La Visitación de María



María acudió con prisa (dicen una traducciones del evangelio) a Ain-Karim a ayudar a su parienta Isabel, anciana y embarazada ya de seis meses. Ella, la Madre de Dios, la reina del cielo y de la Tierra, es la “Iglesia en salida”, ¡sale a servir, a comprar, a limpiar la casa ajena, a barrer y pasar el mocho, a lavar y planchar a Isabel y a Zacarías!
María, en la Visitación nos enseña su actitud de servicio de la
caridad a domicilio, es la Virgen del delantal,
de la escoba o del mocho y del carrito de la compra. Ella, nuestra Señora que no vino a ser servida sino a
servir y en casa ajena; no llevaba mantos de oro ni coronas ni joyas,… da mucho
qué pensar el que a Ella no le gusta la vanidad, la pompa, el boato…. y nunca jamás ha aparecido con esa vanidad humana en ninguna de sus apariciones en Europa, Asia, África y América.
Este día 31 en los jardines vaticanos se clausura el mes de María
con una tradicional vigilia mariana. En 2007 Benedicto XVI dijo, auto citándose
de su Encíclica Deus caritas est (DCE), que “meditando
este misterio, vemos (…) que el corazón de María es (…) un corazón humano (…)
María es perfecta y se convierte en modelo de la caridad de la Iglesia” (DCE, 19). Ese 2019 Francisco no pudo participar pues estuvo de viaje pastoral en Rumanía.
En
una catequesis (Aud Gral 23-X-2013) Francisco dijo que “María es modelo de caridad, como vemos en la Visitación,
pues ella no sólo ayuda a su prima, sino que le lleva a Cristo, la perfecta
alegría que viene del Espíritu y se manifiesta en un amor oblativo. Es modelo
también de unión con Cristo, sea en su tarea cotidiana, sea en el camino de la
cruz, hasta unirse a Él en el martirio del corazón (…) La
Virgen quiere traernos a todos el gran regalo que es Jesús y con Él nos trae
su amor, su paz, su alegría. Así la Iglesia no es una agencia humanitaria sino
que es enviada a llevar a Cristo y su Evangelio a todos; no se lleva a sí
misma, sino el amor de Dios, la caridad de Cristo que transforma a los hombres
y las mujeres y renueva el mundo”.
Ese “no se lleva a sí
misma” requiere prestarle un poco de atención pues la idea que exponía en ese
momento de sus primeros meses de Papa, la ha ido repitiendo por activa y por
pasiva, en blanco, en negro, a todo color. María correspondió al saludo de su parienta con el Magníficat que se reza a diario en las vísperas de la Liturgia de las Horas y clama por los pobres, por los ricos, por los soberbios, por los humildes. Nadie con sentido común dirá que Ella era miembro de la Teología de la liberación marxista como le quieren atribuir al papa Francisco. Por su encíclica
“verde” Laudato
si (LS), se le tacha
por algún sector (también eclesiástico – jerárquico) de marxista dado su
talante ecologista o sea “es de los verdes”, como se suele decir en política. Es la primera vez en XXI siglos de cristianismo, que un Papa propone
la necesidad de crear una espiritualidad ecológica (cf LS, 216) aprendida del
mismo Cristo.

También es novedad “franciscana” el abrazo que da a la Fe y a la Ciencia
–que tanta falta hace- cuando escribe: Estos
aportes de los Papas recogen la reflexión de innumerables científicos,
filósofos, teólogos y organizaciones sociales que enriquecieron el pensamiento
de la Iglesia sobre estas cuestiones (LS,
7). Un abrazo como el que María e Isabel se dieron en Ain-Karim.

Acaba la encíclica ecológica de Francisco con una referencia
mariana que no podía faltar. A María “podemos pedirle que nos ayude a mirar
este mundo con ojos más sabios”.
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