miércoles, 18 de julio de 2018

ÉTICA DE LA ECONOMÍA



Cada 19 de julio en el santoral consta san Símaco (†514) que fue Papa corso que consolidó los bienes eclesiásticos, llamándolos beneficios estables a usufructo de los clérigos. Rescató todos los esclavos, redimió a muchos cautivos y envió ropas y dinero a los obispos africanos desterrados. Se le atribuye la primera construcción del Palacio Vaticano; se ve que los palacios de Letrán no eran suficientes o no le parecían dignos de Su Santidad. El dato me da pie (entre otras muchas ocasiones anuales) a darle vueltas a lo económico de la vida pues siempre anda el dinero por en medio.

Siete siglos antes de Cristo, el profeta Isaías (+681 aC con 131 años), de parte de Iahveh, se dirigió al rey Asur que quería entrar a saco y despojar y exterminar numerosas naciones. Se enorgullecía y pavoneaba por haber saqueado sus tesoros, cogiendo las riquezas de los pueblos como quien recoge huevos abandonados (cfr Is 10, 5-16). A Isaías le tocó vivir en los tiempos del afán expansionista del Imperio asirio que invadió Siria e Israel aunque no Judá, el reino del sur, que lo sería poco tiempo después.

Otro Asur sale citado en la Biblia, en Génesis (10, 22) que era uno de los hijos de Sem y nieto de Noé (Gen 10, 21-32), que se sitúa en el 4.000 aC, en el tiempo del diluvio y los decenios posteriores y es quien da nombre a los asirios.

Dos días antes, el 17, se conmemora a san León IV (†855), Papa romano, benedictino que al frente del ejército romano, frenó en Ostia a los sarracenos que querían invadir Roma en 849. Reparó las devastaciones de los sarracenos, fortificó Ostia, Porto y san Pedro creando la ciudad leonina y extendiendo los muros del Trastevere hasta el castillo de sant'Angelo. ¿Cuánto costarían esas obras?, no me refiero al tiempo.

Es conocido que el cristianismo le costó armonizarse con la economía por la prohibición de toda forma de interés por los préstamos ya que erróneamente se confundía con el abuso llamado usura. Se consideraba que aceptar intereses por los préstamos era un pecado mortal como señalaban Las Sentencias de Pedro Lombardo (1158) y el texto añadido por esos años al Decreto de Graciano.

Tomás de Aquino
Alberto magno y Tomás de Aquino, gracias a un feliz error en la traducción de los textos latinos de la Política de Aristóteles no re-propusieron la condena aristotélica del comercio sino que era considerado algo bueno, por ser una actividad fundamental para lograrse una vida digna. Pero como el teólogo dominico recomendaba que los clérigos se abstuvieran del comercio para evitar lo que parece malo, la visión positiva duró un “santiamén”. La sana laicidad o secularidad siempre pisoteada.

De la contabilidad y las finanzas dijeron mucho los templarios, extinguidos en 1312, pero los franciscanos –nacidos en 1209- sirvieron para diseñar la economía moderna y su comprensión en el seno de la Iglesia. Entre los maestros franciscanos, algunos estaban extraordinariamente dotados para la sutileza del análisis, acentuaron la necesidad del contacto directo con la experiencia, prescindiendo de las teorías de despacho.

Adam Smith disfrutó del concepto de capital acuñado por los frailes que tienen voto de pobreza, o del concepto de la contabilidad o de las finanzas, que los franciscanos urdieron con la red de 150 “montes de piedad” promovidos en aquella Europa medieval. Ofrecían créditos a las hoy llamadas pymes.

Sabemos que evangelizar el mundo es mandato del Señor que incluye evangelizar la economía y las finanzas pero no se debe admitir que exista una “economía cristiana” o católica. La economía, como cualquier actividad temporal de los hombres tiene su autonomía propia. La Economía es Economía para cualquiera, sea cristiano, católico, budista, ateo o cualquier otra posibilidad que ofrece el ser humano.

Con mucha fuerza y repetidas veces el papa Francisco, para recuperar la vida sacada del Evangelio y mejorar la fidelidad a Cristo, pide desterrar el clericalismo, incrustado hasta la médula y que no es ajeno al mundo de la Economía. Poner ética a la Economía o mantenerla si ya se vive con ella, no es tarea de los clérigos sino de los laicos bautizados y demás de buena voluntad y rectitud de intención.

Maxim Gorkij
Maxim Gorkij, pseudónimo de Alekséi Maksímovich Peshkov (1868 +1936 con 68 años), político ruso identificado con el movimiento revolucionario rusoen 1934 escribió loando el comunismo que “la verdadera caridad se ha organizado como fuerza creadora y se propone la liberación de millones de trabajadores”.

Juan Pablo II, en su encíclica social Laborens exercens (LE), deja escrito: “En la época moderna aparece la amenaza del pensamiento materialista y economicista para quien el trabajo era sólo mercancía que el obrero vende al empresario, el poseedor del capital o sea de los instrumentos y medios de producción.
         Fue éticamente justa la solidaridad de los trabajadores de la industria contra el trabajo sectorial, monótono, despersonalizador, contra la inaudita explotación para las ganancias. El error del capitalismo primitivo puede repetirse dondequiera que el hombre sea tratado como instrumento”.

Benedicto XVI lógicamente también recordaba lo mismo, por ejemplo en su tercera encíclica Caritas in veritate (CinV) de 2009: “la exigencia de la economía de ser autónoma, de no estar sujeta a «injerencias» de carácter moral, ha llevado al hombre a abusar de los instrumentos económicos incluso de manera destructiva. Con el pasar del tiempo, estas posturas han desembocado en sistemas económicos, sociales y políticos que han tiranizado la libertad de la persona y de los organismos sociales y que, precisamente por eso, no han sido capaces de asegurar la justicia que prometían” (CinV, 34).

Ahora es al papa Francisco a quien le toca seguir recordando la verdad de estas cosas y su discurso, explícito, sin metáforas encubridoras como las de los que ponen el acento más en la seguridad y en la equidistancia que en la verdad y en la trasparencia.

En su primera encíclica La alegría del Evangelio (Evangelii gaudium, EvG) dice: “Hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa” (EvG, 53).

Desde el inicio de su “diaconía petrina”, Francisco hace un llamamiento urgente a los políticos para que luchen contra “la tiranía” del sistema económico: “No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos” (EvG, 37).

En su encíclica “verde” (Laudato si, LSi) escribe: “Mi predecesor Benedicto XVI renovó la invitación a «eliminar las causas estructurales de las disfunciones de la economía mundial” (LSi, 6).

“Las finanzas ahogan a la economía real. No se aprendieron las lecciones de la crisis financiera mundial” (LSi, 109).

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