sábado, 2 de enero de 2010

EL HOMBRE ¿ES UN SER HUMANO?

El hombre es una persona
El hombre natural no ha existido nunca
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El hombre es efectivamente un ser humano pero eso es algo más que un animal racional o un animal social porque es imagen y semejanza de Dios.

"En el misterio de la Encarnación están las bases para una antropología (la ciencia sobre el hombre) que es capaz de ir más allá de sus propios límites y contradicciones, moviéndose hacia Dios mismo, más aún, hacia la meta de la “divinización”, a través de la incorporación a Cristo” (Juan Pablo II, Novo Milennio Ineunte, 23).

El hombre es una persona

El hombre no es sólo animal racional (a nivel metafísico) que posteriormente es convertido en persona al ser elevado por la gracia. Así se ve que -como propone el profesor Polo (1)- es imprescindible la “Antropología trascendental” -que con su permiso llamo Transfísica- que integra y supera los logros metafísicos pues no pueden entender al hombre en su totalidad. Caben hombres sin gracia y si por esa carencia, no se les considera personas, se está dando cancha a los abortistas pues también para ellos lo de persona es simple concepto jurídico.

La “Antropología trascendental” requiere -como para con Dios- la analogía: el hombre no se limita a ser, sino que es co-existencia, co-ser. El ser del hombre, en el cristianismo, se entiende no sólo como “naturaleza” sino como persona: el hombre es un ser personal, con sus elementos esenciales de intimidad (inmanencia) y comunicación (trascendencia). El hombre es persona llamada –en primer lugar- a dialogar con Dios, como recuerda el Concilio Vaticano II (cf GS, 19) y después para dialogar también con los demás humanos, lo cual es exclusivo suyo y no lo pueden hacer los otros seres vivos: animales, vegetales o minerales. En el hombre, varón o mujer, lo corporal y lo espiritual tienen dignidad personal (2).

El “deseo natural” de ver a Dios lo tiene el hombre por ser persona, co-existente. El hombre necesita no sólo el oxígeno del aire y el carbono y el nitrógeno y..., sino que necesita dialogar, comunicarse con Dios, porque Dios quiere crear criaturas que participen intrínsecamente de su gloria. Por el contrario Dios no necesita comunicarse con el hombre porque ya está cumplida su necesidad en la trinidad de Personas divinas.

El hombre natural no ha existido nunca


El hombre bueno de por sí, con “naturaleza pura”, sin la gracia y el cortejo de virtudes sobrenaturales que la acompañan, nunca existió. Como H. de Lubac, niego su existencia siquiera durante un segundo (3). 

Que lo sobrenatural sea necesario no va contra la libertad de Dios: necesariamente tuvo que hacer que el sol fuera una estrella para darnos luz y calor; necesariamente tuvo que hacer que –para ser imagen y semejanza suya- el hombre fuera persona y por tanto libre. Así que el hombre no podía haber existido como criatura personal sin la gracia. La elevación del hombre a lo sobrenatural está dada desde el primer instante de su existencia.

Ya recordó el papa Wojtyla en sus catequesis que lo del paraíso no es saber dónde estaba, cuántas hectáreas tenía, cuál era su flora y su fauna… porque el dato de fe revelado para nuestra salvación es el estado o situación en que Dios puso al hombre en este planeta azul, y sabiendo que era de paso a la vida eterna definitiva.

Dios creó al hombre con lo natural y lo sobrenatural pero ambos componentes (que nuestra razón distingue) no son problema para Dios. La gratuidad de lo sobrenatural no se niega por afirmar que esté dada desde el primer momento como algo “necesario” y dada a la vez que lo natural. Lo natural no deja de ser también, como lo sobrenatural, algo donado gratuitamente por Dios.

Necesidad y gratuidad no son incompatibles. Dios es el Necesario y el Libre. Dios no podía habernos creado sólo naturales sin poder verle cara a cara pues somos personas y no simples animales racionales, con capacidad de conocerle. Estamos hechos para amarle.

Las demás criaturas no humanas son “necesarias” para el hombre; Dios no las quiere en sí mismas como recuerda el Vaticano II. Los animales, los vegetales y los minerales están al servicio del hombre y ninguna de estas criaturas son imagen y semejanza de Dios.

Además creó otros seres personales espíritus puros, libres, llamados ángeles, que no tienen la filiación divina, tienen que tener “naturaleza” espiritual  (por eso no necesitan el universo material o el cosmos) y están también para servir al hombre.

Dios, libremente y sin necesidad alguna, cuando decide crear se encuentra, digamos, maniatado porque tiene que respetar que las cosas sean lo que han de ser. Necesariamente los hombres teníamos que ser personas, libres. En esto parece tener razón Jansenio. ¡Cuánto daño hizo Ockam con sus enfermiza fe que le hacía afirmar que hemos de obedecer a Dios aunque sea un caprichoso! Dios no puede ser un caprichoso, está “obligado” porque El es la Verdad. Y con el hombre -tal como lo ha pensado- está "obligado" tanto a lo natural como a lo que llamamos sobrenatural; tal necesidad no atenta para nada a la gratuidad, tanto de lo uno como de lo otro.

Defender que hay un hombre natural y otro sobrenatural está bien como elucubración mental, como ente de razón, como medida pedagógica para distinguir –como hace un cirujano con los diversos tejidos y órganos del cuerpo humano- y conocer mejor el organismo natural y el sobrenatural del hombre, pero el Magisterio recuerda que “el hombre (fue) constituido por Dios en estado de inocencia ya en el comienzo de la historia” (GS, 89), así que en la práctica el hombre natural nunca existió, ni siquiera unos segundos.

(1) POLO, Leonardo. Presente y futuro del hombre. Rialp. Col. Cuestiones fundamentales, Madrid 1993 (pp. 156-203).
(2) cf OCÁRIZ, Fernando. Naturaleza, gracia y gloria. EUNSA, Pamplona 2000, pp. 45-53.
(3) Cf Sayés, J. Antonio. La gracia de Cristo. BAC (nº 535). Madrid 2000, pp. 438-444.

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