miércoles, 9 de marzo de 2011

EVANGELIZAR ¿SIRVE PARA ALGO?

¿Qué es llevar el Evangelio a todas las gentes?
Elementos comunes de las religiones
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El compromiso de la evangelización –recordaba Juan Pablo II- es indudablemente una prioridad para la Iglesia al comienzo del nuevo milenio” (Novo millennio ineunte, 40). 

Ante el actual profundizar en la aplicación fiel y completa de las indicaciones conciliares, ante la problemática de la nueva evangelización, ante la actual crisis global económica, la crisis social mundial tras los atentados terroristas en Washington, Londres o Madrid, las valientes revueltas sociales en el mundo musulmán para liberarse de la esclavitud de los tiranos, las masacres de cristianos en Asia y África, ante la alarma social por la escalada de pruebas nucleares, ante la deseada unidad de los cristianos, etc., etc., etc., cada vez se ve más “urgente” explicar aquello en lo que estamos de acuerdo teóricamente, no sólo las tres grandes religiones llamadas del libro, o sea basadas en la Biblia. 

Se trata de reconocer los valores universales que tienen que estar también en el Evangelio pues Cristo, siendo el Redentor universal, habló para todos. El tema de las religiones y su relación con el cristianismo es uno de los asuntos importantes de los cristianos para el tercer milenio recién estrenado.

Pero además parece imprescindible, antes que nada, pedir perdón por el mal ejemplo y el escándalo producido por los malos cristianos a lo largo de los siglos. No es que el cristianismo sea malo pero no pocos han sido malos, que es distinto. Si fray ejemplo es el mejor predicador, la conducta escandalizadora no puede taparse.

¿Qué es llevar el Evangelio a todas las gentes?



La “civilización del amor” está clamando como en dolores de parto que nos conozcamos, que hablemos, que compartamos, que nos disculpemos, que nos comprendamos, que nos queramos, como Él (Cristo Jesús) nos ha amado. 

Pero antes de hablar hace falta querer escuchar, por eso decía Juan Pablo II que “el diálogo interreligioso, que no sustituye al anuncio, debe hacerse con la íntima disposición de la escucha que suscita en los mismos discípulos de Cristo comprender más profundamente su mensaje. Incluso lleva a reconocer no sólo lo dado sino también lo recibido de la historia y del desarrollo del género humano” (NMI).

Ante la actual confusión evangelizadora o proselitista, y ante el peligro de la mala globalización, la laicista (que no laical), también vendría bien insistir más en la coincidente confusión que hay en todas las religiones por mezclar lo religioso con lo político. No son pocos los que no acaban de admitir una concepción cristiana del mundo en el que ha desaparecido la antigua “sociedad cristiana” -como ha escrito Juan Pablo II (NMI, 40)- y sueñan con restaurar la Cristiandad medieval, que programáticamente coincide con la Umma islámica, con el Reino mesiánico de los israelitas, con el lamaísmo del Tibet (aunque es solo un proyecto local), o con el proyecto universal laicista diseñado desde la Ilustración; la Ilustración deficitaria pues la católica se abortó en sus inicios y se dejó en manos de los enemigos de Dios y de la Iglesia. 

Sin caer en el sincretismo o falso irenismo de querer inventar una religión “universal”, sin embargo parece cada día más necesario estudiar y distinguir a todos los niveles educativos lo común y lo diferencial de las religiones, derribar muros de separación y desmontar los compartimentos estancos, que tienen por fruto la ignorancia mutua, el recelo y la condena ajena. Buena asignatura sería la "Educación para la ciudadanía", asignatura obligatoria para tratar lo común, lo genérico, el hecho religioso o la dimensión religiosa del ser humano; y dejar lo específico como optativo en la parroquia, mezquita, pagoda o sinagoga.

Elementos comunes de las religiones

La Teología cristiana de las religiones estudia el sentido y valor de cada una de ellas desde la Revelación divina. Es una reflexión desde la fe cristiana y no mera reflexión religiosa o filosófica sobre el hecho religioso. 

Es evidente que hay religiones, a parte del cristianismo, que han tenido una expansión significativa debido a la convicción de tener validez universal aunque ciertamente el hinduismo clásico se extendió, no por impulso intrínseco de la religión misma, sino por la acción de gobernantes hindúes en busca de anexiones territoriales y poder económico. Cabe reconocer un similar modo de expansión del cristianismo por la vieja Europa y, a partir de 1492, por el Nuevo Mundo, por África, Asia y Oceanía.


El cristianismo posee la verdad en Cristo pero no tiene todas las verdades parciales, o no puede negar validez a verdades parciales o modos de vivir la verdad en otras culturas o mentalidades surgidas fuera del ámbito eclesiástico. Puede ser también que, no en la teoría pero sí en la práctica, se hayan perdido u olvidado valores que se reconocerán en otras comunidades o en otras religiones. 

En tal caso, el diálogo ecuménico e interreligioso debe servir tanto para que los no católicos y los no cristianos conozcan lo que en la teoría les falta para la verdad total, como para que el católico y el cristiano descubra lo que ha descuidado u omitido (cf Redemptoris missio, 56). El diálogo siempre ha de servir para la purificación y a la conversión interior (obra del Espíritu Santo) en ambos interlocutores.


Los cristianos, al conocer la Revelación y entenderla por la acción interior del Espíritu, deben poner al servicio de Dios su inteligencia y su voluntad y, desde la verdadera autonomía de los asuntos temporales –la religión también lo es-, construir su religión. Cuando el cristianismo empezó a extenderse por Europa, los europeos elaboraron su cristianismo. Los asiáticos (indios, chinos, japoneses, etc.) podrán elaborar el suyo propio, y lo mismo los africanos y los americanos del norte, del centro o del sur. 

Tener todos un mismo Dios y Padre, una única fe y un único bautismo, no excluye una pluralidad de “religiones”. Por el contrario, el Dios trinitario exige el pluralismo. La Iglesia tiene que llevar a todos los pueblos el mensaje de Cristo, universal, no uniformista; es el Evangelio y no una religión concreta, ni una Iglesia, entendida como la estructura humana de la comunidad de creyentes, que haya elaborado en sus inicios en el ámbito europeo. Quizá por eso el Concilio Vaticano II (Gaudium et spes, 57) calificó a Cristo como plenitudo vitae religiosae y no como plenitud del cristianismo.

Con este talante el papa Wojtyla escribió que “el compromiso cotidiano de la nueva evangelización que reaviva en nosotros el impulso de los orígenes, es una pasión que, sin embargo, debe hacerse respetando debidamente el camino siempre distinto de cada persona y atendiendo a las diversas culturas en las que ha de llegar el mensaje cristiano, de tal manera que no se nieguen valores peculiares de cada pueblo, sino que sean purificados y llevados a plenitud” (Novo millennio ineunte, 40). 

La respuesta cristiana de hoy no plantea sólo unos retoques o una acomodación circunstancial. Es una renovación de los esquemas mentales y culturales dominantes para provocar (primeramente en el cristiano que tiene la misión evangelizadora) un cambio cultural que reconozca y asuma los valores del presente. hay que erradicar la metodología del atrincheramiento para, encerrados en los templos y alejados del mundo en los desiertos, no contaminarse del mundanal mundo mundial.

Entre las cosas comunes, buenas o malas, cabría reflexionar comparativamente sobre las incrustaciones en el hinduismo, en el budismo, en el islamismo, en el cristianismo, etc., de elementos contingentes, ¿imprescindibles?, como el monaquismo, el masculinismo, el clericalismo, las peregrinaciones, los cirios, los cantos, el agua “bendita”, las jaculatorias, los hábitos, los “escapularios” o signos externos de indumentaria, la separación de sexos, la participación de los laicos respecto a los jerarcas, la participación de la mujer respecto al varón, etc.

Cabe reflexionar, a la luz del diálogo interreligioso, el paralelismo del devenir de la teología de las distintas religiones, comparando los elementos constantes y las variables que a lo largo de los siglos se han ido incorporando, y las razones que han conducido a ello. Es interesante, por ejemplo, conocer el wahabismo saudí que se convierte en un régimen teocrático totalitario en la recién creada Arabia Saudí (1932) y que desarrolla una activa tarea proselitista internacional financiada con los colosales recursos económicos de que disfrutan con el petróleo.

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