domingo, 20 de diciembre de 2009

EL PRIMADO DE PEDRO

Propósito del Vaticano II

El Documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, El Primado del Sucesor de Pedro en el misterio de la Iglesia, n. 1, expone unas “consideraciones” que se añaden, a modo de anexo, a las Actas del Simposio que sobre “El Primado del Sucesor de Jesús”, celebró esa Congregación vaticana en diciembre de 1996.

En oct 2009, en Pafos, la XI reunión de la Comisión Conjunta de católicos y ortodoxos versó sobre “el papel del obispo de Roma en la comunión en el primer milenio”, tal como se había quedado en la anterior en oct 2007. El cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y co-presidente de la Comisión, en declaraciones a Radio Vaticano, decía que se han dado pasos pequeños y lentos pues la cuestión es muy compleja y tiene un peso emotivo de siglos. En 2010 el encuentro será en Viena.

El metropolita de Pérgamo, Ioannis Zizioulas, co-presidente de la Comisión por la parte ortodoxa, en una entrevista a la agencia de prensa ateniense y macedonia Apa-Apm, citada por L'Osservatore Romano, declaró que “la cuestión del primado es un problema eclesiológico (…) En nuestras experiencias de diálogo teológico, con los pre-calcedoneses o los vetero-católicos por ejemplo, nos muestran que un acuerdo sobre otras cuestiones dogmáticas no sirven para nada si no hay una concordancia en los fundamentos de la eclesiología”.


Pablo VI sembró la semilla y durante sus 15 años de pontificado no se vió nada. Con Juan Pablo II ya empezaba a brotar el arbolito que podía verse. Comprendía que el modo de ejercerse el primado a las puertas del tercer milenio era un obstáculo evidente y principal también en el ecumenismo. 

Manifestó su voluntad (acto de gobierno y de orientación magisterial) de estudiar la “remodelación” de la actual configuración del Papado. Era voluntad explícita suya “encontrar una forma de servicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva”. Su voluntad política positiva necesitará ser respaldada por los demás. El texto clave del Papa Wojtyla es su Encíclica ecuménica Ut unum sint (25-V-1995) donde asume este “espinoso” tema, habida cuenta sobre todo que constata la aspiración ecuménica de la mayor parte de las comunidades cristianas y escucha la petición que se le dirige en este sentido (cf UUS, 95). El papa Francisco declaraba que en esto "no hemos adelantado nada" desde entonces.

Se trata, mirando al futuro, de redefinir la función o modos de actuar del Primado buscando la pureza evangélica, quitando lo humano e insostenible que se ha adherido antes, durante y después de las Investiduras, desde los actos del papa Dámaso (+384) o Silvestre I (+335). Dámaso, “el español”, fue quien usó por 1ª vez la expresión “Sede Apostólica” para referirse a Roma, hizo que todos los obispos le reconocieran como el más importante de la Iglesia y “logró” que el Emperador Teodosio, también español, proclamara en 379 el cristianismo como la única religión legal en todo el Imperio. Silvestre I (+335), papa durante 21 años, fue el primero que gozó de la paz constantiniana y aceptó la donación de los palacios lateranenses para poner la semilla del poder temporal del papado.

Luces apostólicas

San Pablo define con pureza evangélica la misión de los pastores de la Iglesia cuando afirma “que la gente sólo vea en nosotros administradores de los misterios de Dios” (1Cor 4,1-2) y, por tanto, no de otros asuntos por muy buenos que sean y muy necesarios que parezcan.

En su carta a los gálatas (quizá del año 54), al escribir que “pasados tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas” (Gal 1,18), recalca claramente la primacía de Pedro pero no parece que sea con una potestad plena, absoluta, personalísima, contundente y sin colegialidad.

Cuando después de catorce años volvió otra vez a Jerusalén con Bernabé y Tito (Gal 2,1), reconoce que Pedro sólo tiene jurisdicción sobre los judíos y no sobre los gentiles (Gal 2,8-9). Cita a Pedro después de Santiago, lo cual es una imperdonable falta de delicadeza protocolaria, pero en Jerusalén primero su Obispo (Santiago el menor) aunque Pedro sea el Primado; es el protocolo evangélico. Además, fueron los tres apóstoles (Santiago, Juan y Pedro) quienes dieron la mano a Pablo en señal de solidaridad y no sólo Pedro.

Mientras Pablo y los suyos se iban a los gentiles, Pedro, Juan y Santiago (el menor) se dedicaban a los judíos (Gal 2,9), aunque esta distribución pastoral (gentiles para vosotros y judíos para nosotros) no era un absoluto, ya que tanto Pablo va a los judíos de la diáspora, como Pedro va a los gentiles, como se ve en Antioquía (Gal 2,11), con los que come antes de que lleguen los de Santiago. 


En aquel contexto evangélico, se entiende que Pablo corrigiese en público a Pedro porque simulaba ante la llegada de los de Santiago y arrastraba a los de la circuncisión, e incluso al mismo Bernabé, a no comer con los gentiles (Gal 2,12-14). 

Pedro mismo tiene conciencia clara de que Cristo no le ha dado a él sólo el poder de la Iglesia pues, siendo indiscutiblemente quien tiene el primado, sin embargo no es él quien envía, sino que ¡él es enviado! por los Apóstoles a Samaría, junto con Juan, dados los frutos que ha producido el Espíritu Santo a través de la predicación del diácono Felipe (cf Act 8,14).

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