La Visitación de María
Cada 31 de mayo cierra el “mes de María” con la celebración de la
Visitación de María a su parienta Isabel, desde Nazaret, una población galilea,
a Ain-karim, población en Judea, a unos 100 km aprox. y donde permaneció unos
tres meses (cf Lc 1, 39-56). Es el aspecto de su vida que da pie al titular de “Iglesia en salida” que ahora utiliza el Papa.
Por ese viaje de ida y vuelta es fácil “ver”
que María fue la primera procesión eucarística llevando en su seno al recién
concebido Verbo eterno, a Dios hecho hombre, su hijo Jesús. Ella hace la
procesión también por su casa y por las calles de Nazaret antes y después de visitar a Isabel. Y luego continuó
la procesión junto con José, camino de Belén, siendo como una custodia viviente. Después de nacer Jesús en Belén, vemos a una mujer, una madre joven, que porta en sus
manos durante meses y años al cuerpo de Cristo y no era sacerdote.
María acudió con prisa (dicen una traducciones del evangelio) a Ain-Karim a ayudar a su parienta Isabel, anciana y embarazada ya de seis meses. Ella, la Madre de Dios, la reina del cielo y de la tierra, es la “Iglesia en salida”, ¡sale a servir, a comprar, a limpiar la casa ajena, a barrer y pasar el mocho, a lavar y planchar a Isabel y a Zacarías!
María, en la Visitación nos enseña su actitud de servicio de la
caridad a domicilio, es la Virgen del delantal,
de la escoba o del mocho y del carrito de la compra. Ella, nuestra Señora que no vino a ser servida sino a
servir y en casa ajena; no llevaba mantos de oro ni coronas ni joyas,… da mucho
qué pensar el que a Ella no le gusta la vanidad, la pompa, el boato…. y nunca jamás ha aparecido con esa vanidad humana en ninguna de sus apariciones en Europa, Asia, África y América.
Este día 31 en los jardines vaticanos se clausura el mes de María
con una tradicional vigilia mariana. En 2007 Benedicto XVI dijo, auto citándose
de su Encíclica Deus caritas est (DCE), que “Meditando
este misterio, vemos… que el corazón de María es (…) un corazón humano (…)
María es perfecta y se convierte en modelo de la caridad de la Iglesia” (DCE, 19). Este 2019 Francisco no podrá participar pues está de viaje pastoral en Rumanía.
En
una catequesis (Audiencia General 23-X-2013) Francisco dijo también que “María es modelo de caridad, como vemos en la Visitación,
pues ella no sólo ayuda a su prima, sino que le lleva a Cristo, la perfecta
alegría que viene del Espíritu y se manifiesta en un amor oblativo. Es modelo
también de unión con Cristo, sea en su tarea cotidiana, sea en el camino de la
cruz, hasta unirse a Él en el martirio del corazón (…) La
Virgen quiere traernos a todos el gran regalo que es Jesús: y con Él nos trae
su amor, su paz, su alegría. Así la Iglesia: no es una agencia humanitaria sino
que es enviada a llevar a Cristo y su Evangelio a todos; no se lleva a sí
misma, sino el amor de Dios, la caridad de Cristo que transforma a los hombres
y las mujeres y renueva el mundo”.
Ese “no se lleva a sí
misma” requiere prestarle un poco de atención pues la idea que exponía en ese
momento de sus primeros meses de Papa, la ha ido repitiendo por activa y por
pasiva, en blanco, en negro, a todo color…
María correspondió al saludo de su parienta con el Magníficat que se reza a diario en las vísperas de la Liturgia de las Horas y clama por los pobres, por los ricos, por los soberbios, por los humildes. Nadie con sentido común dirá que Ella era miembro de la teología de la liberación marxista como le quieren hoy atribuir al papa Francisco.
Por su encíclica “verde” Laudato si (LS), a Francisco se le tacha por algún sector (también eclesiástico – jerárquico) de marxista dado su talante ecologista o sea “es de los verdes”, como se suele hablar para los políticos. Es la primera vez en XXI siglos de cristianismo, que un Papa propone la necesidad de crear una espiritualidad ecológica (cf LS, 216) aprendida del mismo Cristo.
Pero curiosamente no se tildaba de eso al Papa polaco Wojtyla pero Bergoglio recuerda que era tan “verde” como
él: San Juan Pablo II se ocupó de
este tema con un interés cada vez mayor. En su primera encíclica, advirtió que
el ser humano parece «no percibir otros significados de su ambiente natural,
sino solamente aquellos que sirven a los fines de un uso inmediato y consumo».
Sucesivamente llamó a una conversión ecológica global (…) La destrucción del
ambiente humano es algo muy serio (…) debe ser protegido de diversas formas de
degradación. Sigue la cita de
Wojtyla: Toda pretensión de
cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en «los estilos de vida, los
modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que
rigen hoy la sociedad (LS, 5).
Después sigue refiriéndose a la tarea en este aspecto ecológico de
sus otros antecesores, Juan XXIII, Pablo VI, Benedicto XVI y, ¡oh sorpresa!,
algo histórico, nuevo, nunca visto ni oído: ¡¡el Papa Francisco se refiere a un
Patriarca ortodoxo en su escrito magisterial!!
También es novedad “franciscana” el abrazo que da a la Fe y a la Ciencia
–que tanta falta hace- cuando escribe: Estos
aportes de los Papas recogen la reflexión de innumerables científicos,
filósofos, teólogos y organizaciones sociales que enriquecieron el pensamiento
de la Iglesia sobre estas cuestiones (LS,
7). Un abrazo como el que María e Isabel se dieron en Ain-Karim.
Me imagino a María haciendo el trabajo diario, tanto en su casa en
Nazaret como en la de Isabel, como tantos millones de hombres y mujeres que no solo actúan con respeto sino con cariño a la Naturaleza, al agua del río
donde lavaban la ropa, a las judías y tomates que tendría Zacarías plantado en
su jardín, a las gallinas que ponían los huevos para una buena alimentación y
disfrute del paladar. Seguramente en casa de Isabel habría un perro que
acariciaría de vez en cuando y saldría a recibirla cada vez que volvía a casa
de la compra, de dar un paseo, etc.
Acaba la encíclica ecológica de Francisco con una referencia
mariana que no podía faltar. A María “podemos pedirle que nos ayude a mirar
este mundo con ojos más sabios”.
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