El Consejo cardenalicio del
G8
Sobre por dónde van los tiros del cambio o de los
cambios colgué post en abril y enero de 2013 y en mayo 2012. Ahora tenemos que
del 1 al 3 de este octubre ha tenido lugar la primera reunión del papa
Francisco con los ocho cardenales que forman el ya llamado G8 y que como
“Consejo cardenalicio” ha quedado constituido por decreto papal.
A esa
reunión le rodean hechos que no deben olvidarse pues también enfocan por dónde
van los tiros. Esos hechos son sobre todo el trípode de entrevistas: con los
periodistas en el vuelo de regreso de la JMJ de Río, con el director de la
revista de los jesuitas La Civiltà cattolica y con Scalfari, el fundador del
principal periódico laico italiano “La Repubblica”.
El programa
de gobierno del papa Francisco parece que (por fin) quiere una nueva política exterior (como se dice en
términos seculares) que es la que marcó el Espíritu Santo en el Concilio
Vaticano II hace ya 50 años. Ello conllevará también un nuevo planteamiento de
la que podría llamarse política interior.
Por eso el Papa dice que "No podemos seguir
insistiendo solo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o
al uso de anticonceptivos. Es imposible (…) ya conocemos la opinión de la
Iglesia y yo soy hijo de la Iglesia, pero no es necesario estar hablando de
estas cosas sin cesar.
(…) Una
pastoral misionera no se obsesiona por transmitir de modo desestructurado un
conjunto de doctrinas para imponerlas insistentemente. El anuncio misionero se
concentra en lo esencial, en lo necesario, que, por otra parte es lo que más
apasiona y atrae, es lo que hace arder el corazón, como a los discípulos de
Emaús. Tenemos, por tanto, que encontrar un nuevo equilibrio, porque de otra
manera el edificio moral de la Iglesia corre peligro de caer como un castillo
de naipes, de perder la frescura y el perfume del Evangelio".
Se trata de no aferrarse la gravedad histórica del
cambio de civilización analizado y contestado con fuerza por Benedicto XVI y,
antes, por Juan Pablo II. El papa Francisco muestra su convencimiento de que vale más responder a
los desafíos del presente con el simple anuncio del Dios misericordioso, ese
Dios "que hace surgir su sol sobre los malos y los buenos, y que hace
llover sobre los justos y los injustos".
El papa Wojtyla quiso restaurar la medieval Cristiandad empeñado en que se reconociera al cristianismo (que quería decir la Iglesia católica) en las raíces cristianas de Europa cuando del modelo que es Cristo nos dice san Pablo que “a pesar de su condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios”. No hay que buscar la gloria humana ni provocar el aplauso del mundo. Cristo no se encarnó para eso ni nos dio ese encargo. Al respecto colgué post en abril y mayo de 2011.
El papa Wojtyla quiso restaurar la medieval Cristiandad empeñado en que se reconociera al cristianismo (que quería decir la Iglesia católica) en las raíces cristianas de Europa cuando del modelo que es Cristo nos dice san Pablo que “a pesar de su condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios”. No hay que buscar la gloria humana ni provocar el aplauso del mundo. Cristo no se encarnó para eso ni nos dio ese encargo. Al respecto colgué post en abril y mayo de 2011.
"No se había visto nunca hasta ahora, en la
cátedra de Pedro, una apertura hacia la cultura moderna y laica de esta
amplitud, una visión tan profunda entre la conciencia y su autonomía". Lo
afirmaba Scalfari con lo que el papa Francisco le había escrito sobre el
primado de la conciencia en ese reciente intercambio epistolar entre ambos. “La
cuestión está en obedecer a la propia conciencia. El pecado, también para quien
no tiene fe, existe cuando se actúa contra la conciencia. Escuchar y obedecer a
la conciencia significa, de hecho, decidirse frente a lo que es percibido como
bien o como mal. Y sobre esta decisión se juega la bondad o la maldad de
nuestro actuar”.
"Cada
uno de nosotros tiene su propia visión del bien y del mal, y debe elegir seguir
el bien y combatir el mal como él mismo conciba. Bastaría esto para cambiar el
mundo". No sorprende que el ilustrado ateo Scalfari haya escrito que
"compartía perfectamente" estas palabras de Bergoglio sobre la
conciencia. La verdad es que tal afirmación papal es tan vieja como andar a pie
y se enseña en los primeros rudimentos de la Teología moral.
"El Vaticano II, inspirado por Juan XXIII y por Pablo
VI, decidió mirar al futuro con espíritu moderno y abrirse a la cultura
moderna. Los padres conciliares sabían que abrirse a la cultura moderna
significaba ecumenismo religioso y dialogo con los no creyentes. Se hizo muy
poco después en esta dirección. Yo tengo la humildad y la ambición de querer
hacerlo".
En política
interior, aparte de esperar a ver como se reforman las estructuras
económicas y financieras vaticanas, el acceso real de los laicos a las
funciones eclesiales para que dejen de ser monopolio eclesiástico y si el
próximo Sínodo convocado para el próximo octubre de 2014 asume de verdad la
colegialidad efectiva y no solamente afectiva, cabe subrayar la prohibición a
la Congregación de los frailes franciscanos de la Inmaculada de celebrar la
misa en rito antiguo que ha sido una efectiva restricción de esa libertad de
celebrar en dicho rito que Benedicto XVI había asegurado a todos dejándola como
una simple "elección prudencial ligada a la ayuda hacia algunas personas
que tienen esta sensibilidad", cuando en cambio la intención explícita de
Ratzinger – expresada a su tiempo en una carta a los obispos de todo el mundo –
era que "las dos formas de uso del rito romano puedan enriquecerse
mutuamente".
También se rumorea que el Secretario de Estado
Vaticano, en el nuevo proyecto del G8, puede pasar a ser simplemente Secretario
del Papa, lo cual sería muy de agradecer como primer paso para desmantelar la
Iglesia como un Estado o dejar ese Estado (aunque sea el más pequeño del mundo)
en unas manos de confianza. Ya colgué algún post al respecto en enero de 2010.
La faena es colosal pero no asusta pues parece que hay
muchas manos para apoyar y echar adelante el proyecto. Pero las fieras heridas
de muerte querrán morir matando. Hace falta mucha oración para todos: que unos
no se desanimen y los otros tengan la humildad de reconocer la bondad que sopla
del Espíritu.
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