jueves, 7 de abril de 2011

LA NUEVA EVANGELIZACIÓN ¿MARCHA ATRÁS?

¿Rehacer el tejido social?
Con juicio crítico
Conclusiones
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El Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización fue instituido por Benedicto XVI en septiembre de 2010. Ya Juan Pablo II había pedido una “nueva evangelización” en 1979 en Méjico y en Nowa Huta (Polonia).

Del Sínodo convocado para octubre de 2012, que tendrá como tema “Nova evangelizatio ad christianam fidem tradendam”, saldrá la hoja de ruta para el trabajo del nuevo Consejo Pontificio.

¿Rehacer el tejido social?


El presidente del nuevo dicasterio, monseñor Rino Fisichella, se pregunta qué quiere decir efectivamente “nueva evangelización”. "Es necesario –dice- superar una ambigüedad que ha surgido en los últimos meses cuando se ha querido identificar la nueva evangelización con experiencias como “el patio de los gentiles”. “Son dos ámbitos distintos y diversos –advirtió-, no sólo por las competencias diferentes de los dicasterios, sino por la finalidad y los destinatarios de dicho objetivos”. 

Puede sonar raro eso de que sean dos ámbitos distintos y diversos salvo que se entienda que no es lo mismo llevar el Evangelio a los gentiles o paganos (el catecumenado) que llevarlo a los creyentes (la catequesis), aunque el Evangelio es el mismo para todos.

El nuevo dicasterio tiene “una misión que desarrollar en los creyentes que se han alejado de la fe o son indiferentes. Nueva evangelización, por tanto, no es como una «primera evangelización»” para llevar el evangelio a los gentiles". Como afirmaba Juan Pablo II en Christifideles laici, la tarea se refiere más a la capacidad de “rehacer el tejido cristiano de la sociedad humana. Pero la condición es que se rehaga el tejido cristiano de las mismas comunidades eclesiales que viven en estos países y en estas naciones”. 

Lo del papa Wojtyla hay que entenderlo bien: eso de “rehacer el tejido cristiano de la sociedad humana” puede seguirse entendiendo como lo de la Cristiandad medieval, y conviene escarmentar en la experiencia que nos ofrece la historia.


Desde el viaje pastoral de Benedicto XVI a Portugal (mayo 2010), la consideración del laicismo por parte del papa Ratzinger se ha revelado marcada por el optimismo pues manifiesta que “la presencia del laicismo de por sí es normal, mientras que en cambio son anómalas y negativas la contraposición y la exclusión de Dios del horizonte del hombre”.

La mirada de los dos papas, Wojtyla y Ratzinger, se dirige, por tanto, a los países “que conocemos como Occidente en donde surge el progreso económico, científico y tecnológico. Aunque a la vez entra en crisis el sentido mismo de Dios y el valor de su existencia personal, no puede achacarse la culpa al progreso en sí. La crisis es víctima del proceso de secularismo (no de secularización) que empuja al europeo a vivir en el mundo como si Dios no existiera”. 

Por lo de id al mundo entero, extraña ese hacer, si no exclusiva, al menos prioritaria, la evangelización de una parte del mundo, Europa, que es la tesis de los de la "restauración" del siglo XVIII, que soñaban con volver a montar la Cristiandad medieval. 

Los demás hombres y mujeres, no europeos y no bautizados, que esperan recibir el Evangelio, no pueden quedar relegados a una segunda división.

La que podría llamarse “política interior” de la Iglesia, o sea la tarea de dar la formación catequética a los de dentro y la "política exterior", la misionera, a las gentes que todavía no conocen a Cristo, son dos caras de la misma moneda eclesial que se complementan; no se enfrentan. 

A pesar de que permanece en muchas Iglesias un profundo sentido religioso que se expresa en una vida de fe y de tradiciones religiosas", Fisichella reconoció que se echa en falta un "apoyo profundo de la inteligencia, capaz de comunicar la riqueza de la experiencia y del patrimonio de la fe", ya que "a menudo se comprueba una alergia a estas formas y un paso a las sectas, donde sobresalen la emotividad y el fundamentalismo”.

Con juicio crítico


En su discurso a los participantes de la Asamblea Ordinaria del Consejo Superior de las Obras Misioneras Pontificias (OMP) el 21 mayo 2010, organismo dependiente de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, Benedicto XVI subrayó que "La misión de anunciar el Evangelio a todas las gentes lleva aparejado un juicio crítico sobre las transformaciones planetarias (...) La predicación del Evangelio es la llamada a la libertad de los hijos de Dios para la construcción de una sociedad más justa y solidaria". 

Ese juicio crítico sobre las transformaciones del mundo deberían ser plantilla para comprender las transformaciones que deben darse "ad intra". Ojalá esté a diario presente ese juicio crítico porque la Iglesia es una sociedad de cristianos, discípulos de Cristo, quienes, codo con codo con los demás conciudadanos, sacan adelante este mundo; no la Iglesia a solas. 

El Papa alemán continuó diciendo: la misión "ad gentes" requiere que la Iglesia y los misioneros (todo bautizado es misionero) acepten las consecuencias de su ministerio: la pobreza evangélica que les da la libertad de predicar el Evangelio con valor y franqueza; la no violencia, por la que responden al mal con el bien y la disponibilidad a dar la vida por el nombre de Cristo y por amor de los seres humanos". O sea que no se puede estar pensado solo en los que el Vaticano mira con malos ojos, los de la Teología de la liberación marxista y violenta. La pobreza evangélica no casa con espadas y metralletas o misiles, ni con palacios, cortes, honores, privilegios, pompa, boato, museos de objetos religiosos de oro y plata… Suficiente varapalo dio san Bernardo en su tiempo a los jerarcas pero, qué pena: ni caso.

Conclusiones

La nueva evangelización no es dar marcha atrás y centrarse en Europa, como si se añoraran tiempos pasados cuando era denominada cristiandad. Dice la Escritura que quien cree que tiempos pasados fueron mejores es un necio. 

Los cristianos del tercer milenio no deberán caer (otra vez) en la tentación de confundir la Iglesia con el Reino o con el poder temporal de los jerarcas que podrían buscarlo ahora a través de los partidos políticos y pensando que los laicos son sus lacayos pues simplemente están a sus órdenes.

La nueva evangelización tampoco puede de ninguna manera ser entendida y promovida como una nueva cruzada, una guerra santa, ahora en vez de ir como en la Edad Media contra el islamismo, es ir contra el laicismo. Parece que el marxismo ya no es enemigo al que derrotar tras la caída del muro de Berlín. 

El Evangelio nunca jamás promueve tal actitud de ir contra nada ni contra nadie: únicamente contra el pecado. Cayó en esa tentación Pedro sacando la espada para liquidar a los que querían prender al Maestro y se llevó una corrección fraterna clara y contundente: ¡no sabes a qué espíritu perteneces! (cf Mt 26, 52-54 y paralelos).

Es ilustrativo, entre otros muchos momentos, el discurso de Juan Pablo II a la Familia pontificia, la Curia y la Prelatura romana, con ocasión de la Navidad de 1997: «La vida de Cristo no es la demostración de una fuerza omnipotente (...) Su poder consiste en el hecho de que renuncia a la fuerza (Alfred North Whitehead, Religion in Making).


Estas palabras –seguía diciendo el papa Wojtyla- de Whitehead, pensador moderno no católico y sin aparentes vínculos formales con ninguna Iglesia cristiana, pueden esclarecer de modo excelente el sentido de este encuentro».

Cristo nos enseñó a ser sal de la tierra, fermento en medio de la masa. Mal asunto si la sal se ve o se nota. La epístola a Diogneto explica con claridad meridiana lo bien que lo entendieron y lo realizaron los primeros cristianos. 

Reconocer las raíces cristianas de alguna civilización no da derecho al cristiano a reclamar que conste por escrito el reconocimiento y el aplauso de las gentes. Ya han recibido su recompensa, dijo el Maestro.

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