El misterio central
de la fe cristiana
Este es el misterio central de la
fe cristiana, así que todas las demás verdades giran o dependen de esta
realidad del ser de Dios. ¡Claro que tiene importancia saber que son tres
Personas divinas como pistas suyas para que sepamos andar por este mundo bien
de verdad!
Es tan central este misterio de
la fe que cuando los cristianos de la Reforma, al acabar el s XIX y al empezar el s XX, fundaron el
Consejo Mundial de las Iglesias para promover el ecumenismo, o sea, la unidad
entre todos los cristianos, pusieron la sede en Ginebra. Todo grupo, comunidad
o iglesia que se las diera de cristiana, podía ir a federarse. Cuando llegaron los Testigos
de Jehová, tuvieron, como todos, que rellenar un test. La primera pregunta era
si creía tal grupo en la Santísima Trinidad; ellos contestaron que no y el
propio Consejo Mundial fue quien les rechazó por no considerarlos cristianos.
Desde loss inicios del cristianismo, algunos cristianos sufrieron la tentación de negar o desvirtuar la realidad de Jesús de
Nazaret, de Cristo, bien por negar su divinidad, bien por negar su humanidad.
Así, el Arrianismo brotó desde el
año 320 dC en Alejandría cuando Arrio negaba que Cristo fuera Dios hecho
hombre. Su error se propagó, dicen los historiadores expertos, en un 60% del
episcopado cristiano de entonces. Los papas de esa época, más que condenarlos y
excomulgarlos, optaron por esperar a que falleciesen y mientras, procuraron que
los jóvenes cristianos se formaran bien en la doctrina. Después Nestorio
negaría que María fuera –como decían los cristianos- la Madre de Dios puesto
que Jesús de Nazaret no es Dios; es solamente un hombre cualquiera, un judío
más, aunque evidentemente excepcional.
Un poco antes, en el s III, había
aparecido el error del llamado “modalismo” en Oriente con Noeto de Esmirna y
Praxeas y en Occidente (Roma) con Sabelio y Epígono. Se llamó “modalismo”
porque proponían que el Padre, el Hijo y el Espíritu no eran tres Personas
distintas, sino simplemente tres "modos" de irse presentando el Dios Uno a lo
largo de la historia de la humanidad. Sabelio retocó esa teoría y creó la secta
conocida como “sabelianismo” que duró hasta s V, atacada por san Hilario de
Poitiers y san Eusebio de Cesarea.
Juan Pablo II, después de celebrar el Gran Jubileo del 2000, recordaba
que el objetivo perseguido era «la percepción del misterio de Cristo, divino y
humano… Y contemplando a Cristo, hemos adorado al Padre y al Espíritu, la única
e indivisible Trinidad» (cf Novo Millennio Ineunte).
El cristianismo no acaba en Cristo puesto que Él mismo lo dijo: yo soy el camino. Él nos lleva al Padre por obra del Espíritu. Un día le dijo a Felipe: Felipe, tanto tiempo hace que estamos juntos y ¿todavía no me conoces? Quien me ve a mí, ve al Padre. La meta es la participación del hombre en la intimidad de Dios, del Dios Uno y Trino.
El cristianismo no acaba en Cristo puesto que Él mismo lo dijo: yo soy el camino. Él nos lleva al Padre por obra del Espíritu. Un día le dijo a Felipe: Felipe, tanto tiempo hace que estamos juntos y ¿todavía no me conoces? Quien me ve a mí, ve al Padre. La meta es la participación del hombre en la intimidad de Dios, del Dios Uno y Trino.
Vivir la unidad del pluralismo
La Trinidad es una unidad divina (un único Dios) en la pluralidad de Personas, sin confusión. Tal pluralidad en la unidad debe reflejarse también en la vida y en las obras de los hombres, ya que todo hombre (varón o mujer) está creado a imagen y semejanza de Dios. Lo propio del ser humano es vivir la unidad en la pluralidad aunque a algunos les parezca imposible.
La Conferencia Episcopal Española presentó la
Instrucción pastoral "Los católicos en la vida pública" (22 abril
1986) un año después de la Exhortación "Testigos del Dios vivo". La Instrucción, fiel a la doctrina del
Concilio Vaticano II, defiende el respeto a la no
confesionalidad del Estado, el pluralismo cultural y la racionalidad
propia de las realidades seculares, junto con la renuncia de
imposición coactiva de la fe a través de una legislación civil.
Otra razón de este respeto a la autonomía de
las realidades temporales está en una teología de la cruz -sigue diciendo el documento pastoral- que lleva consigo una
acción en el mundo inspirada en la libertad que viene a los hijos de Dios del
amor incondicionado y definitivo que nos ha mostrado el Padre en el misterio
pascual de su Hijo.
En todos los misterios de nuestra fe católica –enseñaba san Josemaría
Escrivá- aletea ese canto a la libertad. La Trinidad Beatísima saca de la nada
el mundo y el hombre, en un libre derroche de amor. Ese amor a la libertad en lo
temporal era parte esencial de su espíritu: "en el Opus Dei el pluralismo
es querido y amado, no sencillamente tolerado y en modo alguno dificultado";
la diversidad de opiniones y de actuaciones en lo temporal y en lo teológico
opinable, no es para la Obra ningún problema: la diversidad que existe y
existirá siempre entre los miembros del Opus Dei es, por el contrario, una
manifestación de buen espíritu, de vida limpia, de respeto a la opción legítima
de cada uno.
Otros testimonios sobre ese amor a la libertad humana, porque es el don
de Dios a su criatura racional, y que supone compaginar sin problemas la unidad
y el pluralismo –que no se enfrentan en clave dialéctica- pueden leerse, por
ejemplo, en un artículo que, diez años antes, publicó Mons Julián cardenal
Herranz sobre El Opus Dei y la política, cuya lectura, a pesar del
tiempo transcurrido, sigue siendo de interés (Nuestro Tiempo, 6/34 (1957)
385-402). También refresca las ideas el ensayo de José Mª Casciaro, Jesucristo y la sociedad política
editado por Palabra en 1973.
Cada 31 de mayo, que se conmemora
la visitación de María a su parienta Isabel, se clausura en los jardines
vaticanos el mes de María. En 2007 Benedicto XVI dijo, recordando lo que ya
había escrito en su primera encíclica: “Meditando
este misterio (de la visitación de María a Isabel), vemos… un corazón humano perfectamente introducido en el dinamismo de
la Santísima Trinidad. Este movimiento es la caridad, que en María es perfecta
y se convierte en modelo de la caridad de la Iglesia, como manifestación del
amor trinitario (Encíclica Deus caritas est, 19)”. La dimensión
trinitaria de cada cristian@ puede ser una realidad real en su vida terrenal,
preludio de la vida eterna.
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