viernes, 18 de mayo de 2018

SIEMPRE ES PENTECOSTÉS

EL ESPIRITU SANTO Y FRANCISCO


Es el 20 de mayo en 2018 el domingo de Pentecostés, la celebración del día en que, a los 50 de resucitar, vino el Espíritu Santo sobre los discípulos encerrados dentro del Cenáculo y sobre la multitud de los que estaban fuera de la casa y se arremolinaron por la curiosidad despertada por el viento impetuoso.

Como la Ascensión de Jesús, a los 40 días de resucitado, se celebra en muchas iglesias locales en domingo, la Conferencia Episcopal española decretó hacia 1970 que la preparación de la Pentecostés, una devoción fantástica, debía empezar a celebrarse el lunes, o sea que deja de ser un decenario y pasa a ser un septenario, cifra que coincide con el número de dones que los teólogos le asignan al Espíritu Santo. Se supone que con ello no le recortan su omnipotencia divina, ni lo enjaulan, ya que varias veces en la historia de la humanidad se ha presentado con forma de paloma.

Como contar con él es totalmente necesario, el papa Francisco viene haciendo habitualmente referencias al “Señor y Dador de vida”, en cualquier época del año. No recojo de sus homilías matutinas o catequesis de los miércoles pero sí párrafos literales de sus escritos que me resultan interesantes y útiles para mejorar el trato con ·el gran desconocido”. Así le llamaron bastantes sant@s a lo largo de los siglos, desde mitad del primer milenio, más o menos:
La alegría del Evangelio (Evangelii gaudium, EG),
La alegría del amor (Amoris laetitia, AL)
La alegría de la verdad (Veritatis gaudium, VG)
        Alegraos y regocijaos (Gaudete et exúltate, GE)

Con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María (…) y así hizo posible la explosión misionera que se produjo en Pentecostés. Ella es la Madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización (EG, 284).

En todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa a evangelizar (…) Dios dota a la totalidad de los fieles de un instinto de la fe —el sensus fidei que los ayuda a discernir lo que viene realmente de Dios (EG, 119).

El Espíritu Santo derrama santidad por todas partes, en el santo pueblo fiel de Dios (GE, 6). Aun fuera de la Iglesia Católica y en ámbitos muy diferentes, el Espíritu suscita «signos de su presencia, que ayudan a los mismos discípulos de Cristo» (GE, 9).

Una mirada de fe sobre la realidad no puede dejar de reconocer lo que siembra el Espíritu Santo (…) Allí hay que reconocer mucho más que unas «semillas del Verbo» (EG, 68).

Es sano prestar atención a la realidad concreta, porque «las exigencias y llamadas del Espíritu Santo resuenan también en los acontecimientos mismos de la historia» (AL, 31).

La catolicidad (…) fermento de unidad en la diversidad y de comunión en la libertad, exige para sí misma y propicia «esa polaridad tensional entre lo particular y lo universal, entre lo uno y lo múltiple, entre lo simple y lo complejo. Aniquilar esta tensión va contra la vida del Espíritu» (VG, 4).

El Espíritu Santo también enriquece a toda la Iglesia evangelizadora con distintos carismas. Son dones para renovar y edificar la Iglesia. No son un patrimonio cerrado, entregado a un grupo para que lo custodie (EG, 130).

La parroquia, las demás instituciones eclesiales, comunidades de base y pequeñas comunidades, movimientos y otras formas de asociación, son una riqueza de la Iglesia que el Espíritu suscita para evangelizar todos los ambientes y sectores (cf EG, 29).

El kerigma es trinitario. Es el fuego del Espíritu (…) el primer anuncio: «Jesucristo te ama» (EG, 164).

Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad (…) tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida (GE, 15).

Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo (…) para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente (EG, 259).

Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que oran y trabajan (…) no sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritualidad que transforme el corazón (EG, 262).

El discernimiento, que no supone solamente una buena capacidad de razonar o un sentido común, es también un don que hay que pedir (…) al Espíritu Santo, y al mismo tiempo nos esforzamos por desarrollarlo con la oración, la reflexión, la lectura y el buen consejo (GE, 166)

Más que nunca necesitamos de hombres y mujeres que, desde su experiencia de acompañamiento, conozcan los procesos donde campea la prudencia, la capacidad de comprensión, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu, para cuidar entre todos a las ovejas (…) Necesitamos ejercitarnos en el arte de escuchar, que es más que oír (EG, 171).

No tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. La santidad no te hace menos humano, porque es el encuentro de tu debilidad con la fuerza de la gracia (GE, 34).

Las familias alcanzan poco a poco, «con la gracia del Espíritu Santo, su santidad a través de la vida matrimonial, participando también en el misterio de la cruz de Cristo, que transforma las dificultades y sufrimientos en una ofrenda de amor». Por otra parte, los momentos de gozo, el descanso o la fiesta, y aun la sexualidad, se experimentan como una participación en la vida plena de su Resurrección (AL, 317).

Acerca del modo de tratar las diversas situaciones llamadas «irregulares» (…) compete a la Iglesia revelarles la divina pedagogía de la gracia en sus vidas y ayudarles a alcanzar la plenitud del designio que Dios tiene para ellos». Siempre posible con la fuerza del Espíritu Santo (AL, 297).

Hay que discernir si es el vino nuevo que viene de Dios o es una novedad engañosa del espíritu del mundo o del espíritu del diablo (…) porque las fuerzas del mal nos inducen a no cambiar, a dejar las cosas como están, a optar por el inmovilismo o la rigidez. Entonces impedimos que actúe el soplo del Espíritu (GE, 168).

Las obras de amor al prójimo son la manifestación externa más perfecta de la gracia interior del Espíritu (EG, 37).

Hace falta pedirle al Espíritu Santo que nos libere y que expulse ese miedo que nos lleva a vedarle su entrada en algunos aspectos de la propia vida (GE, 175).


María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos (EG, 288).

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