jueves, 17 de febrero de 2011

EL ATRIO DE LOS GENTILES (1)

La fe y la razón dialogando


El "Atrio de los Gentiles" es una iniciativa del Consejo Pontificio para la Cultura secundando una sugerencia lanzada por Benedicto XVI el 21 XII-2009 ante la Curia Romana, para favorecer el diálogo entre creyentes (en lo que sea) y los no creyentes. Gracias a Dios que por lo menos nos sentamos juntos. Para dialogar hace falta también querer escuchar a los demás. Ojalá sea esa la verdadera disposición interior de todos los convocados.

En el primer encuentro, 12 febrero 2011, en el aula magna de la Universidad de Bolonia, intervino el cardenal Gianfranco Ravasi, Presidente del Consejo Pontificio para hablar de “Dios en el ateísmo”, sirviéndose del pensamiento del filósofo ateo Emil Cioran (†1995 con 84 años), rumano que vivió la mayor parte de su vida en París y se consideraba de la “raza de los ateos” aunque vivió con el ansia insomne del seguimiento del misterio divino. 


Decía Cioran que “siempre he dado vueltas alrededor de Dios como un delator: al no ser capaz de invocarle, le he espiado”.

Cioran incluso llegó a sugerir a los teólogos un camino “estético” para demostrar la existencia de Dios. Escribía: "Cuando escucháis a Bach, veis nacer a Dios... Después de un oratorio, una cantata, o una Pasión, Dios debe existir... ¡Y pensar que tantos teólogos y filósofos han derrochado noches y días buscando pruebas de la existencia de Dios, olvidando la única!".



El rector de la Universidad de Bolonia, Ivano Dionigi, intervino preguntándose si el problema de Dios ¿no es más que una ocupación "diurna" de filósofos y teólogos, psicólogos y antropólogos, o afecta a la reflexión diurna de cada uno de nosotros?
El diálogo creyentes/no-creyentes, además de demostrar la compatibilidad entre religiosidad y laicidad, se preguntaba Dionigi, ¿puede asumir formas y tonos que contribuyan a aclarar y enriquecer la originalidad y nobleza de las respectivas posiciones?
Una Universidad pública y laica, al acoger la confrontación entre el creer y el comprender, ¿abdica a su propia autonomía o más bien desempeña su propia función de institución orientada, por naturaleza e historia, a la formación y la investigación?

Estas preguntas, que pueden resumirse en el interrogante polémico de Tertuliano --"¿qué tienen en común Jerusalén y Atenas?"--, hoy están cargadas de nuevas contribuciones, nuevas dificultades, y nuevas perspectivas, sobre todo después de la llegada de dos inesperados "bárbaros": la globalización, con su profeta, Internet, y las "otras" culturas, que no pueden quedar reducidas a nuestros cánones clásicos.

Yo pienso -dice Dionigi- que hablar del hombre equivale ante todo a hablar de Dios, y hablar de Dios equivale ante todo a hablar del hombre: no digo esto para reclutar a todos en la gran tropa de los creyentes ni para limitar el discurso al Dios-hecho-hombre del cristianismo: lo digo simplemente porque ser hombres de verdad significa plantearse cuestiones últimas e interpretar la vida como un continuo interrogante y búsqueda de esa verdad que nunca es cómoda ni consoladora. Preliminarmente hay que distinguir los fines de los medios: estos últimos tan invasivos y agresivos llegan a oscurecer y sofocar a los primeros.

Las respuestas pueden ser múltiples y divergentes e incluso abiertas: el intelectual griego se resignará con el Dios desconocido; Pablo y Agustín, en medio de una vida desordenada, se convertirán al Deus patiens cristiano, puente entre el abismo del pecado y el abismo de la gracia; Marx e Nietzsche negarán a Dios por verle enemigo de la libertad y de la dignidad del hombre; Dostoyevski, considerando insoportable el sufrimiento del inocente, blasfemará contra el nombre de Dios y le restituirá la entrada de un espectáculo indecente; Pascal, en una competida teoría de las ventajas comparadas, apostará por la existencia de Dios. Cada uno de nosotros, seguía diciendo Dionigi, a su manera, por voluntad o por casualidad, acaba encontrándose cara a cara con el problema: aunque sólo sea cuando choca contra el escoyo de esa "realidad dura y contra la naturaleza que no es un bien para nadie" y que se llama muerte (Agustín, La ciudad de Dios 13, 6 "habet enim asperum sensum et contra naturam ... nulli bona est").

La Universidad de Bolonia es la más antigua del mundo con funcionamiento ininterrumpido. Se entiende del mundo occidental pues las universidades en Europa se empezaron a fundar para imitar el mundo musulmán que ya las tenían y muy buenas. La de Bolonia es una Universidad pública y laica que nació más o menos como la de París y tomó ese carisma laical mientras la francesa se iba por el clerical pues el obispo de París, dueño y señor de la institución, zanjó la problemática de aquel momento para diseñar sus estructuras.


Hasta comenzar el segundo milenio, el pensamiento filosófico se había desarrollado en total dependencia con la teología y los pensadores cristianos habían construido sus sistemas a partir de elementos neoplatónicos, tomando como guía infalible el pensamiento de Agustín de Hipona.

Sin embargo Aristóteles continuaba siendo la referencia fundamental de los grandes filósofos islámicos de Al Ándalus, y Averroes (1198 con 72 años), quizá el más brillante entre ellos, había tenido la audacia de declarar abiertamente la primacía de la razón sobre la fe. Su influencia se dejaba sentir con fuerza en París, abierta a todos los vientos, donde los cristianos, interpretando a su manera al sabio de Córdoba, formulaban la tesis de que las verdades conocidas por la razón pueden estar en franca contradicción con la fe. Empezaron a difundirse traducciones árabes de las obras de Aristóteles que producían un efecto perturbador en los círculos escolásticos, familiarizados sólo con la Lógica del filósofo griego.


En el siglo XIII llegó a la Sorbone de París Alberto Magno que, como Aristóteles, tenía mucho interés por las ciencias naturales y también por los escritos científicos del mundo islámico. Su discípulo más famoso, Tomás de Aquino, será quien lleve a cabo la titánica tarea de reconciliar la razón y la fe. Defendía el derecho del filósofo a no ser esclavo de la teología ya que la existencia de Dios puede demostrarse por la vía racional. No le faltó la oposición de insignes pensadores como Guillermo de Ockam o Duns Escoto que seguían negando la confluencia de la razón con lo sobrenatural. Estaban convencidos que Dios es inescrutable y ante él sólo cabe la sumisión.



Ahí en París será el próximo encuentro el 24 y 25 de marzo.

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