lunes, 11 de febrero de 2019

¡MAR ADENTRO!

La tarea no es cosa de algunos "genios"



Se lee en el Evangelio que cuando terminó de hablar a la muchedumbre desde la barca de Pedro, un poco apartada de la orilla, Jesús les dijo: remar mar adentro pues aprovecha la ocasión dar una leccioncilla de la formación permanente a los suyos que muchos son pescadores, que viven junto al mar. Cuando están en el camp, suelen escucharle agricultores y ganaderos y entonces pone ejemplos de acuerdo con su mentalidad rural.

Al estrenarse el tercer milenio, recién celebrado el Gran Jubileo del 2000, Juan Pablo II escribía en la carta ap  El nuevo milenio (Novo millennio ineunte, 6-I-2001): “Ahora tenemos que mirar hacia delante, debemos ‹remar mar adentro›, confiando en la palabra de Cristo: Duc in altum!, experimentado en iniciativas concretas. Es importante que lo que nos propongamos, con la ayuda de Dios, esté fundado en la contemplación y en la oración. El nuestro es un tiempo de activismo, con el riesgo fácil del ‹hacer por hacer›. Tenemos que resistir esta tentación.

Afán evangelizador de Francisco ayudando a despertar, a salir (como Jesús) pues las multitudes quieren oír y ver a Jesús, no a fulano o mengano

El Papa argentino impulsa pastoralmente lo mismo que el Papa polaco quien, por ejemplo, en Ex postsinodal “La Iglesia en África” (Ecclesia in Africa, EAf, 1995) insistía una vez más ante los africanos, aunque no a ellos solamente, que “se debe ayudar a los laicos a tomar cada vez más conciencia del papel que deben ocupar en la Iglesia, reconociendo así la misión que les es propia como bautizados y confirmados (…) que sean testigos fieles del Evangelio en su ámbito de acción”.



Jesús enseña otra vez, ahora junto al lago de Tiberíades, que llama a sus discípulos para ser enviados al mundo entero y se trata de que cada bautizad@ corresponda a su vocación y a la misión. Dos cosas parejas e inseparables. Dios no llama sin saber para qué y sus discípulos han de tener conciencia clara de que la llamada al cristianismo no es un adorno social, un estar para ver que alguien haga algo.

Entusiasma el alma oír al profeta Isaías que nos dice: “el Señor decía: «¿A quién enviaré? ¿y quién irá de parte nuestra»? Dije: «Heme aquí: envíame» (Is 6, 1-2 a. 3-8). También en esta ocasión junto al lago notamos que “Dios –como escribió Juan Pablo II- nos pide una colaboración real a su gracia y (…) es el momento de la fe (…) de decir: En tu nombre, echaré las redes” (NMI).

Aunque un@ sea un miserable, poca cosa, pocos talentos naturales, es bueno tener presente el ejemplo de san Pablo que confesaba que “como a un abortivo, se me apareció a mi también. Porque yo soy el menor de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol (…) Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que se me dio no resultó vana” (1Cor 15, 1-11)

Sigue diciéndonos el Papa Wojtyla que la Iglesia animada por la experiencia del Resucitado, retoma hoy su camino para anunciar a Cristo al mundo (…) Conviene descubrir el capítulo V de Lumen gentium dedicado a la “vocación universal a la santidad”. Este don de santidad se da a cada bautizado. Es un compromiso que no sólo afecta a algunos cristianos. Este ideal de perfección no ha de ser malentendido, como si implicase una especie de vida extraordinaria, practicable sólo por algunos “genios” (NMI).

Y en otro párrafo de la misma Carta apostólica se sigue leyendo: “El compromiso de la evangelización es indudablemente una prioridad. Ha pasado ya la situación de una sociedad cristiana. Hoy se ha de afrontar la nueva evangelización y hace falta reavivar en nosotros el impulso de los orígenes, el ardor de después de Pentecostés. Esta pasión no podrá ser delegada a unos pocos especialistas. Es necesario un compromiso cotidiano (…) Es necesario, pues, que la Iglesia del tercer milenio impulse a todos a tomar conciencia de la propia responsabilidad” (NMI).



En la Ex ap tras el Sínodo sobre los laicos (Christefideles laici, ChL) recordaba una vez más que “En nuestro tiempo, en la renovada efusión del Espíritu de Pentecostés que tuvo lugar con el Concilio Vaticano II, la Iglesia ha madurado una conciencia más viva de su naturaleza misionera y ha escuchado de nuevo la voz de su Señor que la envía al mundo (…) No hay lugar para el ocio. Cada cristiano ha sido configurado con Cristo, ha sido injertado como miembro vivo en la Iglesia y es sujeto activo de su misión de salvación” (ChL). 





(…) Leemos en un texto límpido y denso de significado del Concilio Vaticano II –sigue leyéndose: «Como partícipes del oficio de Cristo sacerdote, profeta y rey, los laicos tienen su parte activa en la vida y en la acción de la Iglesia (...) participan con diligencia en las obras apostólicas… poniendo a disposición su competencia» (Apostolicam actuositatem, 10). El mandato de Jesucristo «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16, 15) sigue cargado de una urgencia que no puede decaer (ChL).

(…) «El apostolado que cada uno debe realizar es la forma primordial y la condición de todo el apostolado de los laicos, incluso del asociado, y nada puede sustituirlo. A este apostolado están llamados y obligados todos los laicos, cualquiera que sea su condición, aunque no tengan ocasión o posibilidad de colaborar en las asociaciones» (Apostolicam actuositatem, 16). En el apostolado personal existen grandes riquezas de cada uno de los fieles laicos.

El papa Francisco coincide y recuerda la misma idea evangélica en su primera Encíclica “La alegría del Evangelio” (Evangelii gaudium, EvG, XI-2013) donde dice:. “Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que oran y trabajan (…) no sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritualidad que transforme el corazón” (EvG, 262).

A veces nos parece que nuestra tarea no ha logrado ningún resultado (toda la noche hemos estado bregando y no hemos pescado nada le dicen los pescadores a Jesús), pero la misión no es un negocio ni un proyecto empresarial, no es tampoco una organización humanitaria, no es un espectáculo para contar cuánta gente asistió gracias a nuestra propaganda” (EvG, 279).



Es sano acordarse de los primeros cristianos y de tantos hermanos a lo largo de la historia que estuvieron cargados de alegría, llenos de coraje, incansables en el anuncio y capaces de una gran resistencia activa. Hay quienes se consuelan diciendo que hoy es más difícil” (EvG, 263).

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