
se asustan ante lo que está diciendo el papa Francisco pero su soberbia les
tiene ciegos y sordos. No quieren ver ni oír a los anteriores papas –ya
llevamos unos cuantos- que nos han querido ayudar a mejorar en la fidelidad al
Evangelio.
Así
Benedicto XVI pedía por escrito: “Es necesario que en la autocrítica de la
edad moderna confluya también una autocrítica del cristianismo moderno, que
debe aprender siempre a comprenderse a sí mismo a partir de sus propias raíces”
(Spe salvi, 22).
A
su vez ya antes que él decía el papa Wojtyla: "Miles de voces piden que el cristianismo se actualice
y, conservando su propia identidad, tenga el impacto que tuvo al principio"
(Novo Millennio Ineunte, 2001). Esto al final de sus días, cuando al empezar su
pontificado ya había escrito: “La
Iglesia... no puede atravesar el umbral del nuevo milenio sin animar a
sus hijos a purificarse, en el arrepentimiento, de errores, infidelidades,
incoherencias y lentitudes. Reconocer los fracasos de ayer es un acto de
lealtad y de valentía que nos ayuda a reforzar nuestra fe” (Tertio
Millennio Adveniente, 1994, n. 33).
El
hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y yo digo que
tres y cuatro y … hasta que alguien no le quite esa piedra de delante. Hoy como
en cada siglo desde que Cristo dejó a su Iglesia en manos humanas, no faltan
las dificultades, las incomprensiones, la tiranteces. Que se lo pregunten a
Santiago (el menor), a Pedro y a Pablo, por ejemplo.
Sin
necesidad de ser exhaustivos, basta quedarse por ejemplo en 1786, cuando el
Sínodo de Pistoya donde brotaron las ganas de cambiar lo cambiable de la cara y
del "contenido" humano de la Iglesia, tal como se venía pidiendo
desde hacía tiempo (siglos). Las voces proféticas que envía Dios suelen ser, no
solo marginadas o ignoradas, sino acalladas y echadas a la hoguera.
Nunca
faltan los eclesiásticos que no quieren cambiar nada, están fosilizados, y no
consienten que otros pretendan cambiar nada para mejorar sin duda. Dios los
cría y ellos se juntan para enfrentarse a ese cambio evolutivo que lo ven los
que tienen sentido común, los que no tienen nada que perder en esta vida.
La
historia de la Iglesia enseña que los cismáticos no han faltado nunca ya desde
la primera hora del cristianismo. Pero hay momentos que se van; lo triste es
cuando no quieren irse y -para más inri- se atribuyen ser la verdad verdadera, la única y todos
los demás equivocados.
Podemos rezar a Jesús, María y José, la Sagrada Familia de Nazaret que este Sínodo de los
Obispos pueda despertar en todos la conciencia del carácter sagrado e
inviolable de la familia, su belleza en el proyecto de Dios.
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