lunes, 7 de mayo de 2018

EL CARDENALATO

Ante el próximo consistorio




Ante el próximo Consistorio del 19 de mayo de este 2018, sábado anterior a Pentecostés, en el que el papa Francisco podrá nombrar nuevos cardenales, me entretengo, entre otros aspectos, en cavilar un rato con la inquietud de no pocos eclesiales, incluidos eclesiásticos, por esos pocos cardenales disidentes que quieren sentar a Francisco en los “tribunales”.

El Cardenalato se instituyó para ayudar al Papa en su tarea de buen pastor pero, como es humano errar, pueden ser una conjura para frenar cualquier evolución en la Iglesia si roza sus “derechos” y privilegios.

Esos disidentes del papa Francisco lo son porque tienen su propia forma de entender la vida cristiana al margen del Evangelio y por eso montan las estructuras eclesiales, eclesiásticas, clericales, sacramentales y pastorales que afiancen su poder universal. La tentación del poder, dicen los expertos, es más fuerte que la del sexo o la del dinero.

En procesión hacia la capilla sixtina para un cónclave
En el post del 7 de septiembre de 2016 escribí un poco de la historia del Colegio cardenalicio que fue una semilla que plantó el papa san Fabián dividiendo lo que hoy es la diócesis de Roma entonces en 7 zonas para encomendárselas a ellos. Hoy día toman posesión como párrocos de cualquier iglesia o templo romano.

El Código de Derecho Canónico (CIC) trata de los cardenales en el cap III, cc 349-359 y sin reparo alguno legalizan lo que llaman "ficción jurídica" que dice que las cosas son como ellos dicen aunque realmente no lo sean.

En un momento concreto de la historia, como colectivo o grupo, los cardenales se instituyeron a sí mismos para trabajar a sus anchas, organizándose en las actuales Congregaciones Vaticanas (Santa Sede) como muro de separación del Papa con el Colegio apostólico de los obispos, que es la estructura eclesial que quiso Cristo Jesús, tenido por el fundador de la Iglesia. Esa conducta decapita “el cuerpo de Cristo” y echa a la segunda división a los sucesores de los apóstoles. Fue como una revolución en la praxis de la Iglesia y todo fundado en razones políticas.

El papa León IX (1049-1054) les otorgó a ellos la facultad exclusiva de elegir Pontífice aunque de siempre el obispo de Roma era elegido por los sacerdotes de esa diócesis, aunque no solo ellos. Fue un paso en ese desplazar a los obispos, sucesores de los apóstoles. Luego Nicolás II (1059-1061) restringió el privilegio de elegir Papa a los cardenales con rango de obispo, y Alejandro III (1159-1181) lo hizo extensivo incluso a laicos. 

En Cónclave votando nuevo Papa
Creo que “es de cajón” proponer la organización del cardenalato como un encargo no vitalicio. Parece elemental reconocer legítimamente que cada Conferencia Episcopal elija al suyo y que les sirva de puente entre las Iglesias locales de esa Conferencia y el sucesor de Pedro. Así haría lo que ahora hace el Nuncio pero sin ser un “paracaidista” y que solo defiende a la patronal y no directamente a los “trabajadores” de la viña del Señor. 

Ese o esos cardenales de una Conferencia Episcopal y los obispos que la componen, deberían eliminar toda connotación política y diplomática que vienen ejerciendo. Ya Benedicto XVI dejó escrito, también como otros, que no es tarea de la Iglesia hacer política o sea que no cumplen con su deber los eclesiásticos que lo hacen a diario. Esa es tarea de los laicos bautizados y no de los obispos o los papas.

Desde mediados del XV todo el mundo clamaba por una reforma de la Iglesia. Cuando los obispos italianos hablaban de tal reforma, se referían entonces a que la maquinaria institucional vaticana era demasiado compleja, a que el poder de los cardenales en la Curia vaticana había crecido demasiado y que debería simplificarse una y limitarse el otro. Hace seis (6) siglos.

El Concilio de Trento (1565), para su reforma de la Iglesia, propuso una medida concreta, sencilla y práctica: que se nombraran cardenales en cada país; que cada obispo tuviera sólo una diócesis y que en ella buscase la armonía y unidad del clero con sínodos. Con el tiempo transcurrido desde entonces, unos cuantos siglos, algunos historiadores evalúan que sólo se llevó a la práctica un 45% de lo que decretó aquel Concilio.

A fecha de hoy (2018) hay 214 cardenales, de ellos 97 no electores. La cifra es lo de menos; lo interesante es que Francisco ha ido nombrando en los anteriores consistorios a cardenales de lugares periféricos, de donde nunca jamás antes habían tenido ese “privilegio” por ejemplo Birmania, Nueva Zelanda, Cabo Verde, Tailandia, etc. 

Desde mitad del siglo XX se ha ido “internacionalizando” el Colegio cardenalicio, paso a paso, pues primero había que desitalianizarlo y queda aún deseuropeizarlo para reflejar correctamente la universalidad de la Iglesia de Cristo.

O sea, de Europa 100 cardenales (49 electores + 51 no electores), América Latina 41 (21+20), América del Norte 20 (13+7), Asia 24 (17+7), África 25 (14+11) y Oceanía 6 (4+2). Ya empiezan a manifestar la catolicidad territorial de la Iglesia aunque la cifra europea llama todavía la atención.

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