Y cosas así
Cada
28 de octubre se conmemora al apóstol Judas
Tadeo, hermano de Santiago el menor (el de Alfeo) y de José, primos del
Señor si su padre Cleofás es el hermano de san José. Judas tiene en el Nuevo
Testamento una carta contra los gnósticos de entonces y enseña que no se salvan
los que no se arrepienten de los pecados como la fornicación (o sea fuera del
matrimonio) o contra naturaleza (homosexualidad). Se dice que predicó en
Mesopotamia y le cortaron la cabeza de un hachazo.
Robert Coogan (n. 1929), sacerdote norteamericano, atribuyéndole
su patrocinio, hizo la fundación “San Elredo” para LGTB, avalada por el obispo
mexicano de Saltillo, Mons. Raúl Vera López. Elredo (†1167 con 58 años) fue
abad de York, cisterciense nacido en Hexham y su tratado "Amistad
espiritual" ha sido tomado como canto a la homosexualidad. La fundación
tiene por patronos a los santos Sergio y Baco, dos militares romanos, mártires
en 303 y a quienes Jhon Eastburn Boswell (†1994 con 47 años) lanzó a la fama
con su hipótesis de que era una pareja homosexual y que a sabiendas fueron
canonizados.
De
un tiempo a esta parte lo del sexo ha sido en tema tabú y marcado por la
condenación pero empieza a respirarse un aire nuevo y limpio con el papa Francisco porque en su Enc. sobre “La
alegría del amor” (Amoris letitiae)
habla en plan positivo de la sexualidad, tema tabú durante siglos. “El matrimonio es un «don» del Señor (…) Ese
regalo de Dios incluye la sexualidad” (AL, 61).
En la última catequesis de los
miércoles (ayer 24-X-2018), comentando el sexto mandamiento, repite que hay que
“sobrevalorar la atracción física, que es un don de Dios,” y “todo ser humano debe aprender el
significado del cuerpo".
La
ventana la abrió Benedicto XVI que
en la Enc. “Dios es amor” (Deus caritas est, DCE) escribía algo que nunca jamás
antes ningún Papa había hecho”: Hoy se
reprocha a veces al cristianismo del pasado haber sido adversario de la
corporeidad y, de hecho, siempre se han dado tendencias de este tipo” (DCE,
5).
Juan Pablo II solía –como era
tradicional- hablar siempre de lo negativo de la sexualidad humana y regañando
las conductas torpes como por ejemplo, en la Enc, sobre la vida (Evangelium vitae, EV) escribía denunciando
“una mentalidad hedonista e irresponsable
respecto a la sexualidad y presupone un concepto egoísta de la libertad”.
Nada sobre la verdad, la bondad y la belleza de lo creado por el Creador.
Algunos
opinan que abolir la obligatoriedad del celibato sería la solución para
erradicar las conductas sexuales inadecuadas, la pederastia o pedofilia, los
abusos sexuales de religiosos que ahora empiezan a aparecer en los medios de
comunicación. En los siglos pasados no existían los actuales medios de
comunicación que permiten saber en tiempo real lo que pasa en las antípodas.
Se
afirma que la causa de esta plaga de abusos de los clérigos es debido a su
inmadurez psicológica, a su aberrante conducta respecto a la mujer y cosas así
pero se sabe que también se da este “crimen” del abuso en casados. Y para
defender si el celibato ha de ser obligatorio u optativo, conviene tener
presente el pasado pues la Historia enseña mucho y ayuda enormemente a tomar
decisiones correctas.
Los cátaros creían que para la salvación se requiere
una vida perfecta, de extremado rigor ascético y de absoluta renuncia al mundo
ya que todas las acciones están envenenadas en su raíz. Lutero repetirá el
mismo error al afirmar que lo humano está absolutamente podrido por culpa del
llamado pecado original que cometieron nuestros primeros padres. El hombre no
puede hacer nada bueno en sí; es la misericordia de Dios que tapa el pecado,
Dios cubre con un velo al pecador, se engaña y considera que el hombre no ha
hecho nada malo. Añade que el hombre, haga lo que haga, está predestinado así
que “viva la pepa”, “ancha es Castilla”.
En los cátaros había dos grupos de adeptos: creyentes y perfectos. Los primeros
llevaban una vida relajada e inmoral y los perfectos
llevaban una vida ascética dura, peregrinante, y estaban obligados al
celibato y al ayuno riguroso o endura.
Juan Damasceno (+749) insigne teólogo bizantino (el Aquinate
de Oriente) –rara avis que dirían los
clásicos- elogió las virtudes del matrimonio y los beneficios de la sexualidad
marital que puede sorprender por su claridad: “Que cada hombre disfrute de su
mujer (…) no tendrá que ruborizarse sino que podrá llevarla al lecho día y
noche” (De sacris parallelis, en PG, vol 96, pg 258).
La mayoría de intelectuales no compartían su opinión. Ya san
Agustín (s IV), san Jerónimo (s V) o san Isidoro de Sevilla (s VII), opinaban
que la sexualidad conyugal era intrínsecamente mala y debía limitarse al mínimo
necesario para la procreación. El papa san Gregorio magno (s IX) llevó las
cosas más allá y aconsejó evitar toda relación conyugal y a los novios que no
consumaran.
Pablo recomendaba vivir como él, sin estar
casado (1Cor 7, 36-38) y parece un consejo chocante pues dice que es para que
los casados estén libres de las
tribulaciones de la carne, como si los solteros no tuvieran también tribulaciones
o que estar casados es una tribulación. No parece que tuviera aversión al
matrimonio que llama sacramentum
magnum pero quizá estuviera de vuelta tras ver que en muchos la unión
carnal no les da la felicidad soñada y el adulterio es el pan nuestro de cada
día.
En los ss I-II dC apareció la secta judeo-cristiana de los
“encratitas”, en griego
“continentes”, que vivían con ascetismo rigorista que prohibía la carne y el
vino y el uso del matrimonio. Era un grupo más de neoplatónicos y gnósticos para
quienes la materia es el principio del mal, obra del “demiurgo”.
Luego apareció la secta de los “apostólicos”, unos
extravagantes y radicales ya detectados por san Epifanio (+403), y que también
rechazaban el matrimonio como impuro. San Agustín y san Juan Damasceno dieron
cuenta de ellos aunque de nuevo reaparecieron en 1114 (en tiempos de Francisco
y Domingo) en Soissons, llegados de Oriente a Francia por Italia. Era una
sociedad secreta que, entre otras aberraciones, seguía condenando el matrimonio
mientras se entregaban a prácticas inmorales, gloriándose de llevar la vida de
los primeros apóstoles.
En Colonia (1143) también se detectó otra secta parecida, una
sociedad secreta denunciada por san Bernardo en los sermones 65 y 66 sobre el
Cantar de los Cantares. Quizá a los Templarios se les calumnió atribuyéndoles
falsamente la realidad de estas sectas.
Tiene su “qué” darle vueltas al “derecho de pernada” que
parece era vivido en el ejército del Imperio romano donde era obligatorio el
celibato para los soldados pues les debía dar fuerzas para la batalla. Luego
fue praxis habitual en la Europa cristiana medieval cuando el abuso sexual era
un derecho de los privilegiados. También era una costumbre de los germanos
antes de la caída del Imperio romano y no faltaba ese derecho o algo parecido
en el americano mundo precolombino.
El celibato eclesiástico es una praxis en la
Iglesia atacado a lo largo de la Historia en cuanto obligatorio para todos los
sacerdotes seculares pues no son monjes o “religiosos” que es la “política
interior” surgida en un momento concreto y pasados algunos siglos de
cristianismo. En el siglo IV, aprox., empezó la moda de nombrar obispos a monjes
abades que quisieron imponer al clero los votos, vestimenta, vida comunitaria y
demás características monacales ajenas a su condición sacerdotal. No se ataca
el celibato en sí que se sabe es un “don” de Dios, pero por ser discrecional se
pide que sea opcional. En los primeros siglos de cristianismo, en plena pureza
evangélica, sin polvo ni paja, sin añadidos, sin leyes ni obligatoriedades, no
faltó un montón de varones y mujeres que vivieron el celibato porque les daba
la gana.
¿Ha contribuido el celibato a generar seres humanos más
virtuosos y de una espiritualidad superior a los laicos comunes y corrientes
que no se abstienen sexualmente y disfrutan de su sexualidad? Durante siglos se
decía que los casados no podían ser santos pues era cosa exclusiva de los
religiosos. Un testimonio claro en este sentido lo da Tomás de Aquino.
Al
término del segundo milenio, Juan Pablo II escribía en la Carta ap. Tertio millenio adveniente: “Será tarea de la Sede Apostólica, con vista
al Año 2000, actualizar los
martirologios de la Iglesia universal, prestando gran atención a (…) el
reconocimiento de la heroicidad de las virtudes de los hombres y las mujeres
que han realizado su vocación cristiana en
el Matrimonio: convencidos como estamos de que no faltan frutos de
santidad en tal estado” (TMA, 37).
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