jueves, 20 de mayo de 2010

EUROPEISMO

El fin no justifica los medios


El Encuentro del Foro Internacional del 9 de mayo de 2010, que es el día de Europa y ese año era el 60° aniversario de la Declaración de Schuman, se tuvo en Cracovia, en la fiesta litúrgica de San Estanislao, patrono de Polonia. Polonia es la nación archicatólica que a no pocos deslumbra y quisieran lo mismo para el resto. El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.

Se añora la época de la Cristiandad que innegablemente logró unos fines de progreso cultural, científico y en demás ámbitos de la vida, innegables y únicos entre las demás civilizaciones del planeta. Pero el cristiano sólo quiere la gloria de Dios, no su gloria humana, terrenal.

Si alguna sociedad alcanza logros inauditos, jamás vistos, el cristiano ni se enorgullece ni reclama el aplauso. El cristianismo no lo fundó Cristo para construir aquí un reino aunque, al hacer bien las cosas y tomarse en serio este mundo, el cristiano hará progresar como nadie la ciencia, el arte y demás actividades humanas terrenales, nobles.

Los medios que se utilizaron hacen brotar las lágrimas, encienden el afán de pedir perdón y el propósito de enmienda de “nunca mais”, como decían los galegos cuando el “chapapote”.

El Evangelio nos lo dejó Cristo en nuestras manos sabiendo perfectamente que hacer cosas mal hechas seríauna  triste realidad. Pero a pesar de ello, su amor al hombre es infinito, inmutable y no cambiará su decisión eterna de habernos creado a su imagen y semejanza, o sea, libres, partícipes, corresponsables.

Sigue de moda en algunos ambientes el pequeño ensayo del sajón Georg Friedrich Freiherr von Hardenberg, “Novalis” (+1801 con 28 años), La Cristiandad o Europa (Die Christenheit oder Europa, 1799). Poeta y filósofo romántico que, como su novia, murió pronto de tuberculosis pero dejó huella o se le utiliza como la bandera de algunos. Hace un llamamiento místico a la unidad europea, fundamentada en la Cristiandad y en una Iglesia visible. Después de lograrlo, dice, se unirán a Europa los demás pueblos de la tierra para proclamar una paz perpetua. Como él, otros cuantos con la misma idea en estos últimos siglos.

La obra de Novalis se convirtió en un documento de la Restauración, siendo un texto utópico por sus tintes apocalípticos e irreales que, sin embargo, atrae a quienes aspiran a superar las ideologías nacionalistas y buscar las raíces espirituales europeas para hacer efectiva en la sociedad una ética cristiana. Novalis concibe la unión europea trascendiendo los parámetros económicos y monetarios: piensa en un fundamento metaeconómico que otorgue sentido al proyecto: “las otras partes del mundo esperan la reconciliación de Europa y su renacimiento para unirse a ella y convertirse en ciudadanas del Reino de los Cielos”.

Novalis afirma que la Edad Media había sido una época brillante y excepcional, archicatólica, con una verdadera unidad espiritual europea. No sé si en la escuela estudió Historia y que nota sacaría. Opina que fue Lutero quien, desconociendo el espíritu del Cristianismo, puso las bases del Protestantismo y con él, el movimiento que estableció un permanente gobierno revolucionario hasta que se alcanzó con la Revolución francesa. El círculo romántico de Jena se quedó atónito y Goethe desaconsejó su publicación. Yo estoy que alucino.

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