martes, 17 de noviembre de 2009

EL CONTEXTO INTELECTUAL HEREDADO

Los enciclopedistas


Para estrenar con buen pie el tercer milenio, el papa Wojtyla proponía un ejercicio interesante para todo cristiano: “Hoy miramos con sentido de gratitud y también de responsabilidad cuanto ha sucedido en la historia de la humanidad a partir del nacimiento de Cristo, principalmente los acontecimientos entre el Mil y el Dos mil. De un modo muy particular dirigimos la mirada de fe a este siglo nuestro, buscando en él aquello que da testimonio no sólo de la historia del hombre, sino también de la intervención divina en las vicisitudes humanas” (Tertio millennio adveniente, 17). 

Para entender (algo) lo que ha pasado en el siglo XX hay que mirar al pasado pues no existe la generación espontánea.


Todo el siglo XIX fue muy activo ya que la Iglesia se enfrentó, en batalla intelectual, ante una situación que se puede decir nueva pues no eran errores puntuales como en los siglos pasados, sino concepciones filosóficas totalizantes de la realidad.

Las inquietudes e ideales de la segunda mitad del segundo milenio (del año 1.500 al 2.000) iban cuajando en la Ilustración o Enciclopedismo que, por su visión "realista", pretendía ser la madurez del Humanismo del siglo XV ya que, gracias al racionalismo, había integrado el progreso científico. Pero por ese "realismo", desgraciadamente, tenían claro que la religión es lo irreal, lo mitológico. Kant separó el conocimiento científico y el religioso con potencias intelectuales distintas y Hegel acabó negando la posibilidad del conocimiento religioso. 


Así las cosas, la Iglesia tuvo que salir al paso para dar la luz verdadera con el Concilio Vaticano I que quiso recordar que la inteligencia humana es, por sí misma, capaz de llegar al conocimiento de Dios a través de las cosas creadas. El pensamiento hegeliano deduce que conocer a Dios no es un acto racional y algunos pueden concluir, por tanto, que es irracional: estaba puesta la base científica del ateísmo. No extraña que después de ellos, Marx afirmara que “la religión es el opio del pueblo”.


En el siglo XVI las disputas religiosas habían distraído la atención de lo filosófico pero en el XVII volvieron con el surgir de los naturalistas ingleses: Herber (+1638), Hobbes (+1679) y Locke (+1704). En Francia se constituyeron en corriente filosófica marcadamente antirreligiosa. El fundador del Enciclopedismo es Pedro Bayle (+1706), protestante que edita su Diccionario en 1697; luego saldrá la Gran Enciclopedia (1751-80) de D'Alambert (+1783) y Diderot (+1784).


Otros personajes famosos son independientes de este movimiento: Montesquieu (+1775) fundador del liberalismo político. Rousseau (+1778) precursor filosófico de la Revolución francesa que, a la vez, utilizaba y denunciaba el deísmo filantrópico. Voltaire (+1778), visceralmente antirreligioso, escribirá que "si Jesucristo. necesitó 12 hombres para implantar el cristianismo, demostraré que basta uno para destruirlo". Su novela de ciencia-ficción Micromegas enfrenta al viajero sideral con un filósofo providencialista, Pangloss (Leibniz) que trata de convencerle de cosas tan divertidas como el que las manos han sido creadas para llevar guantes y la nariz para llevar gafas.

Toda esta promoción no dejó una seria huella filosófica pues sólo ofrecían ingeniosas vulgaridades; todo el enciclopedismo no es más que un conjunto de slogans y consignas contradictorias que pide libertad religiosa y, a su vez, ataca a la Iglesia; habla de filantropía y ninguno de ellos mueve un dedo por nadie; habla de lo natural pero como lo inmoral; canta a la racionalidad que entiende como incredulidad. No se presentaron como ateos o como agnósticos radicales, sino que, por el contrario, estaban dispuestos a reconocer la existencia de una religión natural, en la que coincidían todas las religiones y aceptar un Ser Supremo bienhechor al que cada uno puede dirigirse a su manera. Aceptar ese Ser Supremo afirmaban ser un acto racional y no consecuencia de la fe y la moral a diseñarse -”lo que en un hombre de bien equivale a lo natural", según Diderot- y se traduce en una filantropía.


Rousseau, ginebrino educado en el calvinismo, recogía la tradición medieval que veía en la religión un signo distintivo de una comunidad. Para él, la religión deísta, sin dogmas, debía tener una proyección ética de utilidad social y quien no aceptase la religión debía ser excluido del Estado; es el mismo cesaropapismo del Antiguo Régimen que querían desmontar, pero laicista. Aún más: quien quebrantase la religión tendría que sufrir la pena de muerte.


Voltaire es poeta, escritor superficial y divulgador que escribió de todo en todos los géneros. Hijo de consejero real y notario, estudió en el colegio “Louis le Grand” de los Jesuitas hasta 1711 (con 17 años) y, antes de acabar sus estudios, ya pertenecía al círculo libertino del Temple. A los 23 años fue encerrado en La Bastilla por escribir una oda que ofendió al Regente. A los 24 años cambió su nombre (François Marie Aronet Daumart). A los 32 estuvo otra vez 12 días encerrado en la Bastilla por un altercado con el Caballero de Rohan en el palco de Adriana Lecounvreur. Por ello se exilió a Inglaterra -tres años- donde se hizo amigo de los librepensadores (Bolinbroke, Pope, Swif, Newton, Locke y Milton). En el 50 era académico y se fue a trabajar a Berlín con Federico II que le nombró director de la Academia de Leibniz. En el 54 se retiraba a Ginebra donde europeízó sus escritos y en 1778 regresó a París donde murió (parece que reconciliado).


A Locke no le gustaban los estudios del seminario pues le decepcionó el nominalismo de Oxford y se pasó a "Ciencias" (Física, Química y Medicina). En el exilio asistía a tertulias con cartesianos y gassendistas y colaboraba con Lord Ashley Cooper (jefe del partido liberal) para gestar la revolución parlamentaria. Falleció cristianamente. Es el típico empirista por oposición al racionalismo de Descartes y de Leibniz que niega que existan ideas innatas infundidas por Dios. Pensaba que la realidad se graba por la experiencia (como en los niños) y no de manera total e intuitiva en cuanto es contemplada por la inteligencia. Afirmaba que sólo conocemos parte de la realidad por la limitada capacidad de los sentidos, por tanto, sólo conocemos nuestras ideas: estaba puesta la base científica del subjetivismo.

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