miércoles, 24 de enero de 2018

ACERCA DEL MATRIMONIO

Algo sobre la Exhortación postsinodal La alegría del amor (Amoris laetitia)



Tres generaciones pero nada machistas
pues faltan en la foto los masculinos
La Exhortación postsinodal Amoris laetitia (AL) de 2016 ha dado (y viene dando) bastante que hablar pues para algunos precipitados, les parecía en un primer momento que se abría la mano, se desvirtuaba la doctrina católica; la de siempre y que creen que debe mantenerse inmóvil, fosilizada, petrificada, momificada.

Al empezar el documento se lee: “El camino sinodal permitió poner sobre la mesa la situación de las familias en el mundo actual, ampliar nuestra mirada y reavivar nuestra conciencia sobre la importancia del matrimonio y la familia. Al mismo tiempo, la complejidad de los temas planteados nos mostró la necesidad de seguir profundizando con libertad algunas cuestiones doctrinales, morales, espirituales y pastorales” (AL, 2).

Y en el n. 3: “quiero reafirmar que no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales. Naturalmente, en la Iglesia es necesaria una unidad de doctrina y de praxis, pero ello no impide que subsistan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella. Esto sucederá hasta que el Espíritu nos lleve a la verdad completa (cf. Jn 16, 13)”. Los subrayados son míos.

Me vienen a la memoria ahora algunos datos históricos que aprovecho pues la historia enseña mucho, nos pueden ayudar a reaccionar, a decir: ¡anda! No sabía yo estas cosas.

El papa Francisco en su reciente viaje a Perú (después de Chile), en el encuentro con los obispos peruanos, entre otras varias indicaciones claras, concretas y concisas, les pidió que no oculten la historia. No sé porque se lo dijo a esos pero, como san Pablo explicaba a los primeros cristianos, las cartas que escribía a una comunidad, pedía que circulara por las demás (al menos vecinas) pues lo dicho a unos, vale para todos en el espacio y en el tiempo.

Es “interesante” observar la historia de los matrimonios llamados clandestinos que, por unas razones u otras, familiares o políticas o las que fueren, se daban durante el primer milenio y medio, hasta el Concilio de Trento (1545 - 63). Allí, como cosa novedosa y nunca vista en el mundo cristiano, fue donde se decretó que la validez (no solo la licitud) del matrimonio de los bautizados debe ser en la Iglesia. Como siempre, al final, todo es el dinero (¿qué o cuánto cuesta?), se arbitraron medidas para recalar dinero pues los de la Reforma luterana (y Cia) se habían separado de Roma. Era todo el norte europeo y como fueron, son y serán las comunidades cristianas más ricas, los ingresos en Roma tenían que buscarse por otro lado ya que de Germania y alrededores ya no llegaría ni un céntimo.

Los padres tridentinos aprobaron el Decreto titulado De la clandestinidad que invalida el matrimonio (De la Sesión XXIV, Cap. (I) 'Tametsi', sobre la reforma del matrimonio).

El Danzinger (Dz) es un libro fantástico que recopila los decretos y leyes eclesiásticas desde san Pedro, decretados por papas o concilios, y de lo que recoge de Trento (las mayúsculas y subrayados son cosecha mía) se lee:
Aun cuando no debe dudarse que los matrimonios clandestinos, realizados por libre consentimiento de los contrayentes, son ratos y verdaderos matrimonios, mientras la Iglesia no los invalidó (O SEA QUE LA IGLESIA PRACTICA(BA) EL DIVORCIO) , y, por ende, con razón deben ser condenados, como el santo Concilio por anatema los condena, aquellos que niegan que sean verdaderos y ratos matrimonios, así como los que afirman falsamente que son nulos los matrimonios contraídos por hijos de familia sin el consentimiento de sus padres y que los padres pueden hacer válidos o inválidos; sin embargo, por justísimas causas, siempre los detestó y prohibió la Iglesia de Dios (Dz 990).


Dos siglos después, el papa Benedicto XIV (1740 ‑ 58) se refirió a la misma normativa con el documento De los matrimonios clandestinos en Bélgica [y Holanda] (De la Declaración Matrimonia, quae in locis, de 4 de noviembre de 1741) y que recoge el Danzinger:
Los matrimonios que suelen contraerse… ora entre herejes por ambas partes, ora entre varón hereje por una parte y mujer católica por otra o viceversa, sin guardarse la forma prescrita por el Concilio Tridentino, por mucho tiempo se ha disputado si han de tenerse o no por válidos... (Dz 1.452)
         (…) aunque Su Santidad no ignora que otras veces en casos particulares y atendidas las circunstancias entonces expuestas la sagrada Congregación del Concilio respondió por su invalidez; sin embargo, teniendo igualmente averiguado que nada ha sido todavía definido de modo general y universal por la Sede Apostólica sobre tales matrimonios… pensado maduramente el negocio y cuidadosamente pesados los momentos todos o importancia de las razones por una y otra parte, declaró y estableció que los matrimonios hasta ahora contraídos entre herejes en dichas Provincias Unidas de Bélgica y los que en adelante se contraigan, aunque en la celebración no se guarde la forma prescrita por el Tridentino, han de ser tenidos por válidos, con tal de que no se opusiere ningún otro impedimento canónico… (Dz 1.454). PARECE QUE FUERA ESTE PAPA EL ACTUAL FRANCISCO.


Algunas décadas después, el papa Pío VI (1775‑99) contradecía a Benedicto XIV con otro Decreto titulado De los matrimonios mixtos en Bélgica (Del rescripto de Pío VI al Card. de Franckenberg, arzobispo de Malinas, y a los obispos de Bélgica, de 13 de julio de 1782).
El texto legislativo de Pío VI dice: Por ello no debemos apartarnos de la sentencia uniforme de nuestros predecesores y de la disciplina eclesiástica, que no aprueban los matrimonios entre ambas partes heréticas o entre una parte católica y herética otra, y eso mucho menos en el caso en que sea menester de dispensa en algún grado... (Dz 1.496).

Todos los primos como hermanos
Decir que los bautizados no están casados sino se casan en la Iglesia (al menos 200 € por ceremonia), significa que la doctrina desde el Decreto tridentino se carga el matrimonio natural de un hombre y una mujer que no necesitan (PARA LA VALIDEZ) ni el permiso de los padres, ni la presencia del cura o sacerdote sea faraónico, inca o cristiano, como se vivía en la humanidad y en el cristianismo desde el principio.

Un grupo de 26 líderes religiosos en Estados Unidos, en diciembre de 2010 expresaron su apoyo al matrimonio natural conformado por un hombre y una mujer, a través de una carta abierta titulada "La Protección del Matrimonio: Un compromiso compartido".

Líderes anglicanos, bautistas, católicos, evangélicos, judíos, luteranos, sikhs, entre otros, firmaban este compromiso en el que se lee: "el matrimonio es la permanente y fiel unión de un hombre y una mujer. Como tal, el matrimonio es la base natural de la familia. El matrimonio es una institución fundamental orientada al bien de toda la sociedad, no solo de las comunidades religiosas".

También Mons. Timothy Dolan, uno de los papables en el Cónclave de 2013, en 2010 fue elegido Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB), y firmante del compromiso, señaló al respecto que "el amplio consenso reflejado en esta carta es claro: la ley del matrimonio no tiene que ver con imponer la religión a nadie, sino con la protección del bien común para todos".

En Amoris laetitie, Francisco dice que “tenemos que ser humildes y realistas, para reconocer que a veces nuestro modo de presentar las convicciones cristianas, y la forma de tratar a las personas, han ayudado a provocar lo que hoy lamentamos, por lo cual nos corresponde una saludable reacción de autocrítica. Por otra parte, con frecuencia presentamos el matrimonio de tal manera que su fin unitivo, el llamado a crecer en el amor y el ideal de ayuda mutua, quedó opacado por un acento casi excluyente en el deber de la procreación” (AL, 36).
“Tenemos dificultad para presentar al matrimonio más como un camino dinámico de desarrollo y realización que como un peso a soportar toda la vida. También nos cuesta dejar espacio a la conciencia de los fieles, que (…) pueden desarrollar su propio discernimiento ante situaciones donde se rompen todos los esquemas. Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas” (AL, 37).

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