jueves, 10 de diciembre de 2009

EL LAICISMO

Otro proyecto universal
Proyectos anteriores
Los cristianos en el mundo
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En el viaje pastoral a Portugal (11-14 mayo 2010) se ha revelado, marcada por el optimismo, la consideración del laicismo por parte del Papa Ratzinger. Un fenómeno antiguo que ahora se ha radicalizado. Sin embargo -subrayó significativamente Benedicto XVI- constituye al mismo tiempo un desafío y una posibilidad: de hecho, aunque con frecuencia haya prevalecido la lógica del enfrentamiento, nunca han faltado personas que han tratado de construir puentes. Para la mirada optimista de Benedicto XVI, de hecho, la presencia del laicismo de por sí es normal, mientras que en cambio son anómalas y negativas la contraposición y la exclusión de Dios del horizonte del hombre.

El laicismo fue concebido y proclamado después de las revoluciones liberales del XIX cuando, suprimida o al menos atenuada la confesionalidad del Estado, se declaró la mutua independencia entre Iglesia y Estado (que ya vivía el regalismo). Cercenado el influjo eclesiástico para diseñar lo ideológico o lo social, apareció el prurito de estatalizar y uniformar la enseñanza haciéndola laicista o sea “neutral”. Al ingrediente del anticlericalismo se juntó, desde la revolución del 1848, la exaltación del nacionalismo y se rechazó todo internacionalismo. En Alemania se persiguió con igual fuerza a la Iglesia Católica que a la Internacional Socialista.

Otro proyecto universal


El laicismo puede considerarse otro proyecto universal basado esta vez en el indiferentismo oficial ante lo religioso para prescindir de su papel en toda institución política. Es perfectamente compatible con los liberales y los socialistas y "se pasa" al propone encerrar la fe (para quien la tenga) en el puro ámbito privado. La religión puede y debe tener manifestaciones públicas pues lo social no se agota en lo político. Es el error de emancipar la cultura humana de todo credo religioso pues todo lo dogmático les parece un encorsetamiento mental intolerable. El laicismo quiere presentarse como un "neutralismo" frente a toda religión. Cuando Claude Bernad proclamó "el primado absoluto de la Ciencia" y Berthelot dijo que la "Ciencia sustituye a la Religión", los científicos se animaron a independizarse de toda coacción exterior. y luego vino la avalancha.


En el Renacimiento triunfó el principio de la razón independiente de la religión y la secularización de la cultura y de los fundamentos del Estado (Maquiavelo, +1527 con 58 años) aunque junto al buen trigo, nació la cizaña ya que los obreros dormían. Los que habían abortado la independencia de la razón poniéndola como esclava de la fe cristiana, rompieron la armonía divina de las cosas y se opusieron visceralmente a tocar nada pues estaban en juego sus privilegios. 

Otro paso se había dado en el siglo XVIII con el racionalismo de la Ilustración en que apareció el hombre autosuficiente para la verdad y para lograr la felicidad, mientras los mismos de antes incluso llegaron a predicar "no seas curioso", no pienses.

Los eclesiásticos no concebían la separación legítima de Iglesia y Estado, se había hecho dogma la alianza trono y altar. La censura de Pío IX en Quanta cura y Syllabus de esta concepción del Estado laicista y la declaración por el Vaticano I del dogma de la infalibilidad papal, provocó que se alzaran en protesta casi todos los gobiernos. Así Víctor Manuel II invadió Roma; mientras Gambetta lanzaba la campaña francesa anticlerical y Bismarck proclamaba la Kulturkampf en Alemania. A su vez España (que era I República desde 1873) y Austria rompieron sus concordatos. El inglés Gladstone declaraba que no se puede ser a la vez buen católico y buen ciudadano inglés. Por su parte Chamberlain proclamó la separación de la Iglesia y del Estado y decretó la enseñanza laicista (que llaman laica).

Con León XIII amainó un poco la embestida por el fracaso de la Kulturkampf y la apertura política de este Papa pero se recrudeció empezando el siglo XX. En Francia (1901) se produjo la supresión de las Órdenes religiosas y la desaparición de las escuelas católicas (1904). En 1906, tras la ruptura total con Roma, las instituciones eclesiásticas pasaron a tener sólo reconocimiento civil. En España se sufrió el mimetismo con Moret (1906) y Canalejas (1910-12) aunque la declaración de Estado "laico" tardará en llegar hasta la II República de l931.

Es real el problema de la convivencia cívica de personas y grupos de distintos credos y culturas pero la solución laicista no resuelve nada.


Proyectos anteriores

Mirando hacia atrás en la historia, pueden encontrarse antecedentes de proyectos universales -sin llegar al Islam del siglo VII- en los
"universalistas", secta protestante que reactualiza la apocatástasis de Orígenes que equivale a la restauración universal de todo en Dios.

Los "universalistas" parecen, a su vez, movimientos intelectuales procedentes del
humanismo español (J. Valdés, M. Servet,...) e italiano de Padua, Venecia y Vicenza. En Venecia hubo un foco anabatista que fue expulsado de la ciudad en 1550; Camilo Renato huyó a Suiza y Francesco Stancaro se fue a Polonia como profesor de la Universidad de Cracovia cuyo rey Segismundo (+1572 con 24 años) era tolerante. Precisamente ahí los Jesuitas empezarán después la recuperación católica pues había muchos nobles y teólogos que estaban infectados.

Todo hubiera acabado si no llega a ser por Socino que organizó en Rakow una comunidad y en 1652 compuso un Catecismo que copiaron los ingleses "latitudinarios", de la antigua tradición bíblica inglesa. De allí saltó a USA donde fue radicalizado por el predicador Chauning, formado en Europa en la escuela de Kant y Fichte, y se implantó como movimiento ético natural del que brotarían los “universalistas”.

Desde 1955 todos estos grupos están integrados en los "
unitarios" que dicen promocionar las verdades universales recibidas de los profetas y maestros de la humanidad y sintetizadas de manera inmortal en la herencia judeo-cristiana con su principio del amor a Dios y a los hombres. Al defender la unicidad de las Personas divinas, niegan la Trinidad. Los anabapistas son, entre ellos, los más radicales pues niegan toda investigación intelectual religiosa y acaban afirmando cosas que no están dichas en la Biblia.

Ya la
Casa de Franconia, que duró 200 años con unos emperadores salios, había proyectado un camino universalista cuando las invasiones húngaras del siglo X y el desmoronamiento del antiguo Imperio Carolingio que trajeron la anarquía y la formación de nuevas nacionalidades. El poder fue a manos de algunas familias de la nobleza a cuyo alrededor surgían auténticos Estados con etnia, lengua, tradiciones y derecho propios. La Casa de Franconia se hizo con uno de esos Estados desde que los Conradinos vencieron a los Babenberg. Duró desde Conrado I (906-918) hasta Enrique V (1098-1125) que no dejó sucesión y sirvió -con suerte diversa- al dominio germánico en Occidente. Era un poderío político sobre una zona geográfica unificada por la economía, aunque su situación dificultaba el proceso pues Alemania quedaba al margen de la Europa occidental, del comercio marítimo y de la gran ruta terrestre del comercio internacional de entonces.

La Iglesia fue una baza decisiva en el proceso hacia el imperialismo universalista de sajones y francones, unas veces contando con la colaboración de los obispos, y otras teniéndolos en contra. Los dos últimos emperadores, Enrique IV y V, se enzarzaron en continuas luchas con el pontificado y con la nobleza, a la que no sometieron totalmente después de la reforma de la Iglesia. Ella intentó suprimir las investiduras y quiso reformarse con la Orden de Cluny y con los clérigos franceses de Borgoña y Lorena. En Worms (1076) los obispos y clérigos alemanes declararon la indignidad del Papa Gregorio VII, aliado a los normandos del sur. La excomunión fue la respuesta pontificia que provocó el levantamiento de los príncipes y la conquista de Roma. De allí tuvo que huir Gregorio VII (que moriría en el destierro) mientras Enrique IV era coronado por el antipapa Clemente III.



Quizá este proyecto universalista -a nivel eclesiástico llamado Cristiandad- lo actualizaba san Bernardo al fundar la Orden Militar de los Templarios. Quizá, a nivel civil, era retomado por algunos resentidos, tras la extinción de esos monjes-soldados, con dos siglos de existencia, que ¿desde Escocia y Hungría “inventaron” las logias masónicas? y que en el movimiento socialista del XIX encontraron la ocasión histórica para llevarlo a cabo en la versión "laica" o sea laicista.

Los cristianos en el mundo

Quizá ahora el proyecto universal laicista compite con el de algunos eclesiásticos que, impacientes por una escatología mal digerida, vuelven a resucitar el sueño milenario de construir ya, ahora y definitivamente el reino de Dios en este mundo, sin esperar a la Parusía. Se impacientan por lo mal que está este mundo y sólo pretenden restaurar la Cristiandad en la Unión Europea (que se está diseñando) y en el proyecto de la globalización aunque sin que se note tanto como en el medievo.

Ya los mismos apóstoles, hasta la venida del Espíritu Santo, soñaban con implantar un reino de este mundo por lo que Cristo mismo tuvo que corregirles, clara y decididamente, tanto a ellos como a las gentes que le buscaban después de la multiplicación de los panes para hacerle rey. La madre de los Zebedeos le pidió a Cristo, ante la supuesta inminencia de la victoria, los puestos de privilegio para sus hijos Juan y Santiago en ese nuevo reino que pensaan iba a crear. Los apóstoles, en la última subida a Jerusalén, donde se respiraba mucha tensión en el ambiente, se mostraron dispuestos a ir y morir con Él, si fracasaba la intentona. En el Cenáculo había dos espadas; una la empuñaba Pedro en Getsemaní cortando la cabeza del pobre Malco. Cuando Cristo asciende, oye las últimas palabras de los suyos en esta tierra: ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino?

Benedicto XVI pide por escrito: “Es necesario que en la autocrítica de la edad moderna confluya también una autocrítica del cristianismo moderno, que debe aprender siempre a comprenderse a sí mismo a partir de sus propias raíces” (Spe salvi, 22).

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