Hay que ir a todas las gentes
El 28 de octubre es el aniversario del Decreto “Nostra
aetate” que redactó el Concilio Vaticano II en 1965 con el nuevo talante que el
Espíritu Santo promovía para la Iglesia del tercer milenio. El nuevo talante
supone la apertura de la Iglesia al mundo, dispuesta a escuchar y a aprender de
los demás. No es una medida táctica o circunstancial sino vivir el mandato de
Cristo que funda la Iglesia para ir al mundo entero y no para estar encerrada
entre muros.
La apertura supone ir y dialogar con todos los hombres de
cualquier raza, de cualquier religión, de cualquier civilización. La obra
redentora de Cristo es para la humanidad entera y llevar la noticia (id al
mundo entero) no es estar sentados esperando que vengan.
Una dimensión del diálogo es el interreligioso que busca el
trato recíproco constructivo entre las religiones o movimientos espirituales
que no tienen una raíz cristiana en común. El diálogo
verdadero manifiesta una conversación entre responsables religiosos o creyentes
de varias religiones; no es una negociación de tipo «diplomático»; no es
terreno de regateo y, menos aún, de componendas; no está motivado por intereses
políticos o sociales; no busca subrayar las diferencias ni eliminarlas; no
tiende a crear una religión global, aceptada por todos; no se promueve sólo por
una iniciativa personal, ni como hobby; no cae en la
tentación de la ambigüedad de los conceptos y de las palabras.
El
21-X-2007, Benedicto XVI, con una Misa en Nápoles, inauguró el Encuentro
mundial de líderes religiosos, convocado por la Comunidad de san Egidio y la
diócesis napolitana a los 21 años de la 1ª convocada en Asís por Juan Pablo II.
Esta
iniciativa del diálogo interreligioso empezó con la creación del Parlamento Mundial de Religiones en 1893 y el primer Encuentro tuvo lugar en Asís en
1986 con Juan Pablo II y líderes
religiosos de todo el mundo y al que no acudió el entonces Prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Joseph Ratzinger. En su conversación con el periodista alemán Peter
Seewald, el Papa Emérito reconoció que entonces tenía sus recelos a tal evento.
Luego, siendo Benedicto XVI dijo que "el
diálogo es una necesidad
histórica precisamente porque hay que encontrar la manera de ayudar a los
hombres y mujeres a encontrar razones para vivir y para reducir el espacio de
la injusticia en el mundo".
Hans Küng, profesor
de Teología ecuménica y presidente de la Fundación por una Ética Global, formuló
un pensamiento citado con frecuencia como lema del diálogo interreligioso: “No habrá paz entre las naciones sin paz
entre las religiones. No habrá paz entre las religiones sin diálogo entre las
religiones”.
Todas las religiones tienen un punto en común (trata a los
demás como quieres que te traten a ti) que exige ponerse a dialogar y unir
esfuerzos.
Francisco tiene escrito en su “encíclica
verde” que “En esta encíclica, intento
especialmente entrar en diálogo con todos acerca de nuestra casa común”
(LSi, 13). “Hago una invitación urgente a
un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta.
Necesitamos una conversación que nos una a todos” (LSi, 14). La temática
ecológica no es exclusiva de los grupos o partidos políticos llamados “verdes”
ya que (hasta ahora) es algo común a toda la humanidad y no cabe duda de que el
primer “verde” es Dios, Creador de las plantas, animales, mares, ríos…
Juan
Pablo II en la Exh postsinodal «Iglesia en Europa» dejaba escrito: “En la tarea de la «nueva evangelización», es
necesario también que se establezca un diálogo interreligioso profundo e
inteligente (…) No se trata de dejarse llevar por una «mentalidad indiferentista, ampliamente difundida, desgraciadamente,
también entre cristianos, enraizada a menudo en concepciones teológicas no
correctas y marcada por un relativismo religioso que termina por pensar que
“una religión vale tanto como otra”» (Enc. Redemptoris missio,
7-XII-1990) 55).
«Nostra
aetate» dice que “la Iglesia considera
con mayor atención en qué consiste su relación con respecto a las religiones no
cristianas. En cumplimiento de su misión de fundamentar la Unidad y la Caridad
entre los hombres y, aún más, entre los pueblos, considera aquí, ante todo,
aquello que es común a los hombres y que conduce a la mutua solidaridad”.
"La
Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y
verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los
preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella
profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que
ilumina a todos los hombres".
El
diálogo interreligioso no se vive únicamente con encuentros como los de Asís,
con muchos líderes de religiones o movimientos religiosos, sino que se vive
también en encuentros con minúscula en algunas diócesis o parroquias, mientras se está en el trabajo o descansando, dos o tres tomando un café o una copichuela. Y no hay
Papa que no los haya tenido en sus viajes pastorales por estos mundos de Dios reunido nada más que con los de aquella nación.
Francisco, por ejemplo, en Sri-Lanka, en Birmania, Albania, Azerbaiyán, etc.
En
su primer encuentro con la Plenaria del Pontificio Consejo para el diálogo
interreligioso (XI-2013), Francisco dijo a los cardenales, obispos y demás
presentes: “La
Iglesia católica es consciente del valor que reviste la promoción de la amistad
y del respeto entre hombres y mujeres de distintas tradiciones religiosas.
Comprendemos cada vez más su importancia, tanto porque el mundo, de algún modo, se ha hecho “más pequeño”, como porque el fenómeno de las migraciones aumenta los contactos entre personas y comunidades de tradición, cultura y religión diversa. Esta realidad interpela nuestra conciencia de cristianos, es un reto para la comprensión de la fe y para la vida concreta de las Iglesias locales, de las parroquias y de muchísimos creyentes”.
Comprendemos cada vez más su importancia, tanto porque el mundo, de algún modo, se ha hecho “más pequeño”, como porque el fenómeno de las migraciones aumenta los contactos entre personas y comunidades de tradición, cultura y religión diversa. Esta realidad interpela nuestra conciencia de cristianos, es un reto para la comprensión de la fe y para la vida concreta de las Iglesias locales, de las parroquias y de muchísimos creyentes”.
Parece
obvio que no podemos invocar a Dios como Padre de todos si nos negamos a
conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios.
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