¿Se entera Dios de lo nuestro?
El domingo siguiente a
Pentecostés, la Iglesia católica romana celebra el misterio de la Trinidad
Beatísima que es el fundamento de su fe. Los ortodoxos sin embargo la celebraron el pasado domingo la fiesta de “las Divinas Personas” que es como
celebran Pentecostés. Y mientras Roma celebra la Trinidad, los ortodoxos celebran
“todos los santos” que los católicos celebran cada 1 de noviembre.
El misterio de que solo hay
un Dios pero son tres Personas, una Trinidad, puede conducir a alguien a creer
que ese Dios tan misterioso, tan santísimo, tan… esté allá de las galaxias, muy
lejos, lejísimo, encerrado en su gloria eterna.
Pero Jesús es Emmanuel, que
quiere decir “Dios con nosotros”. Él mismo enseñó que su Padre y nuestro Padre
celestial se entera de que se nos ha caído un pelo (si es el caso): «Hasta los cabellos de
vuestra cabeza están todos contados. No temáis: vosotros valéis más que muchos
pajarillos» (Lc 12, 7). En
otra ocasión nos dijo: «Yo
estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).
Estar en la verdad verdadera
conlleva vivir cogidos de la mano de Dios, que nos acompaña por el camino de
esta vida terrenal, lo que se llama su Providencia. Aunque la libertad del
hombre “permite” que l@s incrédul@s, ate@s o agnóstic@s vivan la vida sin Dios o
como si no existiera.
Decía Benedicto XVI que “La presencia del laicismo de por sí es
normal, mientras que en cambio son anómalas y negativas la contraposición y la
exclusión de Dios del horizonte del hombre”. Son palabras del Papa emérito en mayo de 2010 en su viaje pastoral a
Portugal a pesar de que algunos creyentes fruncían el ceño al ver demasiado
optimismo en su consideración del laicismo. Son los clericalistas de siempre.
Cuesta vivir cogidos de la
mano de Dios; cuesta reconocer sin duda alguna la autonomía total del mundo creado
por el Creador. El filósofo y teólogo medieval, Tomás de Aquino, allá por el
siglo XIII, “descubrió” la verdad verdadera de la realidad real y expuso la
teoría de las «causas segundas» que dejan las cosas en su sitio.
Joseph Zycinski |
La autonomía del mundo exige la
autonomía también de la Ciencia que no puede ser “inventada” por ninguna
religión. Entre otros muchos que podrían citarse, Joseph Zycinski (+2011 con 63 años), arzobispo polaco que desde 1998 fue jefe del Departamento de Relaciones
entre Ciencia y Fe en la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica de Lublin, no
estaba de acuerdo con quienes dicen que Dios se opone a la idea de selección
natural.
Juan
José de la Cruz (†1734 con 80 años), fraile alcantarino reformador, vivió cuando corría el «siglo de las luces», del racionalismo. Un día un intelectual
se lanzó a criticar delante de él a la Providencia divina y Juan José le
contestó mostrándole la cabeza: «He
medido el hueso que tenemos desde aquí hasta el cuello, sobre los hombros. Mide
alrededor de cuatro pulgadas de alto por tres de largo. ¿Y usted, querido
amigo, quiere hacer entrar el infinito en un hueso tan pequeño?».
Lo mismo hay que decir de la autonomía de la vida política: no está en manos de ninguna religión. Cuesta querer entender y
vivir en serio eso de que hay que dar al César lo que es suyo y a Dios lo que
le es propio.
Esa autonomía divina que
disfruta el mundo es también la que Jesús da a la Iglesia que fundó por eso le entregó
las llaves del reino a la Iglesia en la persona de Pedro. No iba a estar dando
las llaves a tod@s y cada un@ de sus discípul@s.
De acuerdo con Teresa de Jesús, la de Ávila, Dios anda entre los pucheros, pero
también en los pobres, en los enfermos, en los presos, etc. Lo dijo Jesús en
persona; no son frases bonitas para ganar votos. A nosotros los humanos nos
toca descubrirlo sabiendo que Dios se presenta –como recuerda san Pablo- sin
ruido ni aparato pues no hizo –ni entonces ni ahora ni nunca- alarde de su
categoría divina y, siendo uno de tantos, pasó viviendo como un hombre cualquiera
(cf Fil 2, 6-7).
Golpea la mente y el corazón del hombre honrado creer en Dios, que se supone perfecto, omnipotente, todopoderoso, y a la vez estar contemplando el mal en el mundo y en la Iglesia. ¿Está Dios providente en las
masacres de terroristas en Siria, Oriente Medio, África subsahariana, que dicen
ser musulmanes de verdad y que así sirven a Alá? ¿Por qué Dios permite los
desastres naturales de terremotos, explosiones volcánicas, tsunamis, riadas
torrenciales, etc.? ¿Estaba Dios en los hornos crematorios de Auschwitz?
¿Estuvo en las medievales cruzadas de los cristianos que creían ser
cristianos de verdad arremetiendo a fuego y espada, aunténticos genocidios? ¿Por qué Dios permite que
haya tantos niños y ancianos que mueren a diario de hambre?
Dios tiene los ojos puestos
en todas sus criaturas pero su intervención no atropella los derechos de las
causas segundas. Eso es lo que se llama la Providencia de Dios. El Catecismo de
la Iglesia Católica (CEC) explica lo básico sobre la providencia divina (nn 306-308)
y recuerda que ese dar autonomía al mundo no es por debilidad de Dios sino
muestra de su bondad infinita. Los hombres son causas inteligentes y libres.
Los nn 309 a 314 del CEC están dedicados a la providencia y el escándalo del
mal.
Cuando Dios trinitario actúa
sobre su creación, sobre el mundo que Él ha creado, sobre los hombres, no actúa nunca una única
Persona divina mientras las otras dos se lo estarían mirando. Lleva al error el
tomar al pie de la letra la popular explicación de que es el Padre quien creó; él solo. Es el Hijo quien al encarnarse en Palestina hizo la redención; él solo. Y es el
Espíritu quien ahora actúa en esta etapa de la santificación; él solo. Ese asignar una
tarea a cada Persona divina es un error puesto que cada una de esas tres
acciones que Dios realiza fuera de sí, son obra de la tres a la vez y cada una
actúa según su personalidad propia sin atropellar los derechos de las otras
dos.
Confiar de verdad en la
Providencia divina, supone poner todos los medios humanos al alcance como si no
dependieran las cosas de Dios, y a la vez, todos los medios divinos (oración de
petición) como si las cosas no dependiesen del obrar de los hombres. Una
paradoja más de la fe.
La Virgen de la Divina
Providencia es una advocación italiana del siglo XIII, un óleo con la Virgen y
el Niño dormido plácidamente en sus brazos. El nombre de la advocación se debe
a san Felipe Benicio (+1285 con 52 años), 5º Superior de los “servitas”. Pablo
VI la declaró patrona de Puerto Rico. Hoy día se está construyendo el santuario
de la Divina Providencia en el barrio Cupey Alto de San Juan, a donde se
trasladará en su momento.
El papa Francisco ha recordado
que la Providencia de Dios no es poesía (12-XI-2015), que Dios está cercano al hombre
por su preocupación por el bienestar
de sus criaturas. En su peregrinar por el mundo, la humanidad no está sola
(Catequesis 26-IV-2017). «Le pondrán por nombre Emanuel, que
significa: Dios con nosotros» (Mt 1, 23; cfr. Is 7,14).
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