Jesús, Dios y hombre a la vez

El Concilio Vaticano II
recuerda que: "el mensaje cristiano
no aparta a los hombres de la edificación del mundo, ni los lleva a
despreocuparse del bien de sus semejantes, sino que más bien les impone esta
colaboración como un deber" porque Jesucristo, Jesús y Cristo, es a la
vez Dios y hombre. Lo humano y lo divino son inseparables y están sin confusión,
sin mezcolanza ni aleación entre ellos. Lo humano es humano y lo divino es
divino y entendemos que lo humano tiene un valor divino.
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san Anastasio |
San Anastasio (+609), obispo
de Antioquía (o sea Patriarca), llamado
“el joven”, da un testimonio extrabíblico de claridad meridiana sobre la
fe en que Jesús es Dios y hombre verdadero. Decía: no podríamos tenerlo por Dios, si, al
contemplar la realidad de su encarnación, no descubriésemos en ella el motivo
justo y verdadero para profesar nuestra fe en ambos extremos (Sermón 4,1-2:
PG 89,1347-1349).
Anastasio, fue destituido de
su sede por el Emperador pero su amigo el Papa Gregorio Magno logró que el
siguiente Emperador lo rehabilitara. Y
fue asesinado en la revuelta de los judíos sirios que el Emperador Focas
provocó pues quería convertirlos al cristianismo por la fuerza. Fue paseado por
la ciudad con cadenas y arrojado al fuego.
Anastasio cree en lo que se
había definido 3 siglos antes en el Concilio de Nicea pues, desde el primer
momento, la Iglesia tuvo que defender y aclarar
esta verdad de fe frente a las herejías que la falseaban. Ya en el siglo I
algunos cristianos de origen judío, los ebionitas, consideraron a Cristo
como un simple hombre, aunque muy santo. También en el siglo
II los llamados adopcionistas sostenían que Jesús era hijo
adoptivo de Dios; sólo un hombre en quien habita la fuerza de Dios. Esta
herejía, fue condenada en el año 190 por el Papa san Víctor, luego por el
Concilio de Antioquía del 268, después por el Concilio I de Constantinopla y
por el Sínodo Romano del 382. La herejía arriana negaba también
que Jesucristo fuera Dios. Arrio fue condenado por el Concilio I de Nicea, en
el año 325.

"En el
misterio de la Encarnación –dijo
en otra ocasión Juan Pablo II- están las bases para una antropología (la Ciencia sobre el hombre) que es capaz de ir (…) hacia la meta de la
“divinización”, a través de la incorporación a Cristo” (Novo
Mil.lennio Ineunte, 23).
Benedicto XVI, hablando de san Ruperto (+1129), abad benedictino que
saldría de Molesmes para iniciar Cluny, recordó que "sostiene que la
Encarnación, evento central de toda la Historia, estaba prevista desde toda la
eternidad, independientemente del pecado del hombre, para que toda la creación
pudiese alabar a Dios Padre y amarlo como una única familia congregada
alrededor de Cristo" (Aud Gral, 9-XII-2009). Opino que negar que la Encarnación se hubiera dado igualmente aún
sin el pecado original, es dar pábulo al agnosticismo y al laicismo, pues es
vivir esta vida sin Dios, por tanto al margen de la ética. La Encarnación del Hijo estaba prevista
por Dios Trino en la misma decisión creadora y no es una ocurrencia posterior,
por culpa del “pecado original” que le llevó a pensar: bueno, ¿ahora qué
hacemos?
Por eso Adán y Eva tenían desde el primer momento la gracia de
Cristo, aunque el Verbo tardara todavía siglos para entrar en la Historia
humana. San Agustín, San Buenaventura y otros, sin embargo dicen que la gracia
adámica no tiene nada que ver con la de Cristo, no era por anticipación de la
del Redentor, porque si el hombre no hubiera pecado –dicen ellos-, el Hijo del
hombre no se hubiera encarnado. Haciéndose un lío en este asunto, se compuso
aquello del “oh felix culpa” que se canta en el pregón pascual, expresión que
convendría arreglar y ajustarla a la verdad verdadera. Parece una blasfemia
decir que el Verbo se hizo carne gracias al pecado original.
No cuesta mucho entender que el Verbo se hubiera encarnado
igualmente aunque no se hubiera cometido el “pecado original”. Tomás de Aquino
piensa que aprovechar la prevista Encarnación para la redención fue lo más
lógico que a Dios Trino se le pudiera ocurrir y lo más conveniente. Además,
como Dios es inmutable, después de crear no tuvo que inventar algo nuevo para
redimir (cf S. Th. 3 q1 a3).
Que el Verbo se habría encarnado igualmente si Adán y Eva no
hubiesen pecado lo afirma san Pablo cuando dice que Adán (el inicial, el
paradisíaco) es figura de Cristo (cf Rom 5, 14) y lo recuerda el Catecismo de
la Iglesia católica (cf n. 280).
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Adán y Eva expulsados del paraíso al que no se puede volver por el ángel que impide su entrada |
San Pablo justifica que la
creación desde el inicio es como una preparación de la Encarnación, por ejemplo
al escribir que “En él fueron creadas
todas las cosas en los cielos y sobre la tierra. Él es antes que todas las
cosas y todas subsisten en él” (Col 1, 16-17).
“Ciertamente, ¡Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre! (…) Como (el apóstol) Tomás
–escribió el Papa polaco- , la Iglesia se postra ante Cristo resucitado, en la
plenitud de su divino esplendor, y exclama perennemente: ¡Señor mío y Dios mío! (Jn 20, 28)” (NMI, 21).
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