sábado, 21 de abril de 2012

¿QUÉ HACÉIS MIRANDO AL CIELO?

Jesús se va al cielo



Jesús resucitado, antes de su ascensión al cielo, durante 40 días, estuvo apareciéndose a sus discípulos y explicándoles muchas cosas que no están recogidas en los evangelios. Entre otras, les dijo que “recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra”. Y después de decir esto, mientras ellos miraban, se elevó, y una nube lo ocultó a sus ojos.

Cuando estaban mirando atentamente al cielo mientras él se iba, se presentaron junto a ellos dos hombres con vestiduras blancas que dijeron: Hombres de Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que de entre vosotros ha sido elevado al cielo, vendrá de igual manera que le habéis visto subir al cielo (Act 1, 9-11).

Los discípulos se volvieron a Jerusalén a la espera de la Pentecostés, de recibir el Espíritu Santo prometido, y desde entonces se lanzaron al mundo entero a llevar el mensaje que Jesús les había encargado.

Sociología de la expansión del primer cristianismo

En el siglo XXI, con la crisis global que va acompañada del casi colapso de muchas de las ideologías basadas en el ateísmo, se observa hoy un hambre interior de verdad verdadera, como la que había en los primeros siglos de la era cristiana, cuando imperaba un paganismo hedonista vivido con religiones gnósticas y "naturales".

Rodney Stark, profesor de sociología y religiones comparadas en la Universidad de Washington, con su libro "The Rise of Christianity" (Princeton University Press, 1996), estimula el pensamiento y cuestiona muchas de las premisas de los escépticos inflexibles relacionadas con el crecimiento del cristianismo dentro del Imperio romano durante los tres siglos después del nacimiento de Cristo.

El autor busca los datos estrictamente sociológicos, hasta donde es posible conseguirlos, y que son los que pueden explicar el fenómeno peculiar del Cristianismo en el escenario mundial. Los cristianos ciertamente ven en este crecimiento y continuidad un signo claro de la presencia del divino Espíritu Santo que Cristo prometió que habría de estar con su Iglesia hasta el fin de los tiempos. Sin embargo, los cristianos también creen que Dios no suele actuar directamente: se sirve de causas secundas para difundir el mensaje del Cristianismo.

Stark cree que el Cristianismo no fue un movimiento de los desposeídos - un refugio para los esclavos romanos y las masas empobrecidas – sino que más bien se basó en las clases media y alta que constituían los sólidos ciudadanos del Imperio Romano. Esto de ninguna manera atenta contra la "opción preferencial por los pobres" de la Iglesia, disposición perenne que viene del mismo Cristo directamente. El Cristianismo creció mucho más rápidamente en la ciudades pobladas, mientras los pobres campesinos estaban en las tierras alejadas. Este predominio de las clases media y alta, dada la generosidad de los primeros cristianos, conduciría a una eficiente red de beneficencia para la atención de los ancianos, de las viudas y de los huérfanos, al establecimiento de cementerios cristianos, y con el tiempo, a lugares de culto, los cuales, por supuesto, antes del Edicto de Milán estaban ubicados en casas particulares.

Según Stark, los judíos de la Diáspora, que eran unos cuatro o cinco millones, se habían "ajustado a la vida en la Diáspora en una forma tal que se volvieron marginales para el judaísmo de Jerusalén, de aquí la necesidad de traducir al griego la Torah para los judíos fuera de Jerusalén (el Septuaginto), ya desde el siglo tercero". Para los judíos que vivían en el mundo griego "el Cristianismo les ofreció la posibilidad de retener una buena parte del contenido religioso de ambas culturas y solucionar las contradicciones entre ambas".

Propone que para el año 250 ya había alrededor de un millón de cristianos (de acuerdo a su cálculo de una tasa de crecimiento anual del 40%), la gran mayoría pudieron haber sido judíos conversos, hasta uno de cada cinco de los judíos de la Diáspora. Uno de los problemas más difíciles de los obispos católicos, ya entrado el siglo quinto, puede haber sido convencer a los judíos conversos de abstenerse de asistir a las sinagogas y que abandonaran las costumbres judías.

En el año 165 durante el reinado de Marco Aurelio, una epidemia que duró quince años, arrasó con un tercio de la población total del imperio, incluyendo al propio Marco Aurelio. En el año 251 otra epidemia similar, probablemente de sarampión, arrasó con resultados parecidos. Los historiadores reconocen generalmente que estas epidemias redujeron la población de tal forma que contribuyeron en parte a la declinación del imperio romano, más que la degeneración moral a la que generalmente se atribuye dicha declinación.

A la hora de los desastres, los cristianos los enfrentaban mejor, con el resultado consecuente de tasas de supervivencia mucho más elevadas. Esto significaba que “después de cada epidemia, los cristianos constituían cada vez un mayor porcentaje de la población, aún sin nuevas conversiones." Finalmente, estas plagas dejaron a muchísimas personas sin lazos interpersonales que les hubieran impedido hacerse cristianos, estimulando de esta forma las conversiones. El autor señala que "en cierta medida el paganismo “se vino abajo con los muertos”.

El rol de las mujeres

"El Cristianismo era especialmente atractivo para las mujeres paganas" debido a que "dentro de la subcultura cristiana, las mujeres disfrutaban de un status más alto que el que tenían en general en el mundo grecorromano." Stark demuestra que el cristianismo reconocía la igualdad de mujeres y hombres, como hijos de Dios con el mismo destino sobrenatural. Es más, el código de moral cristiana que prohibía la poligamia, el divorcio, el control de la natalidad, el aborto, infanticidio, etc., contribuyó al bienestar de las mujeres, mejorando su status de servidumbre impotente, sujetas bajo los hombres, al de mujeres con dignidad y derechos tanto en la Iglesia como en el Estado.

La abundancia de mujeres cristianas y de hombres paganos produjo muchos matrimonios mixtos que llevaron a conversiones de paganos a la fe cristiana, fenómeno que continúa hasta nuestros días. Finalmente, el incremento del número de mujeres cristianas dio como resultado mayor cantidad de nacimientos y una fertilidad mayor contribuyó también al crecimiento del Cristianismo.

Las obras de la caridad

Stark toma a Antioquía, una de las primeras ciudades que fueron evangelizadas, como modelo para su estudio, describiéndola como "una ciudad llena de miseria, peligro, miedo, desesperación y odio". "El Cristianismo ofreció caridad y esperanza, vinculación y afecto. A las ciudades llenas de huérfanos y viudas, el Cristianismo proporcionó un nuevo y más amplio sentido de familia. A las ciudades desgarradas por las violentas luchas étnicas, el Cristianismo les ofreció una nueva base de solidaridad social. Y a las ciudades que enfrentaban epidemias, incendios y terremotos, el Cristianismo les ofreció servicios eficientes de asistencia".

¿Será posible que el solo hecho de que nuestras ciudades sean habitables hoy en día se deba en gran medida no al progreso tecnológico, sino a las virtudes e ideales cristianos de sus habitantes, y que la respuesta para aquellas ciudades afligidas por los mismos males que la antigua Antioquía sea simplemente vivir más cristianamente?

La sangre de los mártires, semilla de cristianos

¿Cómo podía una persona racional aceptar la tortura y una muerte chocante a cambio de recompensas religiosas arriesgadas e intangibles? Para Stark “las persecuciones eran raras y sólo recibió el martirio un número reducido de cristianos… Sorprendentemente se hicieron pocos esfuerzos para perseguir a los cristianos, y cuando venía una ola de persecuciones, generalmente sólo se perseguía a los obispos y a las figuras prominentes". Para él y otros sociólogos, sólo fueron martirizados algunos miles en el curso de dos siglos y medio y no los cientos de miles o aún millones que en su entusiasmo afirman algunos historiadores cristianos. Hubo sin embargo, un número importante de apóstatas y desertores que no tuvieron el valor de enfrentar la prueba del martirio.

El Cristianismo se vio libre en gran medida de lo que Stark llama cristianos gratuitos ("free riders"): aquellas personas que quieren aprovechar los beneficios de la religión sin compartir sus sacrificios y compromisos. Quizás pudiera decirse que entre los primeros cristianos durante los primeros siglos de la fe, había considerablemente más trigo que maleza.

¿Por qué creció entonces el Cristianismo?

Los creyentes cada vez más numerosos, invitaban a sus amigos, parientes y vecinos a compartir 'la buena nueva'". En el centro de esta disposición de compartir la fe propia estaba la doctrina: aquello en lo que se creía. Para un mundo pagano que gemía bajo una serie de miserias y saturado de crueldad caprichosa y de un amor sustitutivo a la muerte, la doctrina principal de que "como Dios ama a la humanidad, los cristianos no agradan a Dios a menos que se amen los unos a los otros", resultaba radicalmente novedosa.

El Cristianismo sobrevivió y continúa prosperando por medio de la fuerza de la influencia personal de la gente que vive de acuerdo a sus principios, o sea los fieles que aspiran a la santidad de acuerdo al modelo de Cristo. Esta conclusión lógicamente ratifica el mensaje primordial del Concilio Vaticano II de la llamada universal a la santidad personal que inevitablemente trae consigo el fruto de la evangelización a través del testimonio personal y de la vida familiar. Benedicto XVI sigue impulsando este propósito como hicieran anteriormente sus predecesores Juan Pablo II y Pablo VI.

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