domingo, 15 de julio de 2018

EL PAPADO SEGÚN LOS ORTODOXOS

Aquel 16 de julio de 1054


El 16 de julio, además de ser la festividad de la Virgen del Carmen, es el aniversario de aquel 16 de julio de 1054 cuando, con sede vacante por fallecimiento del Papa (León IX), el legado pontificio cardenal Humberto de Silva, acompañado por los arzobispos Federico de Lorena y Pedro de Amalfi, legados papales, redactó la bula de excomunión del Patriarca de Constantinopla y la depositó sobre el altar de la basílica de santa Sofía. Una excomunión que parece ilegal porque con sede vacante no hay esa potestad y por tanto fue un documento nulo de raíz.

Desde entonces los ortodoxos están separados del Obispo de Roma. Ayuda a entender lo que pasó y lo que puede seguir pasando, recordando, por ejemplo, algo de la reunión en Pafos (Chipre), del 16 al 23 octubre 2009, de la Comisión mixta de ortodoxos y católicos, cuyo tema era: “El papel del obispo de Roma en la comunión durante el primer milenio”.

Unos radicales ortodoxos alteraron la serenidad del encuentro y tuvo que intervenir la policía chipriota arrestando a 4 ciudadanos y a dos monjes del monasterio de Stavrovunio.

El documento del encuentro se basaba en el borrador de la anterior reunión en Creta el año anterior y respondiendo también al deseo de Juan Pablo II manifestado en 1995 con su encíclica “Ut unum sint”, en la que proponía "encontrar una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva" (n. 95).

La Comisión mixta fue instituida por Juan Pablo II y el patriarca ecuménico Demetrio I, el 30 de noviembre de 1979, en Estambul, en la fiesta de san Andrés, Patrono de la Iglesia de Constantinopla. Empezó su camino en 1980 y reanudó su trabajo en 2006, tras un paréntesis de seis años, debido a divergencias.

El Metropolita Zizioulas con Benedicto XVI
En la reunión de Chipre intervino el Metropolita de Pérgamo Ioannis Zizioulas, co-presidente de la Comisión por la parte ortodoxa con las siguientes palabras:

En el primer milenio

La sede romana había gozado siempre de un "primado de honor" entre sus pares, que nadie había puesto jamás en tela de juicio, sin embargo no había sido nunca explicitada en términos jurídicos.

A partir del momento en que los Papas se convirtieron en príncipes temporales -decía el Metropolita-, apoyados por el emperador de Occidente, el concepto que se forjaron de su función dentro de la Iglesia universal varió muy rápidamente hacia una visión sólo explicable en términos de poder.
“La Iglesia romana (…) se separó de nosotros por su orgullo, cuando por orgullo usurpó una monarquía que no le competía tener (…) Si el pontífice romano, sentado en el trono elevado de su gloria, quiere tronar contra nosotros y vociferar sus órdenes desde toda su altura (…) ¿qué especie de fraternidad o de parentesco puede haber entre nosotros y él?  Seríamos los esclavos — y no los hijos — de una Iglesia”. Zizioulas leía esta cita de la Carta de Nicetas, obispo de Nicomedia, a un obispo occidental.

Orgullosa de su extensión y de su poder material, independizada del Imperio bizantino por la espada de los francos y de Carlomagno, la provincia romana — en el siglo IX de nuestra era — sin haber consultado a sus hermanos, ni siquiera haberse dignado informarlos...  Nunca había tenido lugar en el mundo una violación más total de las leyes de la Iglesia, una negación más completa de su espíritu y su doctrina, un cisma más manifiesto. 

Enrique III
Unos años más tarde -seguía diciendo Zizioulas-, en 1049, el emperador Enrique III llevó a su pariente Bruno de Toul al pontificado bajo el nombre de León IX que llegó a Roma con una cohorte de amigos intransigentes y lanzaron a la Iglesia occidental por pendientes irreversibles.

En este contexto se produjo el episodio lamentable de lo que se llama "el Gran Cisma de 1054”. Humberto y los legados papales entablaron un diálogo de sordos con el Patriarca de Constantinopla, Miguel Cerulario, hombre distinguido pero de miras estrechas, imbuido de la dignidad de su cargo.

Recibida la noticia de que León IX había muerto, cautivo de los normandos, Humberto decidió entonces actuar por su cuenta, y el 16 de julio de 1054, en el momento en que iba a iniciarse la Divina Liturgia, colocó sobre el altar de Santa Sofía la bula de excomunión del Patriarca de Constantinopla y sus principales sostenedores.

A su vez el Patriarca excomulgó a Humberto y a los otros legados. Es digno de notar que se rompiera la comunión entre Roma y Constantinopla cuando se hallaba vacante la sede papal, y que ningún pontífice romano confirmase jamás el acto de excomunión, ni tampoco lo repudiase realmente.

La reforma gregoriana y las Cruzadas. 

Gregorio VII
La historia -continuó diciendo el Metropolita- selló después, golpe a golpe, la tragedia proclamada en 1054. 
En 1059 se promulgó un decreto por el cual se decidía que la elección del Papa se hacía a través de los cardenales y con la aprobación del clero y el pueblo de Roma, y sin ninguna mención de la aprobación del emperador. Apenas quince años después, el trono pontificio era ocupado por Hildebrando bajo el nombre de Gregorio VII quien, con insistencia inflexible, sostenía que su poder soberano y su autoridad eran de derecho divino.


Se detecta el grado de deformación a que puede llegar la mentalidad en una Iglesia que no tiene hermanas. Esta intransigencia ideológica produjo inmediatamente cismas internos, guerras, motines, saqueos, divisiones, y Gregorio terminó en el exilio, muriendo en Salerno mientras en Roma reinaba el Antipapa Clemente III.

Entretanto, en Oriente los bizantinos luchaban contra el avance de los turcos pero otro peligro más cercano los acechaba: el ejército de los Cruzados latinos. Para los ortodoxos griegos era aborrecible el espectáculo de monjes, obispos y abades armados de pies a cabeza, que se comportaban como cualquier soldado.

El Viernes Santo de 1204, las tropas de la Cuarta Cruzada — convocada por el papa Inocencio III — entraron en Constantinopla y durante tres días saquearon salvajemente destruyendo palacios, profanando iglesias y monasterios, incendiando bibliotecas, matando y violando. Una prostituta borracha fue entronizada en la catedral de Santa Sofía, mientras los caballeros destrozaban el altar de oro y piedras preciosas. La unidad de la Iglesia sufrió un colapso quizás definitivo.

El desgarramiento perdura pero ahora ya no es posible guardar silencio. Hay que aceptar las preguntas que surgen, y buscar respuestas, decía el Metropolita de Pérgamo.
La primera es: ¿Dónde está la única Iglesia? La Iglesia no es ni griega ni latina.

Aprendamos a orar -acababa diciendo Zizioulas-, purifiquemonos y discernamos las indicaciones de la Providencia. La manera en que los cristianos hagamos opciones y continuemos haciéndolas terminará la historia del cisma y permitirá hablar de él: “El árbol se juzga por sus frutos” (Mt 7, 17). 

Aman, Jordania
Del 15 al 22 de septiembre de 2016, el encuentro de la Comisión mixta en su XVI sesión plenaria tuvo lugar en Italia, Chieti. El tema fue «Hacia una comprensión común de la sinodalidad y primacía al servicio de la unidad de la Iglesia» y la redacción del documento había empezado en 2014 en Aman (Jordania) y se completó con la reunión en Roma en 2015.

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