La tarea no es cosa de algunos "genios"
Se
lee en el Evangelio que cuando Jesús terminó de hablar a la muchedumbre desde la
barca de Pedro, un poco apartada de la orilla, les dijo: remar
mar adentro pues aprovecha la ocasión para la
formación permanente de los suyos que muchos son pescadores que viven junto al
mar. Cuando están en el campo, suelen escucharle agricultores y ganaderos y
entonces pone ejemplos de acuerdo con su mentalidad rural.
Al
estrenarse el tercer milenio, recién celebrado el Gran Jubileo del 2000, Juan
Pablo II escribía en la carta Novo millennio ineunte (NMI, 6-I-2001) que “Ahora tenemos que mirar hacia delante, debemos ‹remar mar adentro›,
confiando en la palabra de Cristo: Duc in altum!, experimentado en
iniciativas concretas. Es importante que lo que nos propongamos, con la ayuda
de Dios, esté fundado en la contemplación y en la oración. El nuestro es un
tiempo de activismo, con el riesgo fácil del ‹hacer por hacer›. Tenemos que
resistir esta tentación".
El afán evangelizador de Francisco ayuda a
despertar, a salir (como Jesús) pues las multitudes quieren oír y ver a Jesús,
no a fulano o mengano. El Papa argentino impulsa
pastoralmente lo mismo que el Papa polaco quien, por ejemplo, en Exh. postsinodal
“Ecclesia in Africa" (EAf, 1995) insistía una vez más
ante los africanos, aunque no a ellos solamente, que “se debe ayudar a los laicos a tomar cada vez más conciencia del papel
que deben ocupar en la Iglesia, reconociendo así la misión que les es propia
como bautizados y confirmados (…) que sean testigos fieles del Evangelio en su
ámbito de acción”.
Jesús
enseña, otra vez junto al lago de Tiberíades, que llama a sus discípulos
para ser enviados al mundo entero y se trata de que cada bautizad@ corresponda
a su vocación y a la misión. Dos cosas parejas e inseparables. Dios no llama
sin saber para qué y sus discípulos han de tener conciencia clara de que la
llamada al cristianismo no es un adorno social, un estar para ver que alguien
haga algo. Entusiasma oír al profeta Isaías que nos dice: “el Señor decía: «¿A
quién enviaré? ¿y quién irá de parte nuestra»? Dije: «Heme aquí: envíame» (Is 6, 1-2a. 3-8). También en esta ocasión junto al lago notamos que
“Dios –como escribió Juan Pablo II- nos pide una colaboración real a su gracia
y (…) es el momento de la fe (…) de decir: ‹En tu nombre, echaré las redes›” (NMI).
Aunque
uno sea un miserable, poca cosa, pocos talentos naturales, es bueno tener
presente el ejemplo de san Pablo que confesaba que “como a un abortivo, se me apareció a mi también. Porque yo soy el menor
de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol (…) Pero por la
gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que se me dio no resultó vana” (1Cor
15, 1-11). Sigue diciéndo el Papa
Wojtyla que "la Iglesia animada por la experiencia del Resucitado retoma hoy su
camino para anunciar a Cristo al mundo (…) Conviene descubrir el capítulo V de Lumen gentium dedicado a la “vocación
universal a la santidad”. Este don de santidad se da a cada bautizado. Es un
compromiso que no sólo afecta a algunos cristianos. Este ideal de perfección no
ha de ser malentendido, como si implicase una especie de vida extraordinaria,
practicable sólo por algunos “genios” (NMI). Y se sigue leyendo: “El
compromiso de la evangelización es indudablemente una prioridad. Ha pasado ya
la situación de una ‹sociedad
cristiana›. Hoy se ha
de afrontar la nueva evangelización y hace falta reavivar en nosotros el
impulso de los orígenes, el ardor de después de Pentecostés. Esta pasión no
podrá ser delegada a unos pocos ‹especialistas›. Es necesario un compromiso cotidiano (…) Es
necesario, pues, que la Iglesia del tercer milenio impulse a todos a tomar
conciencia de la propia responsabilidad”
(NMI).
En la Ex. Christefideles laici, (ChL) tras el Sínodo sobre los laicos recordaba una vez más que “En nuestro tiempo, en la renovada efusión
del Espíritu de Pentecostés que tuvo lugar con el Concilio Vaticano II, la
Iglesia ha madurado una conciencia más viva de su naturaleza misionera y ha
escuchado de nuevo la voz de su Señor que la envía al mundo (…) No hay lugar
para el ocio. Cada cristiano ha sido configurado con Cristo, ha sido injertado
como miembro vivo en la Iglesia y es sujeto activo de su misión de salvación” (…) Leemos en un texto
límpido y denso de significado del Concilio Vaticano II –sigue leyéndose: «como
partícipes del oficio de Cristo sacerdote, profeta y rey, los laicos tienen su
parte activa en la vida y en la acción de la Iglesia (...) participan con
diligencia en las obras apostólicas… poniendo a disposición su competencia»
(Apostolicam actuositatem, 10). El mandato de Jesucristo «Id por todo el
mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16, 15) sigue
cargado de una urgencia que no puede decaer (ChL).
(…) «El apostolado que
cada uno debe realizar es la forma primordial y la condición de todo el
apostolado de los laicos, incluso del asociado, y nada puede sustituirlo. A
este apostolado están llamados y obligados todos los laicos, cualquiera que sea
su condición, aunque no tengan ocasión o posibilidad de colaborar en las
asociaciones» (Apostolicam actuositatem, 16). En el apostolado personal
existen grandes riquezas de cada uno de los fieles laicos.
El papa Francisco coincide la misma idea evangélica en su primera Exh. Evangelii gaudium (EvG, XI-2013) y recuerda que “evangelizadores con Espíritu
quiere decir evangelizadores que oran y trabajan (…) no sirven ni las
propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los
discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritualidad que transforme
el corazón” (EvG, 262).
“A veces nos parece que
nuestra tarea no ha logrado ningún resultado (toda la noche hemos estado
bregando y no hemos pescado nada le dicen los pescadores a Jesús), pero la misión no es un negocio ni un
proyecto empresarial, no es tampoco una organización humanitaria, no es un
espectáculo para contar cuánta gente asistió gracias a nuestra propaganda”
(EvG, 279). “Es sano acordarse de
los primeros cristianos y de tantos hermanos a lo largo de la Historia que
estuvieron cargados de alegría, llenos de coraje, incansables en el anuncio y
capaces de una gran resistencia activa. Hay quienes se consuelan diciendo que
hoy es más difícil” (EvG, 263).
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